Un hombre desembarca en Fuerteventura con su bebé en brazos, después de que un carguero les salvara a su esposa, al niño y a él de morir ahogados en el mar. EFE/Carlos de Saá

La dignidad del náufrago: Historia del padre, la madre y el bebé salvados por un carguero

José María Rodríguez |

Las Palmas de Gran Canaria (EFE).- El hombre tiene esa mirada al infinito característica de quien ha estado a punto de morir, pero sonríe al bebé que lleva en brazos y lo acuna mientras espera su turno para desembarcar; no es forzado, es su forma de decirle “todo bien, hijo”, porque será él quien lo lleve a tierra.

No todo está bien, camina por el pantalán del puerto de Gran Tarajal (Fuerteventura) con el pequeño abrigado en una de esas mantas que la Cruz Roja reparte en los muelles, sin perder de vista a los camilleros que le preceden: transportan a Mina, su esposa.

La mujer está embarazada de pocos meses y llega muy dolorida, porque el combustible de la neumática en la que ellos tres y sus otros 51 compañeros de travesía se hundieron solo unas horas antes en el Atlántico le ha provocado importantes quemaduras en las piernas.

Son las 21.45 horas del martes, cuando la Salvamar Ízar atraca en el puerto de Gran Tarajal con los 49 hombres, cuatro mujeres y el bebé de siete meses a los que la tripulación del un carguero en ruta hacia Brasil, el Star Toscana, ha salvado de morir ahogados al norte de Tarfaya, en una neumática que se deshacía.

La escena la fotografía y la graba Carlos de Saá, el colaborador gráfico de la Agencia EFE en Fuerteventura, al que le llama la atención el padre con el bebé en brazos, porque por lo general son los marineros de Salvamento o los sanitarios de Cruz Roja los que bajan rápidamente a tierra a los niños cuando son tan pequeños, para que los vea cuanto antes el médico y reciban un biberón caliente.

Miembros de los servicios de emergencia desembarcan en camilla a una mujer con quemaduras en las piernas producidas por el combustible de la neumática de la que fue rescatada, seguidos por el marido de esta, con un bebé en brazos. EFE/Carlos de Saá

Sus fotos retratan a un hombre de origen magrebí, de unos treinta años, que asciende encorvado y con semblante serio con el niño en brazos por la pasarela que sube al muelle, seguido por varios jóvenes subsaharianos que venían en la misma zódiac que su familia.

Sus brazos están tensos, agarran con firmeza al niño. Su mirada, casi en blanco, dirigida al cielo. Detrás de esa foto está la historia de una travesía que comenzó el lunes al norte de Tan-Tan (Marruecos), a casi 300 kilómetros de Canarias, y terminó en naufragio este martes al norte de Tarfaya, en aguas marroquíes.

El grupo había llamado por teléfono satelitario para pedir ayuda, por lo que se solicitó a todos los buques en ruta por la zona que estuvieran vigilantes, hasta que el Centro de Coordinación de Rabat pudiera enviar medios de rescate, ya que estaban en sus aguas.

Los 54 ocupantes de la zódiac tuvieron la suerte de que los encontró el Star Toscana, un carguero de casi 200 metros de eslora que permaneció a su lado durante horas (algunas fuentes de las ONG de ayuda a los inmigrantes aseguran que cerca de ocho).

Pero la neumática comenzó a deshacerse, se hundía y dos personas se lanzaron desesperadas al agua para intentar llegar al carguero a nado. La tripulación de Star Toscana reaccionó con rapidez y pudo salvar a todos con unas balsas de emergencia. Fue finalmente España la que envió desde Fuerteventura un barco de rescate a recogerlos: la Salvamar Ízar, que los transportó al puerto de Gran Tarajal.

Al llegar en tierra, tras asegurarse de que el niño estaba bien, las asistencias se centraron en la mujer de las quemaduras, que además presentaba signos de deshidratación y terminó en el hospital.

El hombre acuna a su hijo en brazos, en presencia de dos voluntarios de Cruz Roja. EFE/Carlos de Saá

Sin perder de vista lo que ocurría en la caseta donde atendían a su esposa, el padre paseaba por el muelle con el bebé. Otra imagen: el hombre se bambolea a un lado y a otro para mecerlo y una mano diminuta sale de la manta para intentar agarrarle la cara. Un policía nacional y una voluntaria de Cruz Roja observan la escena.

“¿Qué edad tiene?”, pregunta alguien. “Siete meses”. Las asistencias le tendieron un biberón, que el niño consumió “casi con desesperación”, relata a EFE una de las personas del equipo de la organización humanitaria que estuvo en el muelle.

“Estaba hermosísimo para tener siete meses”, añade, sorprendida. Hermosísimo y vivo, gracias a un barco en ruta. EFE