Una persona recoge pellets este jueves, en la playa de Traba, situada en el concello coruñés de Laxe (Galicia). EFE/Cabalar

Nicolás Olea: “Todos los plásticos en el medioambiente, fragmentados, son tóxicos”

“La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) dice que no está estudiado. No se han realizado reportes por parte de la entidad, están pendientes de realizarse”, afirma.

Según el experto, esta agencia, con sede en Finlandia, realiza la valoración toxicológica de todo lo que hay en el mercado europeo y tiene una lista de 35.000 compuestos a analizar, de los que solo ha realizado un centenar.

“Queda mucho para saber la realidad de ese producto. Mientras tanto, lo único que tenemos es lo que la propia casa comercial presenta a través del Registro de sustancias y mezclas químicas (Reach) ante la administración europea sobre la seguridad del producto”, explica.

Para Olea, el problema radica en que se evalúa la toxicidad o seguridad de un compuesto en función “de lo que se sabe” y no “de lo que no se sabe”.

“La información que hay es muy escasa. No sabemos nada de su degradación ambiental, de sus interacciones o de su metabolismo. Si se tuvieran que evaluar los productos químicos en cuanto a lo que no sabemos, habría 35.000 que no se podrían utilizar porque no están estudiados. En cambio, de los que sí están evaluados, gran parte quedan prohibidos o restringidos”, advierte.

Acompañando a este tinuvin hay otros dos protectores. El Irganox 1010 e Irgafos 168, “ambos sin estudiar o bajo evaluación”. Según Olea, los tres tienen fórmulas o estructuras “que no gustan nada”, a pesar de que “no está demostrada su toxicidad”.

“En otras palabras. Si no está demostrada su toxicidad todos deberíamos pensar que son tóxicos, hasta que no se demuestre lo contrario. El problema es que el planteamiento de la administración es el contrario: son buenos mientras que no se demuestre su toxicidad”, denuncia.

El Irgamox es cinamato y como tal, se sabe que muchos de ellos son disruptores endocrinos. Por otro lado, el Irgafox es un derivado del fosfito, y muchos de estos compuestos ya están prohibidos.

Por tanto, Olea recomienda “protegerse y aplicar el principio de precaución” al entrar en contacto con los pellets.

A su juicio, “todos los plásticos en el medioambiente, fragmentados, son tóxicos”, tal y como demuestran diversos estudios, que señalan que existen efectos nocivos como “inflamación, estrés oxidativo, disfunción inmune, alteración bioquímica del metabolismo, efectos sobre la proliferación celular y disrupción de la microbiota”.

El experto señala que hay que tener en cuenta también los llamados “adheridos”, puesto que los aditivos no son “estructurales” y “no están pegados al polietileno”, de manera que al ser “lipofílicos” se les pega a ellos una capa de grasa que adquiere bacterias y que se conoce con el nombre de “plastisfera”.

“Los gérmenes pueden entrar en el intestino y transformar la microbiota intestinal, pegados a micropartículas de plástico. Es el ‘Caballo de Troya’ de la microbiota, fragmentos microscópicos de plásticos cubiertos de grasa y llenos de gérmenes”, asegura.

Olea es muy crítico y advierte que se está “ante una exposición química de plásticos y derivados que no tiene antecedentes en la historia de la Humanidad” y que las nuevas generaciones “lo están mamando desde que nacen”.

Sugiere que los análisis de los pellets que está realizando la Xunta “no van a servir de nada”, porque no se va a encontrar “ni arsénico ni cianuro”.

“Se amparan en que no hay información para decir que no es tóxico y que son compuestos que están conformes a la normativa. Pero muchas cosas son legales y no quiere decir que sean inocuas”, manifiesta.

Y pone un ejemplo muy ilustrativo relacionado con el tributilo de estaño, un aditivo de la pintura antialgas de los barcos que se prohibió en toda Europa debido a que sus componentes afectaban a determinados moluscos, cambiando su sexo. Una prohibición que solo pudo conseguirse tras estudiarse este compuesto en profundidad por científicos, algunos de ellos, gallegos.