El diestro Antonio Ordoñez, se dispone a subir a un avión en el aeropuerto de Barajas . EFE/Jaime Pato/ARCHIVO

Antonio Ordóñez, 25 años después

Álvaro Rodríguez del Moral |

Sevilla (EFE).-  Antonio Ordóñez Araújo falleció en Sevilla el 19 de diciembre de 1998, una desaparición -hace ahora 25 años- que provocó una impresionante manifestación de duelo del mundo social y taurino y que obligó a la suspensión del festival que se había organizado a beneficio de las víctimas del huracán ‘Mitch’ en la plaza de la Maestranza para la mañana del 20 de diciembre de aquel año.

Nació en Ronda el 16 de febrero de 1932, fue el tercer hijo torero de Cayetano Ordóñez Aguilera, aquel ‘Niño de la Palma’ mitificado por las crónicas de Gregorio Corrochano. Y, especialmente, por el premio Nobel Ernest Hemingway en su novela ‘Muerte en la tarde’. Hermano de Cayetano, Juan, Pepe y Alfonso, también toreros, aunque sólo él llegaría a la categoría de figura indiscutible.

Hemingway hizo de su amistad con el matador rondeño uno de los estandartes de su última época en España. Y llegó a retratar literariamente la rivalidad de Ordóñez con su cuñado Luis Miguel Dominguín por encargo de la revista ‘Life’.

Aquellas crónicas periodísticas, que sublimaron el sangriento enfrentamiento personal y taurino de los cuñados urdido por la casa Dominguín en el verano de 1959, acabarían dando forma al libro ‘El verano sangriento’, convertido en testamento literario del escritor estadounidense, que se suicidó en su casa de Idaho en el verano de 1961.

Modelo de clasicismo

Antonio Ordóñez es considerado un paradigma de clasicismo. Su aparición en los ruedos se produjo en los años siguientes al impacto de la muerte de Manolete. Aunque pronto logró convertirse en un auténtico referente, torero de toreros, y modelo del arte de torear. Precedió a matadores como Camino, Puerta y El Viti y convivió con la irrupción de Manuel Benítez ‘El Cordobés’. Con este jamás alternó vestido de luces.

Tomó la alternativa en 1951 y escenificó su primera retirada en 1962 después de torear en la feria del Señor de los Milagros de Lima. Ordóñez se mantendría dos temporadas completas alejado de los ruedos pero volvería, en absoluta plenitud, en la campaña de 1965. En 1967 protagonizó una histórica Feria de Abril, seis años después de su última aparición en la plaza de la Maestranza.

El maestro rondeño se mantendría en activo hasta 1971 y, a raíz de esa retirada formal, convertiría la cita anual con la Corrida Goyesca en una peregrinación de los fieles del ‘ordoñismo’. De hecho, no dejó de torearla hasta 1980, cuando actuó mano a mano con su yerno Francisco Rivera ‘Paquirri’, que estuvo casado con su hija Carmen.

Últimas apariciones

En esos momentos rumiaba una nueva reaparición vestido de luces, espoleado por las vueltas de compañeros de generación como Manolo Vázquez y Antoñete. Una fuerte lesión producida en los entrenamientos preparatorios mermó considerablemente sus condiciones físicas. Pero el veterano diestro, a pesar de todo, llegó a actuar en 1981 en Palma de Mallorca y Ciudad Real con discretos resultados.

Esas fueron sus últimas apariciones en los ruedos. Tampoco volvió al ruedo de la Maestranza de Ronda aunque sí siguió siendo el empresario de la Goyesca. Un acontecimiento al que le costó recuperar el pulso perdido con la ausencia del veterano maestro. Pero se volcó con la irrupción en los ruedos de su nieto Francisco Rivera Ordóñez, hijo de Paquirri y sobrino de su cuñado Luis Miguel Dominguín.

En 1998, última Goyesca

Las huellas de la enfermedad ya eran evidentes en la Goyesca de 1998, la última que pudo organizar. El cáncer que padecía le confinó en su domicilio de la calle Iris de Sevilla, junto a la plaza de la Real Maestranza. Ingresó, prácticamente en agonía, en la clínica del Sagrado Corazón. Allí falleció el 19 de diciembre volviendo a ser trasladado a su casa, convertida en capilla ardiente.

Su funeral se celebró en la capilla de los Marineros, sede de la hermandad de la Esperanza de Triana, de la que había sido hermano mayor. Antonio Ordóñez fue amortajado con su túnica de nazareno y el ataúd cubierto con uno de los mantos de la popular dolorosa de la Madrugada sevillana. Sus cenizas fueron trasladadas a Ronda y enterradas en el ruedo de su plaza de toros. EFE