Primer plano de un buitre negro en las instalaciones de Grefa en el pueblo burgalés de Huerta de Arriba. EFE/Pablo Rojo Escalona

Recuperar el buitre negro: sin prisa, pero sin pausa

Huerta de Arriba (Burgos) (EFE).- Extinto en la mayor parte de Europa, el buitre negro puede alcanzar los tres metros de envergadura. Necesita hasta dos kilómetros de distancia con otras parejas para nidificar, lo que hace de su recuperación un trabajo costoso y paciente, pero no imposible.


Así al menos lo creen los encargados del Proyecto Monachus en la ong española GREFA, que está trabajando para reintroducir esta especie en España, Francia, Italia y Grecia.

Vista de dos buitres negros en las instalaciones de Grefa en el pueblo burgalés de Huerta de Arriba. EFE/Pablo Rojo Escalona


En el caso español, gracias a este proyecto fue posible instalar ya en 2007 una colonia estable en la sierra de Boumort, en el área pirenaica de Cataluña, y desde 2017 se intenta hacer lo mismo en la burgalesa sierra de la Demanda.


El fin de ambas colonias es “facilitar la comunicación de individuos” entre los ejemplares instalados en el suroeste ibérico y el sur de Francia, según ha explicado a EFE Davide Montanari, doctor en Biología y miembro de GREFA, que trabaja en el municipio de Huerta de Arriba (Burgos).


El objetivo del Proyecto Monachus en esta localidad pasa por liberar por lo menos 100 individuos y consolidar una colonia de unos 70 animales, un plan que parece ir por buen camino ya que en estos momentos existen 98 individuos en la colonia entre los liberados y los criados por las parejas.


De momento, la mayoría son animales introducidos por la organización conservacionista: a mediados de octubre liberó 19 individuos que se sumaron a otros 77 aportados antes y hasta ahora sólo dos pollos han conseguido nacer, desarrollarse y volar sin problemas, ha certificado Ana María Sáez, otra de las naturalistas de esta entidad.


Sáez ha detallado que las parejas de buitres negros ponen un solo huevo por temporada, que incuban una media de 55 días para después criar al pollo durante tres meses, hasta que comienza sus primeros vuelos.

El doctor en Biología Davide Montanari , de la ONG española GREFA, utiliza unos prismáticos para observar buitres negros en las instalaciones de la ONG en el pueblo burgalés de Huerta de Arriba. EFE/Pablo Rojo Escalona


Eso no significa que se emancipe inmediatamente, porque “algunos pueden pasar dos meses más siendo alimentados por sus padres”.


Este año en la época de cría se produjeron 12 puestas de las que nacieron siete pollos pero sólo dos de ellos lograron prosperar pues, de los otros cinco, uno desapareció, se lo llevó una real, y los otros cuatro se cayeron del nido, lo que da una idea de las dificultades para la reintroducción.

Buitres, aves monógamas que se cortejan en otoño


Los buitres son aves monógamas que, como describe Montanari, “empiezan a cortejarse a finales del otoño para escoger el sitio donde nidificar en febrero”.


Su temporada de cría se encuentra entre las más largas de las aves y, al ser animales muy territoriales, su nido guarda hasta dos kilómetros de distancia con los de otras parejas por lo que necesitan grandes extensiones de terreno para prosperar.


Además de trabajar con GREFA, Sáez es ganadera ovina por lo que aprovecha el proyecto de reintroducción de esta ave rapaz para deshacerse de los cadáveres de los animales de su cabaña que mueren, ya que acaban sirviendo de alimento para los buitres negros.

Vista de un buitre negro en las instalaciones de Grefa en el pueblo burgalés de Huerta de Arriba. EFE/Pablo Rojo Escalona


Otros ganaderos de la zona, y también los propietarios de una granja de conejos, colaboran de la misma forma y también lo hacen con cazadores, aunque ha insistido en que tratan de cambiar el modelo para que utilicen balas sin plomo, puesto que este material “resulta muy peligroso” para las aves.


A finales del siglo XIX, indica Montanari, el buitre negro estaba asentado en todo el centro y el sur del Viejo Continente, pero su población fue disminuyendo a lo largo del XX, hasta que en los años 70 quedaban apenas unas “200 parejas en el suroeste de España”.


El censo de población elaborado en 2017 por SEO/BirdLife muestra una clara tendencia positiva con 2.548 parejas, repartidas en 43 colonias y 6 parejas aisladas, siendo Extremadura la comunidad que más parejas alberga: 964.


En el caso de Castilla y León, el último informe de seguimiento redactado por la Junta de Castilla y León en 2020 certifica la existencia de 585 parejas contabilizadas, un número creciente desde las 231 que había en 2000. EFE