Se llama Alla y hasta el pasado 24 de febrero trabajaba como oftalmóloga en Odesa (Ucrania). Desde ese día todo cambió, cerró su casa para huir de las bombas y llegar a España, donde no pensaba que la gente le iba a acoger tan bien como lo ha hecho: "Todo el mundo quiere ayudarnos, eso es lo importante". EFE/Juan Carlos Hidalgo

Alla, refugiada ucraniana: No pensé que nos fueran a acoger tan bien

Madrid, 22 ago (EFE).- Se llama Alla y hasta el pasado 24 de febrero trabajaba como oftalmóloga en Odesa (Ucrania). Desde ese día todo cambió, cerró su casa para huir de las bombas y llegar a España, donde no pensaba que la gente le iba a acoger tan bien como lo ha hecho: “Todo el mundo quiere ayudarnos, eso es lo importante”.

Se llama Alla y hasta el pasado 24 de febrero trabajaba como oftalmóloga en Odesa (Ucrania). Desde ese día todo cambió, cerró su casa para huir de las bombas y llegar a España, donde no pensaba que la gente le iba a acoger tan bien como lo ha hecho: "Todo el mundo quiere ayudarnos, eso es lo importante". EFE/Juan Carlos Hidalgo

En una entrevista con Efe cuenta cómo fue ese día -del que este miércoles 24 se cumplen seis meses- en el centro sanitario donde trabajaba. Su jefe le dijo que se volviera a casa, que Rusia había invadido Ucrania, había estallado la guerra. “Fue un shock”, recuerda Alla, de 54 años, quien recalca que hasta entonces ni ella ni su marido Volodimir habían pensado en emigrar.

Se llama Alla y hasta el pasado 24 de febrero trabajaba como oftalmóloga en Odesa (Ucrania). Desde ese día todo cambió, cerró su casa para huir de las bombas y llegar a España, donde no pensaba que la gente le iba a acoger tan bien como lo ha hecho: "Todo el mundo quiere ayudarnos, eso es lo importante". EFE/Juan Carlos Hidalgo

No tenían por qué. Ella tenía un buen trabajo, su marido, una empresa propia, su hija Olexandra, de 12 años, iba a un excelente colegio. Habían visitado 60 países. Habían vivido “muy bien” en su país.

Sin embargo, la guerra trastocó su vida, como la de todos los ucranianos. “Todo esto ha pasado muy muy rápido, el 28 de febrero mi hija me dijo que tenía muchísimo miedo y desde entonces tuvimos muy claro que teníamos que salir del país”, afirma la mujer.

Así, el 11 de marzo cruzó en tren, junto a su madre Efrosiniy, de 81 años, y su hija, la frontera con Rumanía, llegaron a Italia y desde ahí a España. ¿Y por qué este país? Ya habían estado dos veces de turismo, les gustaba “muchísimo la mentalidad” de los españoles y la sanidad que hay.

Y es que su madre estaba delicada, tuvo cáncer y un ictus en Ucrania, pero además, su marido hace un año sufrió un infarto y aún estaba recuperándose. Él llegó a España un mes después que ellas, cuando en su país tras pasar un tribunal médico, le reconocieron una minusvalía y pudo salir.

Durante la huida del terror de la guerra, Alla no asumía lo que había pasado. El 15 de marzo aterrizaron las tres en Madrid. Primero vivieron en la localidad madrileña de Fuenlabrada, ahora lo hacen en la de San Lorenzo de El Escorial.

“El sentimiento que tengo es que nos han acogido con los brazos abiertos y nos hemos quedado muy a gusto”, afirma la mujer, quien reconoce, con un suspiro, que cuando llegaron no pensó en que le fueran a acoger “tan, tan bien”.

“Pensaba que iba a tener que luchar sola, pero aquí os ayudáis unos a otros y eso me ha gustado muchísimo”, subraya la mujer que añade: “me ha llamado muchísimo la atención lo humanas que son las personas, la buena gente, todo el mundo quiere ayudarnos y eso es lo importante”.

Tiene grandes palabras de agradecimiento para la Comisión Estatal de Ayuda al Refugiado (CEAR), gracias a la cual acuden tanto ella como su hija y su marido a clases de español y también les están ayudando en la adaptación.

En estos más de cinco meses que llevan en España, su hija ha ido al colegio, ella está intentando homologar su título de oftalmología, su marido está terminando cursos para encontrar un trabajo y su madre, tras ser operada en julio en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid, del corazón, se recupera favorablemente.

Sí reconoce que a su hija, quien ve todos los días las noticias y tiene miedo de volver a Ucrania, le está costando un poco más adaptarse, también apunta la mujer que puede deberse a su etapa vital a las puertas de las adolescencia. De momento no tiene amigos pero espera hacerlos en este año escolar.

Y no esconde que para ella la adaptación a nivel mental también es difícil. “Posteriormente -señala- creo que será mas a nivel material y, de momento siento miedo por el futuro, por mi hija y qué pasará después”.

“Pienso en el futuro todos los días, no sé si volveremos, no sé qué decisión tomaremos. Primero tiene que terminar la guerra luego haré lo que tenga que hacer. Lo más importante es adaptarnos aquí y encontrar un buen trabajo, luego, ya veremos”, reflexiona Alla.

Berta Pinillos