La bailarina vasca Lucía Lacarra. EFE/ Villar Lopez

Lucía Lacarra vuelve a Pamplona con su propia compañía y un espectáculo “emocional”

Pamplona (EFE).- La bailarina vasca Lucía Lacarra vuelve a Baluarte de Pamplona cinco años después de su última visita, en esta ocasión con su propia compañía y con un espectáculo, “Lost Letters”, con una historia detrás “muy bonita y muy emocional, basada en el amor y en cómo la guerra puede hacer sufrir al ser humano”.

Lo ha dicho la propia Lacarra en rueda de prensa, antes de la función el próximo 19 de mayo, en la que presenta en Pamplona el Lucía Lacarra Ballet, un proyecto con el que además de su propia visión de la danza pretende promocionar e impulsar a bailarines jóvenes, con la vista puesta en los del País Vasco.

La artista internacional, aliada con el coreógrafo Matthew Golding, ha relatado la génesis de “Lost Letters”, una historia que les atrapó hace años, antes de las actuales guerras en Ucrania y Gaza, y que se ha visto de actualidad con estos y otros sucesos bélicos, aunque se ubica en la Primera Guerra Mundial, cuando la vía de comunicación entre los soldados y sus familias era el correo postal y las cartas manuscritas.

La carta de un soldado

La incertidumbre de si esas misivas llegarían a su destinatario y de si cada una de ellas sería la última por la posibilidad de que el soldado muriera en la guerra pergeña el argumento de “Lost Letters”, que recoge la idea de una carta en la que un soldado le pedía a su mujer que rehiciera su vida y continuara adelante si él no volvía.

La reflexión d de Lacarra y Golding es sobre qué hubiera pasado si esta mujer no hubiera recibido la carta aunque en su caso, “en este espectáculo hay un final feliz”, ha avanzado.

El relato visual transcurre para el espectador con una doble plataforma que puede ver de manera simultánea: Una, la proyección de un trabajo audiovisual rodado en Zumaia en noviembre de 2022. La otra, la que en tiempo real desarrollan sobre el escenario la propia Lacarra junto a Golding y otros 8 jóvenes bailarines surgidos de una selección de la compañía en los Teatros del Canal de Madrid.

Una atmósfera emocional pesada

Richter y Rachmaninov son los autores de la música empleada en “Lost Letters”, que junto a las imágenes, las coreografías de Golding y las interpretaciones de los 10 bailarines ofrecen una “atmósfera emocional no triste, sino pesada”, que acompaña a la trama.

Lacarra ha recordado que la producción se estrenó en octubre en Bilbao y ha pasado también por Madrid y Vitoria, ocasiones en las que ha comprobado “el verdadero termómetro, que es el público”, ha dicho satisfecha de la reacción y el resultado de esta historia “muy bonita y muy emocional, basada en el amor y en cómo la guerra puede hacer sufrir al ser humano”.

La idea del proyecto, con música y argumento, ya estaba finaliza en la mente de sus creadores en 2021, y “por desgracia dos años más tarde, cuando se ha estrenado, ofrece un concepto que ha vuelto completamente actual”, ha señalado en relación a los conflictos bélicos actuales.

Al respecto ha reconocido que las décadas vividas en Europa tras la Segunda Guerra Mundial y hasta hace poco han dado “generaciones con mucha suerte”, como la que reconoce que ella misma ha tenido, ya que su propia hija, con 9 años, “ha vivido una pandemia y dos guerras. Lo vive como algo normal, y no lo es”, ha lamentado.

En todo caso, ha advertido de que en el espectáculo no se ve ninguna escena bélica, sino que “se centra en las personas, en lo que el ser humano sufre, en el daño colateral de la guerra”, ha dicho.

Desmotivación de los bailarines

También ha incidido Lacarra en su deseo, con la fundación de su propia compañía, de “aportar un grano de arena a la danza actual”, tras comprobar que, tras dejar el País Vasco a los 14 años para continuar fuera su carrera como bailarina, a su vuelta no ha visto “nada diferente. No hay compañías, no hay ayudas, no hay nada diferente” al panorama que dejó entonces, algo que “desmotiva” a los bailarines.

Por ello, ha explicado que ha asumido en esta producción el “trabajo inmenso y el riesgo enorme” de integrar a bailarines, algo que les ha aportado “otra motivación”, y es la de “hacer una labor de ayuda a las generaciones actuales y del futuro” de la danza, dando a los jóvenes “el primer voto de confianza poniéndoles en el escenario”.

A futuro, y dado el proyecto que ya trabajan con el Ayuntamiento de Zumaia para la rehabilitación de un antiguo convento como lugar para residencias, ensayos y actividades de la compañía, Lacarra ha reconocido que el objetivo es “intentar potenciar el talento que hay en el País Vasco, que es muchísimo”.