Valladolid (EFE).- No es infrecuente que los directores prevengan al espectador sobre lo que van a ver, agradezcan de antemano e incuso expongan sus trabajos durante la proyección de la película, pero el español Lois Patiño ha dado una vuelta de tuerca en “Samsara” con unas instrucciones para comprender… lo que no se ve.
Previo aviso por escrito en la pantalla, Patiño (Vigo, 1983) ha apelado a la complicidad del espectador al pedirle que durante un cuarto de hora cerrara los ojos durante la proyección de “Samsara”, este martes en la sección oficial de la 68ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), en busca de la Espiga de Oro.
Esos quince minutos es el tiempo transcurrido entre la muerte de una mujer en Laos y su reencarnación como una cabritilla en Zanzíbar, un archipiélago situado junto a la costa de África Oriental, una transmigración o viaje espiritual estimulado con sonidos y luces intermitentes de diversos colores.

Lo que no se ve
¿Cómo se puede filmar lo que no se ve? ¿De qué manera se pueden trasladar sensaciones y percepciones?: “Es una película sensorial que se puede ver con los ojos cerrados, para escuchar”, ha explicado Patiño durante una rueda de prensa posterior al pase de “Samsara”, cinta con la que su director obtuvo el Premio Especial del Jurado en la sección “Encounters” de la pasada Berlinale.
“Es un viaje de ojos cerrados por el más allá desde la concepción budista (reencarnación)”, que comienza en un país (Laos) de este credo y concluye en otro de confesión musulmana (Zanzíbar/Tanzania), “espiritualidades diversas para acercar territorios desconocidos”, ha apuntado durante su intervención.
“Samsara”, el tercer largometraje del realizador gallego después de “Costa da morte” (2013) y “Lúa Vermella” (2020), es un invitación a la “experiencia meditativa y comtemplativa”, en este caso a través de bellas imágenes, paisajes, territorios, culturas, costumbres, indumentaria y formas de vida totalmente ajenas al mundo occidental.
Contra el exotismo
Para expurgar el exotismo o cualquier tentación de documental turístico, el realizador ha subrayado la misma idea del más allá o de la muerte que subsiste en la cultura gallega y subyace en sus dos primeras películas, ahora con el libro budista de los muertos como hilo conductor de todo el metraje.
El resultado es una mezcla de belleza, poesía y espiritualidad que exige una predisposición por parte del público y una preparación previa con las instrucciones imprimidas en la pantalla antes de la inmersión o el viaje de un alma a otra, la transmigración que sustenta el filme, el primero que Patiño ha rodado en celuloide.
“Todas mis películas nacen de la voluntad de explorar el lenguaje cinematográfico”, ha insistido el realizador antes de aclarar que las imágenes no encierran un principio y final, sino que son un punto de partido, una semilla “que crece en el espectador”.
En la búsqueda de la trascendencia, Lois Patiño no ha dudado en romper moldes, alejarse la norma par acuñar el presunto concepto de ‘cine espiritual’.
Más cine europeo
Más mundana, ha sido la propuesta del alemán Ilker Çatak (Berlín, 1984), que opta a la Espiga de Oro en Valladolid con “Sala de profesores”, la cuarta película de una trayectoria laureada desde su etapa como cortometrajista.
El enredo administrativo, la estructura educativa y la rigidez o flexibilidad de las normas planean como sugerencias de un filme que protagoniza Leonie Benesch en el papel de Carla Nowak, una joven profesora de origen polaco que se estrena en un instituto donde se ve envuelta en un kafkiano enredo de múltiples derivadas.
Más cine europeo ha disfrutado el auditorio de la 68ª Seminci con el realizador británico Andrew Haig y si “Desconocidos”, la historia de una relación sentimental entre dos hombres, uno de los cuales repasa su biografía en un enigmático regreso a su infancia y adolescencia a través de visitas donde todavía habitan sus padres pese a haber fallecido treinta años antes. EFE