La escritora y abogada estadounidense Deirdre Mask, autora de "Callejero" (Capitán Swing), un ensayo a medio camino entre el reportaje y el estudio sociológico, en el que denuncia que cientos de millones de personas carecen de una dirección postal, una circunstancia que redunda en su pobreza. EFE/ Editorial Capitán Swing.

Millones de personas carecen de dirección postal, denuncia la autora de “Callejero”

Alfredo Valenzuela I Sevilla, (EFE).- “Hay cientos de millones -¿tal vez incluso mil millones?- de personas sin dirección postal, o al menos sin nada que se parezca a una dirección típica de un residente en Europa o Estados Unidos”, ha dicho a EFE la estadounidense Deirdre Mask, autora de “El Callejero”, un ensayo a medio camino entre el reportaje y el estudio sociológico.

Lo peor de esa situación es que, según Deirdre Mask, abogada y escritora que estudió en Oxford y Harvard, es que disponer de una dirección postal es una de las formas más rápidas y fáciles de salir de la pobreza porque “una dirección abre muchas puertas; es difícil hacer operaciones bancarias u obtener créditos sin una dirección”.

Carecer de ella “también puede dificultar mucho votar u obtener documentos de identidad. Y para las ciudades sin dirección supone una dificultad imponer impuestos justos a sus residentes. Y los impuestos son muy importantes para hacer de las ciudades lugares provechosos para los negocios”, ha explicado la autora de Callejero, publicado en España por Capitán Swing.

La mayor sorpresa que le ha deparado su investigación fue constatar “lo mucho que le importa a la gente su dirección” y cuenta que en Suráfrica, por ejemplo, encontró “a una periodista que en su día trabajó como abogada para el Tribunal Supremo y que aseguraba que un caso relacionado con los nombres de las calles era uno de los más conflictivos que había visto nunca”.

Discusiones sobre el callejero en todo el mundo

“Y en ese caso se trataba de un tribunal que había tratado casos de gran envergadura sobre el apartheid, la pena de muerte y el matrimonio homosexual”, ha añadido, para insistir: “En todo el mundo la gente discute sobre los nombres de las calles, y eso es un asunto fascinante”.

Sobre si el nombre de una calle puede determinar la raza de sus habitantes, ha respondido que no se trata tanto de determinar como de “reflejar o sugerir la composición racial de los residentes. Las calles que llevan el nombre de Martin Luther King, por ejemplo, son calles importantes en y para las comunidades negras de Estados Unidos por razones obvias, y porque durante mucho tiempo los habitantes de los barrios blancos rechazaron ese nombre para sus calles”.

Acerca del debate español por la aplicación de la memoria histórica, ha señalado que “el resultado de los debates importa menos que el hecho de que la gente hable del asunto. En muchos casos los nombres de las calles son una forma de hablar localmente sobre momentos históricos importantes y divisivos que, de otro modo, quedarían confinados a los libros de texto o a las aulas académicas; se trata de asuntos de los que la gente debería hablar, y los nombres de las calles ofrecen una forma de hacerlo”.

Revisión de la historia

En cuando a la diferencia entre los callejeros de Europa y Estados Unidos, ha señalado que “la más obvia, la de las calles numeradas -casi todas las grandes ciudades estadounidenses las tienen de una forma u otra- refleja también la racionalidad y la independencia sobre las que se fundó Estados Unidos”.

Sobre lo dicho en “Los miserables” por Victor Hugo, partidario de conservar todos los nombres de las calles como tal patrimonio histórico y como muestra de asumir toda la historia, Mask ha respondido que “la historia no es una señal en una calle o una estatua, por lo que cambiar una de ellas no cambia la historia”.

“¿Nombrar una calle con el nombre de alguien es un honor? Y si es así, ¿merece esa persona que se le honre? Quitar el nombre de la calle no elimina a la persona o lo que ocurrió, pero puede cambiar la forma en que enmarcamos esa historia”, ha concluido. EFE