La ciudad de Salamanca y sus alrededores salen al campo este lunes para celebrar su tradicional fiesta del Lunes de Aguas. EFE/ J.M. García

Lluvia y frío deslucen el popular Lunes de Aguas en Salamanca

Salamanca (EFE).- Las previsiones meteorológicas alertaban de que la jornada del Lunes de Aguas en Salamanca iba a estar, como su nombre indica, pasada por agua, y no fallaron y, como un ‘déjà vu’ de la Semana Santa, esta fiesta popular de los salmantinos ha sido un calco a lo ocurrido durante el periodo de la Pasión.

Tras unas fechas en las que las temperaturas más primaverales empezaban a asomar y dejar ver las primeras mangas cortas entre los salmantinos, uno de los días más esperados por los habitantes de esta provincia se tornaba gris y pasado por agua, condicionando la forma de celebrar la popular fiesta del Hornazo.

La ciudad de Salamanca y sus alrededores salen al campo este lunes para celebrar su tradicional fiesta del Lunes de Aguas. EFE/J.M. García

El Lunes de Aguas comenzaba con el cielo encapotado y prometiendo según los análisis de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) la presencia de precipitaciones, fuertes rachas de vientos y temperaturas que rondarán los 12 grados.

Un escenario completamente opuesto a lo que requiere un evento centrado en la reunión con familiares, amigos y otros allegados en los campos charros o en las zonas urbanas, en las zonas en las que la naturaleza es la principal protagonista.

Del Puente Romano a los pisos

El lugar preferido y que más gente acoge en Salamanca durante el Lunes de Aguas, el Puente Romano que cruza el río Tormes, estaba vació a causa del agua y el viento, dando una imagen de tristeza comparándolo con otros años y con los pocos atrevidos a acudir a los alrededores de la milenaria construcción guarecidos bajo sus arcos, protegiéndose de las inclemencias del tiempo.

Entre estos valientes, mayoritariamente jóvenes estudiantes, algunos aseguraban a la Agencia EFE que a pesar del mal tiempo iban a aguantar toda la tarde, confiando en que todo fuera a mejor y las siguientes horas se parecieran más a otras añadas.

Otros, sin embargo, no estaban muy convencidos de continuar allí, manifestando que “si les ofrecían un buen piso” para continuar la celebración no dudarían en romper la tradición salmantina y resguardarse en una casa para proseguir con el festejo.

La ciudad de Salamanca y sus alrededores salen al campo este lunes para celebrar su tradicional fiesta del Lunes de Aguas. EFE/J.M. García

Bolsas de basura, chubasqueros e incluso con cortinas de baño eran algunas de las armas pensadas contra la lluvia por algunos de los presentes para que nada evitara pasar un momento de beber y disfrutar con los amigos.

Los que era su primera vez eran los más convencidos en no abandonar, mientras que los que ya habían vivido estos ratos de ‘botellón’, música y comida en la orilla del Tormes de Salamanca eran los más reacios a continuar.

En este lugar se encontraban tanto naturales de la localidad castellanoleonesa como personas de fuera. Los salmantinos presentes representaban la dualidad de esta Fiesta de Interés Turístico en Castilla y León: por un lado la parte estudiantil y joven que basa sus horas de forma general en el alcohol y, por otra, la parte familiar, más tranquila y con más presencia de la comida.

Comida que no puede ser otra que el ‘hornazo’ tradicional del Lunes de Aguas, una masa rellena de jamón, chorizo, lomo y otros embutidos (algunos con huevo incluso) que no falta en cada corrillo que se reúne para pasar este jornada.

El Lunes de Aguas

El Lunes de Aguas en una fiesta que data del siglo XVI, momento en el que Felipe II, para contrarrestar la lujuria, algo muy presente en una Salamanca que poblaban cerca de 8.000 estudiantes, impuso un edicto que obligaba a la privación de la carne durante la Cuaresma y la Pasión.

La orden del monarca obligaba a las meretrices de la ciudad a exiliarse a la otra orilla del río Tormes y marcharse de la ciudad vieja por cerca de un mes y medio.

Finalizado este periodo, el lunes siguiente al Lunes de Pascua, se terminaba su ‘destierro’ y volvían a la urbe siendo recibidas con una gran fiesta en la que la comida, el alcohol y la carnalidad eran las principales protagonistas.

La costumbre caló y se extendió por los años hasta ser suspendida por su condición pagana. No obstante, ya era algo muy ‘salmantino’ y los oriundos de la localidad decidieron conmemorarlo con un día en el que acudir al campo y comer el hornazo. EFE