Aanya Wipulasena |
Colombo (EFE).- W.D. Karunawathi, de 55 años y madre de tres hijos, lleva dos días haciendo cola junto a miles de esrilanqueses frente al Departamento de Inmigración y Emigración en Colombo, a la espera de recibir un ansiado visado que le permita trabajar en el extranjero y escapar de la crisis económica que azota a Sri Lanka.
En medio de una inflación desbocada y ante un costo de la vida inasumible para muchos, Sri Lanka registró en 2022 el mayor número de emigrantes en casi una década, impulsados por la idea de que la única forma de capear la crisis es abandonar el país en busca de oportunidades.
Escapar a la crisis
“Voy a viajar a Arabia Saudí como empleada del hogar. Aquí no tengo una ocupación y mi marido, que solo tiene un trabajo temporal, no puede ganar suficiente estos días por culpa de la crisis. Así que hemos decidido que voy a ir y enviar dinero a casa”, explica Karunawathi, originaria de un poblado en el distrito sureño de Badulla.
El Gobierno relajó el año pasado las normas que regulan la salida de trabajadores al extranjero, a causa de la crisis económica sin precedentes a la que se enfrenta el país.
Según datos del Ministerio de Trabajo y Empleo en el Extranjero, 311.269 personas emigraron por motivos laborales en 2022, pasando la barrera de los 300.000 trabajadores emigrantes por primera vez desde 2014.
Indicativo del perfil de los emigrantes que buscan ganarse el pan en el extranjero, los datos muestran que los principales países de destino fueron Kuwait, Catar, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Omán, donde muchos esrilanqueses encuentran empleo como empleados del hogar o como mano de obra no cualificada.
“Para muchos de nosotros, ya no hay esperanza de quedarnos en el país. Planeo ir (al extranjero) primero y luego mi familia se unirá. Si puedo, ayudaré al país entero a venir”, dijo a EFE M. Rashmi, que también espera migrar a Arabia Saudí, desde la misma cola serpenteante en la capital.
Inflación desbocada
Sri Lanka se ha visto sumida en una profunda crisis económica, impulsada por factores como el daño causado al importante sector turístico por los atentados yihadistas del Domingo de Pascua de 2019, que dejaron 269 muertos, o el cierre de fronteras decretado por la covid-19 a inicios de 2020.
La falta de divisas hizo difícil cubrir necesidades básicas como la importación de combustibles o medicamentos, una situación que generó meses de protestas masivas y que desembocó en la salida del poder del entonces presidente Gotabaja Rajapaksa.
El Gobierno se encuentra ahora bajo el mando del presidente Ranil Wickremesinghe y Sri Lanka se encuentra a la espera de una línea de crédito de 2.900 millones de dólares del FMI, pero la inflación continúa desbocada aunque en descenso.
Según el Banco Central de la nación isleña, la inflación interanual se situó el pasado noviembre en un 65 % mientras que en diciembre bajó hasta el 59,2 %.
Los precios de los alimentos sufrieron una tasa de inflación del 69, 8 % que en diciembre también se redujo marginalmente, hasta el 59,3 %.
Unas cifras inasumibles para un buen número de esrilanqueses, que han visto cómo se disparaban los precios de la comida o del transporte mientras sus salarios quedan congelados o disminuyen.
Según un informe del Programa Mundial de Alimentos, el 36 % de las familias de Sri Lanka padecen inseguridad alimentaria. Incluso las familias promedio enfrentan problemas para adquirir suficientes alimentos, o hacer más de una comida al día.
Los peligros de la emigración
La búsqueda de “el dorado” en el extranjero no está exenta de peligros, especialmente de aquellos que buscan beneficiarse de la desesperación de los posibles emigrantes con anuncios falsos o facilitando visados de turista para abandonarlos luego a su suerte en el país de destino.
El Gobierno esrilanqués ha prometido tomar medidas para luchar contra los estafadores, y recientemente el Ministerio de Empleo transmitió la promesa del ministro de Recursos Humanos de Emiratos Árabes Unidos, Abdulrahman Abdulmannan, de que dicho país “actuará contra aquellos que traigan a trabajadores extranjeros de forma ilegal”.
Karunawathi es consciente del riesgo, a pesar de que ya trabajó una temporada en Oriente Medio, pero no ve otra opción que emigrar.
“La última vez que regresé (a Sri Lanka), pensé que no volvería (a salir). Pero mira dónde estoy ahora. ¿Qué más puede hacer la gente como yo?”, dijo resignada.
