El periodista Ignacio Camacho (Marchena, Sevilla, 1957), posa durante una entrevista con EFE en Sevilla. EFE/ Raúl Caro.

“La muerte siempre es noticia”, dice Ignacio Camacho al reunir sus obituarios

Alfredo Valenzuela I Sevilla, (EFE).- El periodista Ignacio Camacho (Marchena, Sevilla, 1957) ha frecuentado todas las secciones de un periódico, desde la crónica rosa al análisis político, dirigió ‘ABC’ dos años y ha publicado más de 10.000 artículos de opinión, que ahora ha espigado para seleccionar los obituarios y reunirlos bajo el título “Retratos para la eternidad”.

La editorial Reino de Cordelia los ha publicado en una cuidada edición más digna de la literatura que del periodismo con un subtítulo que anuncia “Obituarios periodísticos” y un prólogo del director de cine José Luis Garci, quien eleva a Ignacio Camacho a sucesor de Jaime Campmany y de César González Ruano por la altura de sus necrológicas.

Filólogo de formación, además de periodista, Camacho, que ha sido subdirector de ‘El Mundo’ y ‘Diario 16’, ha dividido sus obitarios -casi un centenar de piezas en 230 páginas- en cuatro partes, la dedicada a políticos, la integrada por actores, artistas y futbolistas, la de los escritores y, la última, a periodistas, algunos de los cuales le fueron muy próximos.

Figuras prominentes

PREGUNTA.- El maestro Gay Talese entrevistó a su colega Alden Whitman, jefe de obituarios de New York Times, porque, algo aprensivo, había escrito su propia necrológica. No será ese su caso, ¿verdad?

RESPUESTA.- No he hecho aún ni testamento. Mi padre sí dejó su esquela escrita y un soneto dedicado a su muerte. Espero que el autor de mi obituario aún no esté matriculado en la Facultad. Por cierto, la sección correspondiente del New York Times, la dirigida por Whitman, tiene más redactores que muchos periódicos españoles completos.

Ignacio Camacho
El periodista Ignacio Camacho (Marchena, Sevilla, 1957), posa durante una entrevista con EFE en Sevilla. EFE/ Raúl Caro.

P.- ¿Para que una necrológica funcione ha de resultar muy viva?

R.- Al menos debe ser literariamente dinámica.

P.- ¿Sólo merecen necrológicas quienes, de alguna manera, han alcanzado la eternidad en vida?

R.- En los periódicos anglosajones se hacen muchos obituarios a personas de relevancia en su comunidad, aunque no sean muy conocidos. Ya se sabe aquello de Chesterton: el periodismo consiste en contar que mister Jones se ha muerto a lectores que ignoraban que estuviese vivo. En mi caso, al tratarse de artículos publicados en la sección de opinión, casi todos son de figuras prominentes, cuyo fallecimiento ya llevaba su correspondiente trato informativo en otras páginas.

P.- Las necrológicas de otro maestro, César González Ruano, ocupan un grueso volumen, ¿La muerte siempre es noticia?

R.- Sí, de manera ineluctable. De hecho, constituye todo un género periodístico.

El género menos efímero

P.- ¿Es la necrológica el género periodístico más literario o es que la muerte es más literaria que la vida?

R.- No sé si el más literario, pero tal vez sea el menos efímero, el que mejor resiste el paso del tiempo. Por eso el libro. Los obituarios son una especie de retratos que el periodismo cuelga en la pared de la Historia. O de la intrahistoria. De todos modos, los obituarios en realidad no versan sobre la muerte sino sobre la vida.

P.- ¿Es cierto que en España afloran más fácilmente las virtudes cuando se muere?

R.- Suele ser cierto. En general soy partidario de escribir necrológicas más bien piadosas. Pero el periodismo debe anclarse a la realidad y un buen obituario no debe soslayar los aspectos problemáticos de la trayectoria del difunto. Tratándolos con respeto, eso sí. En algunas figuras de perfil polémico, o directamente ominoso, no puede soslayarse esas sombras. En este libro hay varios casos, casi todos de dictadores.

Centenar de obituarios

P.- ¿De todas cuál es la que ha sentido más escribir?

R.- Todas las del último capítulo, dedicado a periodistas y comunicadores. En especial, por cercanía personal, las de Gistau, Alcántara, Carlos Cano, Salvador Távora y Julio Manuel de la Rosa.

P.- ¿Es cierto que muchas están escritas con bastante antelación a que sobrevenga la muerte de su protagonista?

R.- Las mías no. Ninguna. La de Alcántara me la pidieron con antelación y no fui capaz de escribirla hasta que falleció. Pero sí, en todos los periódicos hay una ‘nevera’ de personajes célebres que han alcanzado una cierta edad, digamos, peligrosa.

P.- Si eso es así, ¿conoce algún caso en el que el redactor de la necrológica muriera antes que su “retratado”?

R.- Eso dice la leyenda, y así lo he consignado en la introducción del libro. Pero no conozco ninguno a ciencia cierta.

P.-Tras publicar este casi centenar de obituarios ¿se le ocurre una breve definición de eternidad?

R.- De eternidad, no, pero creo que la posteridad consiste en el tiempo durante el cual una persona permanece en la memoria de otras. Y ese tiempo, por obvias razones, no es eterno. EFE