Imagen de archivo de la actriz Alicia Borrachero. EFE/David Fernández

Llega al Fernán Gómez un premio Pulitzer, “Un delicado equilibro”, que solo deja preguntas

Javier Nieto |
Madrid (EFE).- Nada más que preguntas tendrá el público que vaya a ver “Un delicado equilibro”, una obra cuyos diálogos sobre el miedo al descalabro dieron a Edward Albee un premio Pulitzer en 1967 y que en abril tendrá a sus seis protagonistas en el teatro madrileño Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa.

En la idea de los interrogantes que quedan tras caer el telón coinciden dos de las actrices del elenco, Alicia Borrachero (Agnes) y Manuela Velasco (Clara), convencidas de que la obra del dramaturgo estadounidense cobra hoy actualidad por cuestiones como la amistad o la incomprensión del desgarro del otro, la familia, “del miedo a mirar hacia la oscuridad”.

Albee, el autor de “¿Quién teme a Virginia Woolf”, concibió en este drama -en el Fernán Gómez del 4 al 28 de abril- a una pareja (Edna y Harry; Cristina de Inza y Joan Batallé) atribulada por un miedo que no saben describir y que acude en busca de ayuda a casa de sus “mejores amigos” Agnes y Tobías, con quienes convive Clara, hermana de Agnes y habituada a empinar el codo.

A estos cinco personajes se les suma la joven Julia (Anna Moliner), hija de Agnes y Tobías (Ben Temple), que vuelve al hogar después de un último fracaso de pareja, y entonces en esa casa de gente muy acomodada y guardiana de las buenas maneras todo empieza a perder el equilibrio.

Un texto actual de hace 60 años

Con respecto a ese conflicto, las actrices Alicia Borrachero y Manuela Velasco explican en una entrevista con EFE sus pareceres acerca de cómo cobra actualidad hoy el texto que escribió Albee hace sesenta años.

Alicia, cuyo personaje (Clara) es supuestamente “problemático”, considera que en el contexto del conflicto a seis “ella es la única clarividente, la única que habla con claridad y la que ve lo que pasa y lo expresa en voz alta; es uno de esos personajes que parece que no se involucran y comentan poco lo que ocurre, aunque se involucran mucho”.

Esa “claridad” es “un bien escaso en la sociedad actual porque para que haya claridad primero hay que querer ver; no solo poder ver, sino querer ver” los problemas. Hay muchas cosas que no queremos ver y, ya no te cuento, ni queremos decirlas”, dice Alicia Borrachero.

En el caso de su personaje, el hecho de que un “amigo” recurra a ella es intolerable. El personaje diría que “presentarse con un problema en casa, eso no se le hace a un amigo”. Ahí Borrachero ve cómo en la sociedad de estos días “para cierto tipo de gente, hablar de los problemas de otros es casi pornográfico”. Y se pregunta si los vínculos que se tienen “son los que son, los que imaginamos o los que queremos que parezca que tenemos”.

En este punto, Manuela Velasco se pregunta cómo “si las amistades de hoy ya no se mantienen ni siquiera en conversaciones telefónicas, sino con audios o chats, ¿Cuánto queremos de verdad a nuestros amigos?, ¿Cuánto estamos comprometidos con estas amistades?, y por eso no se imagina “lo que sería que una persona ahora dijera ‘me vas a tener que acoger y tolerar (en tu casa) porque soy tu amigo’; todavía -dice- más difícil me parece”.

La apariencia en la vida

En el contexto de las relaciones de las personas en la obra también ve Alicia cómo aparece la idea de “la apariencia”. “En la vida que llevamos las cosas parece que están bien, y ya con las redes sociales mucho más, parece que la persona al otro lado es feliz, que somos amigos; nos acabamos creyendo que la vida es lo que parece”.

Y apunta que en “Un delicado equilibro” Albee “deja muy claro, con humor e ironía, que cuando algo en la vida viene por debajo y pega en toda la línea de flotación -como en el caso de Agnes y Tobías- esa vida parecida a la que teníamos y queremos seguir teniendo no es real; ocurre algo y se empiezan a preguntar ¿Somos amigos o lo parecemos?”.

Manuela Velasco retoma el hilo de lo dicho por Alicia Borrachero con respecto a esas personas “clarividentes”, que parece que no se inmiscuyen pero luego sí pueden ver los problemas, “comentarlos y decir las verdades”. Aunque cree que “la sociedad tolera mal a estas personas que van al foco del problema todo el tiempo, queriendo que salga la verdad y que la gente hable de lo que hay que hablar”.

“Por algo esta obra tan enorme es un Pulitzer”, dice Alicia, y añade que a tenor de la diversidad de puntos de vista, sobre la familia, sobre la amistad, sobre los miedos, lo que queda en el patio de butacas una vez terminada la obra son preguntas”.

“Por mucho que haya sido escrita en 1966 -dice Alicia Borrachero- la obra de Albee pone un espejo ante el mundo de hoy; tiene muchísima vigencia, incluso más ahora mismo”.