Talibanes hacen guardia de seguridad en Kabul, la capital afgana, en el cuarto aniversario del acuerdo con Estados Unidos. EFE/EPA/Samiullah Popal

El acuerdo de Doha, el pacto con el que EEUU entregó Kabul a los talibanes y a China

Kabul/Pekín (EFE).- En el cuarto aniversario del acuerdo de Doha (2020), firmado entre el Gobierno de Estados Unidos y los talibanes afganos, el pacto sigue siendo observado como uno de los mayores errores de Washington en Afganistán, con la entrega del poder al movimiento armado y la pérdida de influencia en un territorio que ahora reconquista China.

Este mes cuando el secretario de Naciones Unidas, António Guterres, convocó una reunión -también en Doha- con los representantes internacionales y el Gobierno de facto de los talibanes, los fundamentalistas rehusaron participar, poniendo una serie de condiciones y demostrando que ellos ahora controlan las conversaciones.

“Si esto (el acuerdo y el resultado de Doha) está bien, ¿para qué los últimos veinte años de guerra? Estados Unidos entregó intencionadamente Afganistán a un grupo extremista a pesar de los cientos de miles de soldados del ejército nacional y los sacrificios del pueblo afgano”, cuestiona el analista Abdul Haleem Nasiri.

Agentes talibanes en un control de seguridad a peatones en Kabul
Agentes talibanes en un control de seguridad a peatones en Kabul. EFE/EPA/Samiullah Popal

Vacío de intereses

El vacío se sigue expandiendo entre los intereses de Occidente y Afganistán, porque el acuerdo de Doha no solo precipitó la caída del gobierno democrático, también abrió la puerta a una ‘desoccidentalización’ de Asia Central. 

Para países fronterizos como China, con una frontera de 92 kilómetros con Afganistán, la comunicación con el nuevo orden de Kabul es una necesidad por su seguridad y porque mantiene activa una bisagra con Asia Central y meridional.

China “nunca ha rechazado a Afganistán como país vecino y necesita tener una relación estrecha como la que también mantuvieron durante veinte años de gobierno anterior”, dijo a EFE el experto político Abdul Jabbar Akbari, que agregó que la creciente relación entre Pekín y Kabul “puede crear un dolor de cabeza para las políticas de Estados Unidos en Asia Central”.

La reconquista china

Desde el regreso al poder de los talibanes en agosto de 2021, China ha concedido varios gestos diplomáticos y el pasado 31 de enero, su presidente, Xi Jinping, recibió las credenciales del talibán Bilal Karimi, que ha sido hasta hace poco el portavoz adjunto del grupo.

China se convertía así en el primer país en acreditar oficialmente a un embajador afgano pese a que los talibanes no cuentan con el reconocimiento de la comunidad internacional.

Un vendedor espera a los clientes en un día frío en Kabul
Un vendedor ambulante espera a los clientes en un día frío en Kabul. Samiullah Popal

“Que China haya aceptado al embajador talibán es a la vez paradójico y transaccional, para salvaguardar su interés en las minas y el litio de Afganistán y mantener a los talibanes contentos de hacer futuros aliados, explicó a EFE el analista Abdul Haleem Nasiri.

China también “está siendo cautelosa”, advierte el analista, para referirse a posibles dudas de Pekin de que los talibanes tengan alguna alianza discreta con EEUU,  por lo que tendría que “manejar ambos bandos con cuidado”, añadió Nasiri.

El académico Qian Feng, investigador del Instituto Estratégico Nacional de la Universidad de Tsinghua y del Instituto Taihe, explica a EFE que, para Pekín, la prioridad es “la situación de seguridad” y que los talibanes tomen “medidas decididas contra todas las fuerzas terroristas” y que “garanticen la viabilidad de los proyectos de China”.

“Afganistán no puede convertirse otra vez en refugio y caldo de cultivo para el terrorismo”, asegura.

Pekín apuesta por la estabilidad

China, crítico con el papel de Estados Unidos, incide en su oposición a la intervención de fuerzas extranjeras en Afganistán y, según Qian, busca desarrollar relaciones “sólidas” basadas en la cooperación que, a medio plazo, dejen una negociación para establecer relaciones diplomáticas.

China apuesta por una prosperidad económica y estabilidad política que evite “turbulencias” y que garantice un entorno externo favorable para el comercio, considera el experto.

Lugareños caminan junto a un cementerio cubierto de nieve en Kabul, la capital afgana
Lugareños caminan junto a un cementerio cubierto de nieve en Kabul, la capital afgana. Samiullah Popal

“Hay que decir que desde que este gobierno talibán tomó el poder se ha reducido la violencia, ha mejorado la seguridad y se ha luchado contra el cultivo, la producción y el comercio ilegal de drogas. También están mejorando a la hora de construir una estructura política abierta y de proteger a las minorías, al menos en comparación a su mandato anterior”, asevera el académico.

Pekín busca también proteger sus proyectos de inversiones en Asia Central y evitar la propagación del terrorismo regional tras la retirada de las tropas estadounidenses.

Analistas han puesto también sobre la mesa el interés de China en los recursos naturales de Afganistán, entre los que se encuentran petróleo, depósitos de litio o tierras raras -elementos vitales para el desarrollo y producción de tecnologías como las baterías de los vehículos eléctricos- cuyo valor se estima en cerca de un billón de dólares.