El frío y la lluvia no han arredrado a los pavorosos cucurrumachos, que han vuelto a salir con los cencerros en Navalosa (Ávila).EFE/ Raúl Sanchidrián

Los cencerros vuelven a sonar en Navalosa (Ávila) con los cucurrumachos

Navalosa (Ávila) (EFE).- El frío y la lluvia no han arredrado a los pavorosos cucurrumachos, que este Domingo Gordo de Carnaval han vuelto a cumplir con la tradición, saliendo a las calles de la localidad abulense de Navalosa, de poco más de trescientos habitantes, donde han hecho sonar sus cencerros.


De esta manera, ese sonido constante y monótono ha advertido de la presencia de estos seres ancestrales a los cientos de vecinos y visitantes que, pese a la adversa meteorología, se han acercado a este municipio que conserva esta tradición declarada hace dos años Fiesta de Interés Turístico Regional.


Portando los cencerros a sus espaldas, los aterradores cucurrumachos han ido apareciendo desde distintos puntos de este pueblo situado a 60 kilómetros al sur de la capital, tras haberse ‘vestido’ en casas, garajes y naves con las conocidas mantas pingueras, rematadas con la singular máscara, los útiles del campo y los cencerros.


Así, han ido ‘invadiendo’ poco a poco cada rincón de Navalosa, ante la mirada sorprendida de quienes han presenciado por primera vez, este Domingo Gordo de Carnaval, una de las costumbres más singulares y arraigadas de la provincia de Ávila.


Tras el paseo inicial, los cucurrumachos se han dirigido hacia la plaza del Ayuntamiento, junto al gran tronco de chopo, en torno al cual han danzado estos horripilantes seres ancestrales, acompañados por nueve “quintos nuevos”.

El frío y la lluvia no han arredrado a los pavorosos cucurrumachos, que este Domingo Gordo de Carnaval han salido a las calles de Navalosa (Ávila), donde han hecho sonar sus cencerros. EFE/ Raúl Sanchidrián


De esta forma, el habitual silencio de Navalosa ha dejado paso al estruendo y la fiesta, en torno a las 17.00 horas, cuando estos seres han colonizado cada espacio, una vez concluida su transformación.


Aunque es difícil situar el origen de esta costumbre, se considera que los pavorosos cucurrumachos son seres vinculados a los ritos de exaltación ganadera, las gallegas festas do entroido o a la tradición celta.


El testigo de quintos viejos a quintos nuevos


Año tras año, los “quintos viejos” se meten en la piel de estos personajes cubriendo sus cuerpos con sacos y mantas pingueras, las más características de esta zona de la Sierra de Gredos, para resultar irreconocibles a los ojos del público, ya que tampoco pueden hablar -sólo emiten sonidos guturales-.


Tras colocarse el cinturón que les ha servido para ajustarse la vestimenta y aguantar mejor la pesada carga de los cencerros que sirven para anunciar su presencia, se han dirigido a la plaza del Consistorio, protagonizando una singular ‘banda sonora’.


La última parte del disfraz de los cucurrumachos, la que les otorga el aspecto más fantasmagórico, corresponde a una máscara de madera, rematada por una cornamenta y unas pelambreras realizadas con crines y colas de caballo.


Una vez ataviados, estos seres que han arrojado paja al público más despistado, han recorrido las calles del pueblo, hasta llegar al punto central de la fiesta en torno al gran tronco de chopo, donde les esperaban los “quintos nuevos”, vestidos con traje, dos pañuelos, sombrero negro, cintas y escarapelas, más un bastón.


Previamente, por la mañana, los “quintos nuevos” habían recorrido las casas de la localidad para recoger dinero y todo tipo de viandas -huevos, latas, bebida, dulces…- que compartirán con familiares y amigos, según ha ido relatando la maestra de ceremonias.


Año tras año recita unas coplillas e invita a los “quintos viejos” y a los “quintos nuevos” a dar “una vueltecita y un trago” en torno al tronco, entre descanso y descanso, para después dar paso a la simbólica muerte de la vaquilla, representada por uno de los “quintos nuevos”.