Lucía Lacarra: la danza no es algo para puntuar o juzgar, es para disfrutar

Santander, (EFE).- La bailarina Lucía Lacarra, considerada una de las principales figuras del ballet clásico actual, asegura que nunca se hubiese imaginado ganar ningún premio a lo largo de su carrera porque para ella la danza no es algo que se pueda puntuar o que se deba juzgar, “es para disfrutar”, afirma.


En una entrevista con EFE con motivo de su actuación en el Palacio de Festivales de Cantabria, la artista zumaiarra afirma que desde bien pequeña tenía claro lo que quería: poder pasar su vida en un escenario y poder estar en escena pero no siendo la protagonista, sino siendo “la última de la fila”.


“Yo con 11 años cuando hablaba con mi madre la decía: ¿Ves las dos filas de atrás mientras la pareja principal esta haciendo el baile? Yo quiero ser la última”, porque yo lo que quería era pasar una vida en el escenario, yo no me imaginaba ni quería estar la primera de la fila”, cuenta Lacarra, quien reconoce que hubiera sido feliz solo el escenario.

“Completa” en el escenario


Asegura que, a pesar de los más de 15 años que lleva en escena, sigue sintiéndose “completa” sobre las tablas y cree que la suya no es una profesión “tan sacrificada o de mucha autodisciplina” como dicen otros artistas.

Para ella ser bailarina es lo que siempre ha querido hacer y la forma de vida que ha elegido y que implicó dejar atrás a su familia con 13 años para “poder estar en el escenario”.

A Lacarra (Zumaia (Guipúzcoa), 1975) lo que más la gusta es la escena porque teniendo una carrera “tan larga” como la suya el tiempo que uno pasa sobre un escenario es “muy pequeño” comparado con el que tiene que dedicar en un estudio preparándose, creando y ensayando.

Emociones y poder transmitirlas

Una sensación y unos sentimientos que quiere compartir con los espectadores que van a verla a cada obra, porque “las experiencias maravillosas no es igual si no se pueden compartir con alguien”, subraya.

“Considero que la danza es un arte y para que la danza sea un arte tiene que estar plena de emociones y el poder transmitir esas emociones es para mí lo más importante, ya que yo siempre digo que un momento maravilloso es el doble de maravilloso si puedes compartirlo con otra persona”, explica la artista.

Tampoco se imaginaba recibir nunca ningún premio porque de pequeña pensaba que eran concursos y que nunca se presentaría, pero tras ganar el Nijinsky, en 2002; el Benois de la Danse un año después; o el World Ballet Stars, en San Petersburgo en 2011; la bailarina ve esos galardones como una motivación extra para seguir trabajando y como un reconocimiento de su gremio para saber que lo está haciendo bien.

Una bailarina afortunada y agradecida

“No he intentado nunca nutrir un ego porque no creo que sirva de nada en este mundo, yo lo he visto de una forma diferente, nunca he entrado en el mundo de la competición, para mí la danza era algo más espiritual, era ese momento en el escenario”, añade y para quien la considera una estrella, responde que ella se ve como una bailarina “afortunada y agradecida” por que todo lo que ha hecho “no se hubiera imaginado nunca”.

“Forlandia” y “In the still of the night” son las dos últimas obras que esta bailarina ha creado junto al canadiense Matthew Golding, con las que están recorriendo España y Alemania, que son como “sus bebés” y a las que tiene un cariño especial porque ya “las quería” antes de llevarlas al escenario.

Celia Agüero Pereda