Murcia, 3 feb (EFE).- El pintor contemporáneo Juan Uslé, Premio Nacional de Artes Plásticas, fusiona la religiosidad del Barroco con la abstracción, el vacío y el color en su última exposición, “De luz y sangre”, un proyecto creado específicamente para la Sala Verónicas, en Murcia, una iglesia desacralizada que se convierte también en una parte de la propia muestra.

Afincado en Nueva York, Uslé (Santander, 1954) regresa a España con este proyecto en el que ha estado trabajando durante ocho meses de manera “intensiva”, recorriendo iglesias, catedrales y museos, entre ellos el Metropolitan o el Prado, para analizar de cerca obras de maestros del Barroco, principalmente el español.

Durante la presentación de la muestra este viernes, Uslé ha explicado que el proyecto nació la primera vez que visitó esta particular sala, que le llevó a reflexionar sobre la ausencia de luz en el crucero y sobre los retablos que, en otra época, debieron decorar sus paredes, hoy blancas y desprovistas de toda decoración.
Con esa premisa, visitó numerosos templos en Murcia, Valencia, Sevilla y Granada, tomando fotografías con planos detalle de obras de arte sacro, en torno a mil, de las que 440 se exponen en esta muestra, ordenadas sobre una tarima en la nave central.
El espacio bajo el crucero lo ocupa una gran estructura tridimensional revestida de pan de oro, a modo de columna, que se eleva hacia la cúpula en la que el artista echaba en falta algún punto de luz.
Y a los lados del crucero, dos obras de gran formato, inspiradas en los retablos y en los que Uclés ha mezclado la pintura abstracta, su medio natural, con la fotografía de esas obras clásicas analizadas durante el proceso de trabajo.
Los detalles abigarrados de las mismas flanquean al “vacío” del color: azul en un caso, para reflejar la idea de la Virgen María, la mujer, la pureza, y rojo en el otro, en alusión a la sangre.
De hecho, ha reflexionado el autor, ese color rojo es el hilo conductor de la muestra y se repite en los demás “retablos”, en realidad polípticos, que recogen la idea de la herida, la sangre de Cristo, y se mezclan con el negro de las cenizas y la cruz.
En las antiguas capillas del templo que es la sala se distribuyen esas creaciones: en total, 18 pinturas de diferentes formatos y 27 fotografías que conforman seis polípticos que actualizan ese concepto del retablo clásico.
Uslés ha asegurado que en este proyecto se ha “arañado mucho”, ha entrado en una parte de su intimidad en la que se reflejan sus contradicciones, haciendo un viaje desde su infancia, cuando era monaguillo, hasta la actualidad, donde ha renunciado a la religión.
“Ha sido un viaje de fricciones, de contradicciones” que llevó a cabo, en la parte pictórica y compositiva, en su taller en la Comunidad Valenciana, donde pudo trabajar “aislado y centrado”.