San Sebastián (EFE).- Víctor Erice, primer director vasco en lograr un Premio Donostia, se ha quitado de encima todos los adjetivos que califican a su última película “Cerrar los ojos” de nostálgica o testamentaria, porque “si yo admito eso -ha dicho-, no tengo como horizonte vital más que el museo de cera, la jubilación o el cementerio”.
“Comprendan que me resista, pero ya lo dijo John Ford en “El hombre que mató a Liberty Valance: lo que hay que imprimir es la leyenda”, ha señalado con sorna.
Víctor Erice, primer director vasco en lograr un Premio Donostia
Con gafas oscuras, vestido con una camiseta negra con una pequeña sobreimpresión en la que se veía una imagen de los hermanos Lumiére y después de saludar en euskera, Erice ha reivindicado en varios momentos la integración del arte en la educación, pero una educación estética a la que acostumbre desde la escuela y no que “entre por la puerta de atrás”.
Víctor Erice, primer director vasco en lograr un Premio Donostia, que recibirá esta noche en el mismo escenario en el que vio su primera película cuando era un niño, ha regresado esta mañana a la ciudad que le vio crecer para ofrecer una esperada rueda de prensa, después de su ‘espantada’ en el Festival de Cannes y su larga negativa a dar entrevistas a la prensa.

Y ha ‘justificado’ esas ausencias: “No me reconozco en la promoción de las películas, sé que me convierto en un elemento importante, pero se cuentan las cosas de otra manera a como yo lo he vivido. No quiero ofender a nadie, pero desconfío de la leyenda épica alrededor de mi persona”, ha zanjado.
Un momento épico, a pesar de lo poco que le gusta el adjetivo, que ha sido premiado con un larguísimo aplauso a su entrada en la sala de prensa del Kursaal donde ha dado todo tipo de explicaciones, ha soltado divertidas ironías y hasta se ha emocionado al recordar a su amigo fallecido Jorge Oteiza y al mandar un abrazo a Manolo Solo y al equipo de “Cerrar los ojos”, que se estrena hoy en salas.
Las salas y “El espíritu de la colmena”

Erice ha dedicado gran parte de su intervención a renegar, si bien, resignado, a que el cine desaparezca de las salas.
“Del proyecto original de los hermanos Lumière solo queda la sala cinematográfica; las películas se producen, se realizan y se distribuyen de una forma distinta.
Ahora solo queda la sala como residuo”, se ha quejado. Ha afirmado con rotundidad que el cine es una experiencia colectiva y que ahora las grandes corporaciones la han convertido en un reducto individualista y hacen que se vea en la privacidad doméstica.
“El impulso que hay en las fuerzas que dominan la economía del cine es que nos quedemos en nuestro rincón con nuestros artilugios.
Yo reclamo y reivindico la experiencia pública”.
Y también ha cambiado la forma en que el público recibe las películas, dice.
“Mi generación ha luchado por la excepción cultural y yo les pregunto a todos ¿dónde está ahora?” “El cine me ha dado a mi y a las gentes de mi generación en unos tiempos de miseria y falta de libertades unas horas en las que éramos ciudadanos del mundo.
Y podíamos elegir a nuestros maestros, cineastas que no se creían artistas. Yo creo mucho en la creatividad de un cineasta que no tiene la conciencia de estar haciendo arte.
Yo nunca lo he pretendido, eso -advierte- surge o no surge, y eso es la aventura de la creación”.
El premio Donostia para uno de San Sebastián nacido en Vizcaya
Esta noche, Ana Torrent, protagonista de “El espíritu de la colmena” le entregará su Premio Donostia en el mismo donde hace 50 años recogió la Concha de Oro por aquella película “deudora de un tiempo”, ha dicho.
Y ha hecho reír a los periodistas con un recuerdo de aquella noche: “Subimos a por ella Elías Querejeta y yo… La mitad del cine pateaba y los otros aplaudían, lo cual era un indice de su vitalidad, era una película hecha a contratiempo, o contra el tiempo de lo que eran las pautas del cine en ese momento”.
“Cabe considerar -ha reflexionado- que no es lo mismo ver una película en el momento en que surge que cuando forma parte de la historia del cine y ya ha sido sancionada socialmente”.
Dijo también que sólo con ir al cine descubrió las clases sociales, y la Historia con mayúsculas.
Que respeta al público al que hace dueño de sus obras en cuanto las termina, que el mejor elemento promocional de la comunicación es la emoción y que es mentira que lleve 30 años alejado del cine.
“Yo considero que mi actividad como cineasta ha continuado”, con sus videoinstalaciones y sus cortometrajes íntimos.
“Fuera del marco audiovisual donde solo se contabilizan los largometrajes, hay vida, verdadera vida. Y creo que lo que pueda quedar de cine está ahora en la periferia del sistema”.
Aún así, reconoce que lo que le ha llevado a hacer una nueva película es “la más convencional de las necesidades, la reproducción de la existencia”.