Carlota Guerrero, una mirada feminista para el arte

Londres (EFE).- La imagen de la mujer y de la feminidad a lo largo de la historia del arte ha sido “hipersexualizada” y “objetivizada” por la visión masculina y sus cánones de belleza, algo que la artista barcelonesa Carlota Guerrero, que ha retratado a estrellas como Rosalía o Penélope Cruz, trata de replantear con una mirada feminista.

Guerrero explica en una entrevista con Efe que no se siente fotógrafa, sino que utiliza ese medio para hacer “eternas” las imágenes. Desde pequeña se sentía atraída por lo visual, pero no fue hasta que tuvo una cámara analógica en sus manos cuando se enamoró del formato y del espacio que le otorgaba para “experimentar”.

La barcelonesa se define como “una artista muy de internet”, por lo que, con el parón provocado por la pandemia en el mundo del arte, consideró que era el momento idóneo para dar el “importante” paso de plasmar su trabajo en físico, que le permite “cerrar un ciclo”.

El libro “Tengo un dragón dentro del corazón” salió a la venta esta semana de la mano de la filial británica de la editorial alemana Prestel. Una obra que compacta el trabajo de una década y en el que, en palabras de su autora, todas las imágenes “están conectadas” bajo una estructura circular.

“Las imágenes tienen siempre un punto en común, a veces es más obvio y a veces es más personal o más abstracto, pero están en conversación entre ellas”, relata.

Guerrero visualiza su fuerza creativa como un dragón, que le acompaña “en sus momentos bajos” y la mantiene “siempre con dirección” a la hora de crear. Es esa figura fantástica que hace que “no pueda dormir” sin haber dado a luz las ideas que le rondan su cabeza.

ROSALÍA Y SU AMIGA “CARLO”

Comenzó a adquirir notoriedad tras trabajar con Solange Knowles, la hermana de Beyonce; dirigir editoriales para Vogue, Dior, Nike o fotografiar a estrellas como la actriz de “Juego de Tronos” Emilia Clarke, la poetisa Rupi Kaur, o la cantante Rosalía.

De hecho, la autora de “El Mal Querer” firma un texto inédito en el libro, “Dragón de Porcelana”, en el que se refiere a la fotógrafa como “Carlo”. Según Rosalía, Guerrero es una de sus mejores amigas, a quien recurre para traducir al inglés “letras de canciones” y por quien “dejaría lo que estuviera haciendo e iría” a ayudarla si le pasase algo.

Dada la escasez de mujeres fotógrafas en el mundo de la moda, la barcelonesa se siente con la “responsabilidad de hacer de la industria un lugar seguro” para las féminas, y de crear un “espacio” protegido para retratar belleza.

CENSURADA EN REDES

Para una artista nativa del mundo digital como Guerrero, cuya seña de identidad es el desnudo femenino, resulta imposible publicar en redes sociales como Instagram su trabajo sin pixelarlo, de lo contrario se arriesgaría a que le censurasen o le cerrasen la cuenta.

“La censura de Instagram es muy simbólica del machismo en el que está basada nuestra sociedad patriarcal. Es tan absurdo e injusto, que no entro ni a frustrarme con este tema”, confiesa Guerrero.

Sin embargo, el torso y los pezones masculinos no sufren esa prohibición. Una hipocresía que, Guerrero asegura que viene dada por el mundo del arte, donde los hombres obligaron a las mujeres a sentirse “incómodas” con su físico, las cosificaron e hipersexualizaron, y les impusieron unos estándares que eran “imposibles de alcanzar”.

Por ello, le resulta “sanador” el hecho de que cada vez más mujeres alcen ahora su voz para denunciar el “abuso” sufrido en todos los ámbitos de la sociedad y que obliguen a los “hombres culpables” a mirarse al espejo, para entender su papel, su poder, y el dolor que han causado.

Guerrero, en cambio, no quiere controlar lo que sus imágenes generan en aquellos que las ven. “Busco hacer algo que no sea una tendencia, quiero hacer algo atemporal, que aguante mucho en el tiempo”.

Su intención es seguir siendo “un canal” que obtiene información del mundo de las ideas, para plasmarlas en el mundo terrenal. Lo ha hecho con sus imágenes, ahora con su libro debut, y en el futuro confía en poder participar en proyectos “más grandes” y explorar vías como la performance multitudinaria, entre otras. EFE