El volcán de La Palma, poco a poco conocido como Tajogaite, remató muchos pequeños negocios de la isla que trataban de levantar la cabeza tras la pandemia, entre ellos a algunos de turismo activo que llevaban a los visitantes a ver las estrellas en las diáfanas noches de la isla o a caminar por sus senderos.Cerca de una decena de estas pequeñas empresas se aferran a este nuevo vecino volcánico para sobrevivir y organizan visitas a la zona cero, porque su atractivo cautiva. EFE/Miguel Calero

El atractivo turístico del Tajogaite: “La ceniza está recién horneada”

Andrés Campos Palacios

Santa Cruz De Tenerife, 15 sep (EFE).- El volcán de La Palma, poco a poco conocido como Tajogaite, remató muchos pequeños negocios de la isla que trataban de levantar la cabeza tras la pandemia, entre ellos a algunos de turismo activo que llevaban a los visitantes a ver las estrellas en las diáfanas noches de la isla o a caminar por sus senderos.

Cerca de una decena de estas pequeñas empresas se aferran a este nuevo vecino volcánico para sobrevivir y organizan visitas a la zona cero, porque su atractivo cautiva.

“La ceniza está recién horneada, el volcán aún humea y echa gases, observar el recorrido de las coladas impresiona”, comenta Ana García, propietaria de AstroLaPalma, y así se lo transmite un nuevo tipo de visitantes que acuden raudos a la isla para conocer el volcán.

Algunos son tan curiosos y llegan con tal ansia de conocer el Tajogaite que se presentan a la excursión directamente desde el aeropuerto, antes incluso de haber dejado la maleta en el hotel.

Sorprende a los visitantes la rapidez con que la vida se abre paso en las condiciones más adversas: “Hay castaños con todo el tronco enterrado por la ceniza, solo se ven algunas ramas, pero de ellas brotan hojas y frutos”, narra la propietaria de esta empresa.

La idea de aprovechar la catástrofe del volcán como atractivo turístico surgió desde el principio, cuando, presencialmente o en las pantallas, el mundo asistía con inquietud y dolor, pero también con fascinación y curiosidad, a una erupción volcánica en directo.

Pero organizar excursiones a la zona de exclusión no es algo que pueda improvisarse ni hacerse a la ligera, “sería una locura”.

Se requiere calidad en el producto, seguridad, planificación, conocimientos, preparación y formación, explica Ana García.

Y destaca que entre tantas administraciones, solamente los ayuntamientos de Fuencaliente y El Paso tomaron la iniciativa la primavera pasada para formar a las empresas de turismo activo y a sus guías, de la mano de los científicos del Instituto Geográfico Nacional, para llevar a cabo estas visitas, en las que se acercan hasta a un kilómetro del cono.

En Semana Santa se abrió una prueba piloto para los residentes locales y en junio comenzaron las visitas regulares, que desarrollan unas ocho empresas, algunas como complemento a otras actividades principales y otras de manera más intensiva.

AstroLaPalma se dedica principalmente a las actividades nocturnas de observación del firmamento en “el mejor cielo del mundo”.

“Siempre teníamos en mente combinar volcanes con estrellas, porque cuando haces ecoturismo incorporas el entorno, pero no nos habíamos planteado hacer rutas solamente de volcanes”, apunta Ana García.

Aunque su intención inicial era organizar visitas al Tajogaite en el atardecer, para después aprovechar y observar las estrellas al oscurecer, esa propuesta no ha sido posible, porque el acceso a la zona de exclusión queda cerrado a partir de la puesta de sol.

De este modo, las visitas siempre se producen a la luz del día, con presencia de agentes de medio ambiente que garantizan la seguridad de la actividad y que, ante cualquier señal de alarma, como presencia de gases, avisan de que hay que abandonar la zona.

“Son grupos de catorce personas como máximo, con vigilancia y con guías muy bien formados”.

Como el resto de pequeñas empresas de turismo activo, la covid paralizó prácticamente la actividad de AstroLaPalma.

En el verano de 2021 empezaban a levantar cabeza y habían recuperado a dos de los seis empleados con los que contaban en los buenos tiempos.

Pero el volcán los mandó de nuevo a casa, no porque impidiera la actividad de observación de estrellas, que se programaban en el norte de la isla al abrigo de las cenizas, sino porque desaparecieron los clientes.

Ahora, tras el fin de la erupción y sumando la nueva actividad de visitas al volcán, la pequeña empresa cuenta con tres empleos, la mitad que antes de la concatenación de desgracias: “Ni de lejos estamos como en 2019” y no parece claro que eso vaya a ocurrir en un futuro próximo.

En una isla donde clientela europea es la base del sector turístico, han sido los visitantes nacionales los que han salvado este tipo de negocio.

Normalmente, en verano los visitantes españoles eran un tercio del total, en 2022 han sido prácticamente todos, y además muy solidarios y con ganas de gastar en la isla, comenta Ana García.

“Lo pago gustosamente, es mi manera de aportar”, le dicen muchos.

El éxito de esta primera experiencia en la visita de volcanes no aleja la incertidumbre, porque nadie sabe por ahora qué pasará en invierno, si volverán los turistas europeos o si se mantendrá el interés por conocer a Tajogaite.

“Hay bastante miedo e incertidumbre por el futuro y por eso todo el mundo se está dejando la piel trabajando quince horas y sin días libres, porque no sabemos si el invierno será problemático o si habrá trabajo”, explica la emprendedora.

Para Ana García, La Palma vive aún “un duelo que no ha terminado”, parte de la sociedad aún no ha reaccionado ni se ha adaptado a la catástrofe, porque “cuesta empezar de nuevo”.

“Hay quien sigue esperando a 2019, pero nada va ser igual”, dice Ana García.

Ella tiene claro que no quiere abandonar la isla ni su actividad, porque no solo se trabaja por el dinero: “Yo soy física, hago lo que me gusta, tengo dos hijos, mi empresa es mi tercer hijo, esto es lo que quiero seguir haciendo”, proclama. EFE

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