José Luis Picón | Málaga (EFE).- A sus 88 años, Rafael Canogar sigue apasionado por la pintura y acude diariamente a su estudio para trabajar, embarcado en una búsqueda continua de la belleza. Y de lo trascendente, que resume con una frase: “No hay nada que odie más que repetirme y que academizar mi lenguaje”.
Canogar (Toledo, 1935) protagoniza desde este martes la nueva exposición temporal del Museo Carmen Thyssen de Málaga. Con una decena de obras pertenecientes a su colección personal y fechadas entre 1993 y 2009.
El artista precisa a EFE que posee estas obras propias no porque haya rechazado desprenderse de ellas, ya que algunas incluso fueron vendidas y después las ha vuelto a comprar.
“Tengo esa relación constante con mi obra de vender y comprar, es lo que he hecho toda mi vida. Empecé a vender muy pronto, a veces demasiado. Y con el paso del tiempo he querido comprar obras para poder hacer exposiciones así, retrospectivas, y tener mi obra lo más completa posible”.
Enamorado de Sevilla
Las obras de la exposición corresponden a una etapa de catorce años “de trabajo muy intenso” que nació a partir de 1992, cuando visitó la Expo de Sevilla: Le “enamoró” la ciudad y junto a su esposa compró una casa antigua del siglo XVI que restauraron.
“Sus paredes tenían unas texturas bellísimas, y las texturas de estas obras tienen mucho que ver”, añade Canogar, que compara su trayectoria de setenta años con “un collar” . Este que tiene elementos distintos, “pero con un hilo conductor que lo une todo”, a su entender “con mucha coherencia”.
Cita al crítico rumano Popovici, que señalaba que “una guitarra ha sido pintada por artistas de diversas épocas, pero siempre era una guitarra”. Hasta que la generación de Canogar “ya no pintaba guitarras, era otra cosa”.
“Era la búsqueda de lo trascendente, del espíritu del hombre. Queríamos dejar nuestras experiencias más íntimas, profundas y esenciales en nuestra obra, y era como una especie de revelación que queríamos transmitir a los demás”.
Pintando a diario
Sigue pintando a diario, pero también dedica su tiempo a ver exposiciones y a engrosar su colección de piezas de otros artistas que le “interesan”. “Soy un pintor, pero también un ciudadano y un observador de lo que hacen los demás”.
En la ciudad de Picasso, apunta que el artista malagueño fue “una inspiración desde niño e indudablemente muy importante” para él en su etapa de estudiante”, pero “muy pronto” le gustaron “cosas muy radicales”.
“Me gustaba mucho, por ejemplo, Mondrian, con el que no tengo nada que ver, pero en estas obras de la exposición hay elementos geométricos con los que se podría pensar en él”.
Recuerda que con 13 años ya sabía que quería ser pintor, aunque sus padres pensaban que se “moriría de hambre” y que mejor debería estudiar una carrera “y pintar en el tiempo libre”.
Como en ese tiempo le “interesaba poco el porvenir económico”, desoyó la opinión familiar y llamó a la puerta del pintor Vázquez Díaz. Este al ver su trabajo le aceptó como alumno particular, y unos años Canogar después sería miembro fundador del grupo El Paso.
“He hecho siempre lo que he querido, y he roto con mi mercado. Mi vida ha sido dedicarme a algo que me ha apasionado, y me apasiona ir cada día a mi estudio”. EFE