Vista aérea de la Isla de Cabrera, situada a 15 kilómetros de la costa sur de Mallorca. EFE/aa

La raíz cristiana de Mallorca aflora en un yacimiento del siglo V en Cabrera

Palma, 8 nov (EFE).- En el año 603 el papa Gregorio I mandó un emisario a la isla de Cabrera para castigar las “acciones depravadas” de algunos de los monjes de una rica comunidad monástica establecida allí desde el siglo V, que ahora se investiga en una campaña arqueológica con la que el Obispado de Mallorca busca desenterrar sus “raíces como iglesia”.

El de Cabrera (Capria), la pequeña isla al sur de Mallorca que da nombre al mayor parque nacional marítimo terrestre de España, es uno de los monasterios bizantinos más antiguos del Mediterráneo occidental, el único español de la época del que existe constancia arqueológica y documental gracias a la epístola de Gregorio Magno.

Su conocimiento es “clave para entender la cristianización de Baleares”, ha explicado este martes uno de los codirectores de la excavación, Mateu Riera.

Quiénes eran esos monjes, de dónde procedían, cuál era su actividad y el origen de su riqueza, reflejada en materiales lujosos provenientes de lugares remotos, son algunas de las incógnitas que persiguen desentrañar los investigadores, quienes, tras una productiva campaña en 2022, tienen previstas cuatro más hasta 2026 para buscar, entre otros restos, los de la iglesia del monasterio.

Respecto a cuáles fueron los pecados y “crímenes” que motivaron la severa intervención del papa, ya fuera la esclavización de niños, la convivencia con mujeres o la avaricia, como ocurrió en otros casos que castigó el mismo pontífice, Riera cree que no serán desvelados por los restos materiales. “Eso es algo que nunca sabremos”, ha asegurado.

El proyecto de Cabrera, que financia el Obispado mallorquín con 5.000 euros anuales tras suspenderse en 2020 la financiación institucional por problemas burocráticos, comenzó en 1999 a raíz del descubrimiento casual en unas obras hidráulicas en la zona del puerto de la isla principal del parque nacional.

De los pocos monasterios de la época investigados, escasísimos en el poniente de la cuenca mediterránea, se sabe que se radicaban en espacios aislados para “imitar el desierto” y existen otros casos de “islas santas” comparables al de Cabrera, ha relatado el arqueólogo.

En el entorno del cenobio, dentro de un área de unas 10 hectáreas de la que solo se ha excavado un 5 %, se encuentran cinco tumbas cubiertas de losas con algunas inscripciones y también bases de muros de edificaciones de almacenamiento, pero los investigadores buscarán en la próxima campaña la iglesia que suponen que no debe estar lejos de los enterramientos.

“Tenemos la campaña a punto de caramelo para excavar en 2023”, ha subrayado optimista Riera, cuyo equipo cuenta con la ayuda de la dirección del Parque Nacional de Cabrera, que aloja a los arqueólogos en las dos semanas de trabajo de campo, les facilita el transporte y contiene la expansión de la vegetación en el área.

Los restos que han permitido la datación y aportado indicios sobre los recursos al alcance de los monjes son numerosas piezas cerámicas, mármoles y piedras talladas de diversos orígenes, desde Grecia a Turquía, del norte de África a Italia.

Particularmente indicativos de la riqueza de la comunidad son una veintena de fragmentos lámparas de vidrio, propias de “basílicas, baptisterios y palacios”, ha incidido Riera, que considera que los monjes confirmaba una comunidad próspera y “relativamente numerosa”