El cantante Depedro, en una imagen de archivo. EFE/Ramón de la Rocha

Depedro: “Desde el principio, entiendo la música como un diálogo”

Ferrol, 25 feb (EFE).- Jairo Zavala (Madrid, 1973) lleva por nombre Depedro cuando se viste del músico que es, un artista reconocido y con predicamento por su cóctel de sonidos de raíz, que da un paso más hacia adelante con “Máquina de piedad”, su más reciente álbum, con el que este sábado recala en el Auditorio de Ferrol.

Conversa con EFE y se muestra “feliz de volver”, aunque valora que vive “en una perpetua gira” por la que se siente “afortunado” al tener “el privilegio de hacer mi trabajo y que me dé las cosas más bonitas que me pasan, recibir emoción y cariño de la gente que me viene a ver”.

Ahí reside su apuesta, ya que manifiesta que se hacen “cosas para comunicarse, no hacemos otra cosa que intentar llamar la atención”, y en ese objetivo manda “eso que tenemos en el pecho”, un corazón que propicia sus avances por muy “naif” que parezca hablar de la esperanza o de sentimientos en positivo.

“Un amigo me dijo que la esperanza incluye la espera, la resistencia”, expresa Zavala, que prioriza en sus letras “las cosas que son relevantes en el día a día”, también en este disco, una evolución desde “El pasajero”.

Sostiene que los “artistas hablamos de dos o tres cosas”, el amor y el desamor suelen ser algunas de ellas, “pero variamos en cómo contarlas” y en cómo ofrecer el menú, ya que son tiempos en los que las colaboraciones marcan la pauta.

En su “Máquina de piedad”, Depedro va de la mano de figuras como Leiva, Iván Ferreiro o Guille Galván, de Vetusta Morla, y ese trabajo desde el entendimiento no es nuevo para él: “Desde el principio, entiendo la música como un diálogo; no tiene nada negativo, siempre me he nutrido de él”.

Valora como enriquecedor que sus aportaciones pasen por el tamiz de los “ojos y las bocas de otros”, que se encontrarán con referencias españolas, uno de los “países más mestizos del mundo”, dotado de una musculosa y variada “identidad” cultural.

Por eso, Jairo Zavala afirma que tiene que ser “listo” para intentar “robar de todo tipo de influencias”, también las que proceden de sus propios orígenes, una “familia un tanto atípica” con un padre peruano y con un período en el que sus progenitores residieron en Guinea Ecuatorial.

Desde su infancia, combinó con descaro la música africana con The Beatles o Led Zeppelin; ahora, no sabe “si es por la edad”, intenta “aprovechar mejor la energía” y fluyen con más vigor las “referencias literarias” que más le han marcado.

Ha desembarcado en la “Máquina de piedad” tras su experiencia con “El pasajero” y una incursión en la música infantil, un público especialmente agradecido “cuando lo tratas sin condescendencia; me encontraba poniéndole cosas de hace treinta años a mis hijos, lo de ahora me parece demasiado edulcorado y son niños, no idiotas”.

Las suyas son melodías que huyen del cauce comercial convencional, ante el que Depedro aprecia que lo “importante es que nos dejen carreteras secundarias a los que queremos hacer cosas diferentes”.

Los artistas que han colaborado en su disco, apostilla, brindan sus propios “colores”, matices a una línea común con una clave: “Soy muy celoso de que los sonidos no aplasten a la canción; es un lujo contar con estos gigantes, te regalan su talento”.

Y subraya que las “emociones” afloran sin etiquetas, con “chavales de 14 años cantando canciones de Víctor Jara” décadas después “y no chirría” o con compañeros de faena como Guitarricadelafuente, que beben de aquellos pioneros para seguir siendo puros al compartir su arte.

Raúl Salgado