Un ninot es consumido por el fuego durante la Cremà infantil, con la que las Fallas llegan a su colofón, tras cinco días grandes de fiesta que han tenido todo a su favor, incluido el tiempo, y pueden dejar algunos de los mejores registros turísticos de su historia. EFE/Biel Aliño

Las fallas infantiles y su despreocupada felicidad caen reducidas a cenizas

Carlos Bazarra | València (EFE).- El fuego ha acabado ya con las más de 380 fallas infantiles de València en el último día de sus fiestas, que este año especialmente liberadoras para niños y niñas al no haber ya mascarillas ni otras medidas sanitarias por la covid y por el buen tiempo que han tenido para estar día y noche en la calle.

El ritual de la cremà ha reducido a cenizas, ante las lágrimas y las sonrisas de cientos de niños por cada barrio de la ciudad, los pequeños monumentos que han plasmado sus personajes favoritos de TV y videojuegos, su día a día escolar, social o tecnológico, sus animales “top” -reales o imaginarios-, sus cuentos y sueños, sus nostalgias familiares y, en definitiva, sus despreocupadas vivencias donde los ninots siempre juegan, brincan y ríen.

De nuevo con temperaturas agradables y primaverales, bajo un cielo poco nuboso y una suave brisa -nada que ver con las Fallas del año pasado, dominadas por las lluvias, el viento y el frío-, los más pequeños han visto, a las ocho de la tarde, cómo empezaban a arder sus “minifallas” tras las obligadas tracas que han encendido las falleras mayores infantiles de cada comisión festiva.

Un ninot es consumido por el fuego durante la Cremà infantil, con la que las Fallas llegan a su colofón, tras cinco días grandes de fiesta que han tenido todo a su favor, incluido el tiempo, y pueden dejar algunos de los mejores registros turísticos de su historia. EFE/Biel Aliño
El fuego consume un ninot durante la Cremà infantil. EFE/Biel Aliño

La emoción de las falleras y las fallas infantiles

Su emoción, a duras penas contenida, durante el ritual del fuego purificador que anuncia la primavera ha provocado, además, una suerte de tregua sonora: durante los minutos en que se queman esas pequeñas esculturas, se tiran menos petardos, cuyo estruendo ha sido el “ruido blanco” de la ciudad durante la última semana.

El conjunto de ninots salvados este año del fuego por votación popular es “Día de Pascua en la Albufera”, de la comisión Almirante Cadarso-Conde Altea, una obra del artista Enric Ginestar que como manda la tradición pasará a formar parte de la colección del Museu Faller de València.

A las 20.30 horas ha sido la cremà de la falla infantil ganadora este año en la sección Especial -la que reúne los monumentos de mayor presupuesto-, la de Convento Jerusalén-Matemático Marzal, que con un presupuesto de 45.000 euros y obra de José Gallego con el lema “Tri, tres fallitas en una”, regalaba al público, con colores bien diferenciados (rojo, amarillo y azul para el pasado, el presente y el futuro), un abanico de personajes, deportes o aventuras donde reina el 3 como “número mágico del crecimiento”.

Este año, las once fallas infantiles de la sección Especial se han gastado en total casi 353.000 euros, una cifra que se eleva hasta los 2,1 millones en total.

La falla municipal infantil

Y a las nueve de la noche ha llegado el turno de la falla municipal infantil, fuera de concurso (sus 30.210 euros los paga el Ayuntamiento) y obra, un año más, del dúo de artistas falleros Ceballos y Sanabria, que han rendido homenaje a los bailes y danzas tradicionales de la Comunitat Valenciana.

Al estar enclavada en el centro mismo de la plaza del Ayuntamiento, a los pies de la falla grande -este año, el inmenso corazón de madera diseñado por Marina Puche y ejecutado por Manolo García-, la falla municipal infantil es una de las más admiradas y fotografiadas.

La fallera mayor infantil, Paula Nieto, ha estado acompañada por toda su corte de honor y por el concejal de Cultura Festiva y presidente de la Junta Central Fallera, Carlos Galiana, y ha sido la encargada de prender la mecha que ha dado paso a la “cremà”, tras lo cual todas han prorrumpido en un sollozo inconsolable, a los sones de los himnos valenciano y español y en una plaza abarrotada y a oscuras, para elevar la solemnidad del ritual.

La infancia valenciana se irá en unas horas a la cama convencida de que sus mayores se encargarán de que el año que viene habrá de nuevo una falla en cada barrio, porque así han aprendido desde pequeños que funciona esta fiesta. Ya saben lo que se dice del Ave Fénix y, sobre todo, tienen claro que hay que seguir jugando.