La cerámica sublima a Picasso como artista

Valladolid (EFE).- Más de tres mil cerámicas dejó a su muerte Pablo Picasso (1881-1973), una pasión que sembró durante su infancia y germinó en su última etapa creativa para dejar constancia de su condición de artista total, experimental y vanguardista como acredita una exposición inaugurada este viernes en Valladolid.

“Tierra y fuego”, lema de la colección expuesta hasta el 15 de septiembre con fondos de la Fundación Fran Daurel, resume la capacidad de seducción que el barro y el horno obraron sobre el genio creativo de Picasso, una materia que le abrió la posibilidad de nuevos planteamientos artísticos y formas de expresión.

La cerámica “le permitió una confluencia de técnicas y motivos pictóricos” y le produjo una “honda emoción al comprobar la trasmutación de colores en el horno”, ha explicado la comisaria de esta exposición, Helena Alonso, durante su apertura en la sala de la antigua Iglesia de Las Francesas.

Sus obsesiones, gustos y pasiones los volcó a través del barro cocido, que asumió como un terreno para la experimentación, estudiar y ensayar nuevas técnicas, motivos y colores en platos, fuentes, vasijas, placas, estelas, ceniceros, jarras y azulejos, principalmente desde 1946, recién finalizada la II Guerra Mundial.

Contaba casi 65 años y entonces, al igual que sus coetáneos vanguardistas, utilizó esta modalidad “en su deseo de romper la jerarquía establecida entre los diversos géneros artísticos”, ya que la alfarería y la cerámica eran consideradas entonces como una entidad de rango menor o relegado a un estatus meramente decorativo, ha añadido la comisaria.

Al igual que el grabado y el dibujo, esta disciplina también facilitó que la obra de Picasso llegara a un público más amplio y diverso.

Desde las figuras rojas y negras, características de la cerámica ateniense, hasta la tradición alfarera de la España medieval, Picasso volcó una diversidad temática que delata un estudio pormenorizado y una voluntad de elevar de categoría al barro como instrumento de expresión, ha precisado Helena Alonso.

A la tierra y la alquimia del fuego, el trato con la cocción y su repercusión en las formas y colores, dedicó de lleno su pasión creativa desde los 65 años hasta su fallecimiento como testimonia una de las cerámicas expuestas, fechada en marzo de 1973, el año de su muerte, donde queda patente su “interés en volver a los orígenes de la civilización con alusiones mitológicas”.

Si algunos compañeros de generación como Chagall y Matisse recurrieron al barro de forma puntual y con miras ornamentales, Picasso se interesó por el proceso completo, y se recreó en las técnicas artesanales que dominó con evidentes resultados desde que en 1946 visitó la localidad francesa de Vallauris, de estirpe alfarera.

Se instaló en esa población, en un antigua fábrica de perfumes, y hasta 1954 desplegó una intensa actividad, primero sobre superficies planas como platos, fuentes o azulejos, y más tarde con volumen y temáticas variopinta: cabras, búhos, motivos taurinos y mujeres según se aprecia en esta exposición.

“Tierra y fuego” reúne una treintena de piezas que se confrontan con grabados “para establecer un paralelismo entre el papel y el barro, donde se aprecia una similitud de trazos en soportes distintos”, ha explicado la comisaria. EFE