Un joven posa junto a su campo de mijo en los alrededores de Niamey, amenazado por una plaga de orugas, en Niamey, Níger. EFE/ Issa Ousseini

La hambruna obliga a los habitantes de Níger a dejar sus pueblos

Issa Ousseini |

Niamey, 26 sep (EFE).- Originaria de un pueblo del oeste de Níger, Halimatou Gabeye se trasladó hace cuatro años con sus tres hijos a la capital, Niamey, junto a muchas otras familias que abandonaron sus casas huyendo de hambruna en Níger por la sequía y los periodos de fuertes lluvias e inundaciones.

Gabèye decidió dejar su pueblo, Banibango, en la región de Tillaberi, después de una mala cosecha que tuvo que recoger ella sola. Había perdido a su marido en un ataque terrorista, otro de los grandes problemas a los que se enfrenta este país del Sahel.

“Tras la muerte de mi marido, me quedé un año en el pueblo para cultivar el campo familiar, pero soy una mujer sola, sin apoyo ni recursos, y con tres niños pequeños. Resultó muy difícil. La cosecha fue decepcionante por las inundaciones, por eso dejé mi pueblo para buscar trabajo en Niamey”, cuenta a Efe desde las afueras de la capital.

El problema de la hambruna en Níger ha levantado las alarmas de Intermon Oxfam, que en su último informe de hace unos días destaca que 2,6 millones de personas sufren hambre severa en el país, un 767 % más que en 2016.

Un año de inundaciones, otro de sequía

A 60 kilómetros de Niamey, en Wankama, vive desde hace solo unas semanas otra víctima de la hambruna en Níger, Adamou Kimba.

“Acabo de llegar con mi familia después de que las fuertes lluvias de agosto inundasen nuestro pueblo y los campos. Hemos perdido toda esperanza de tener una cosecha este año”, lamenta.

Kimba señala que el año pasado la cosecha fue “catastrófica” por la sequía y este año “es la abundancia de las lluvias la que nos priva de alimentos”. “En cada temporada de lluvias cultivamos el campo sin estar seguros de que vamos a conseguir algo”, añade.

El cambio climático está afectando duramente a Níger en los últimos años, especialmente a los pequeños agricultores que no consiguen producir suficientes alimentos para comer hasta la próxima temporada.

Incluso cuando se anuncia un buen año agrícola, el excedente de alimentos no cubre las necesidades de la población a nivel nacional.

De hecho, el Gobierno nigerino se ha visto en la necesidad de lanzar un llamamiento a la comunidad internacional para apoyar a la población que sufre inseguridad alimentaria a través de diferentes mecanismos como el plan de urgencia humanitaria.

A causa del déficit cereal y de pienso registrado en 2022, el gobierno pidió ayuda a sus socios para apoyar a 4,4 millones de personas que, según el ejecutivo, están en situación de inseguridad alimentaria severa.

Hambruna estructural en Níger

Según Oxfam, la producción de cereales se ha desplomado en casi un 40 % entre 2020 y 2022 porque los fenómenos meteorológicos extremos, unidos a los incesantes conflictos, dificultan cada vez más las actividades agrícolas.

En su reciente informe, el organismo advierte de que si el calentamiento global supera los 2° centígrados, la producción de alimentos básicos como el mijo y el sorgo podría desplomarse en el país africano hasta un 25 % más.

“Hay una evolución de la hambruna que corrobora los datos del reciente informe de Oxfam, en el que Níger ocupa la cuarta posición entre los diez países donde este fenómeno está en alza”, indica el agrónomo nigerino Sadou Boubacar.

Boubacar atribuye también la crisis agrícola a la escasez de recursos (casi un 10 %) destinados a la agricultura en los Presupuestos del Estado.

“Más del 80 % de los productores rurales nigerinos se dedican a la agricultura familiar de subsistencia en terrenos desgastados con métodos arcaicos y no subvencionados por el Estado. ¿Cómo se puede esperar un rendimiento en este contexto de cambio climático?”, critica.

En un campo cercano a Niamey, el joven Abdulwahab corrobora estas carencias junto a su campo de mijo, amenazado por una plaga. “Tememos perder una buena parte este año a causa de las orugas. No tenemos medios para luchar contra ellas”, explica a Efe.

Para Djibou Adamou, miembro de una ONG local activa en el ámbito de seguridad alimentaria, la hambruna “dejó de ser coyuntural y se convirtió en estructural en las últimas décadas en nuestro país”.

“Lo más chocante es que esta hambruna afecta a los niños, que son víctimas de desnutrición con sorprendentes tasas de prevalencia. La tasa global de desnutrición es de 12,5 %, por encima del umbral de alerta”, lamenta.

Edición web: Rocío Casas