El 2 de agosto de 2021, Ahmad y Sofia aterrizaban en Barajas con sus cuatro hijos menores. En la imagen, durante la entrevista con EFE. EFE/J.P. Gandul

Refugiados afganos en busca de un futuro en libertad en España

Raquel de Blas |

Madrid (EFE).- El 2 de agosto de 2021, Ahmad y Sofia aterrizaban en Barajas con sus cuatro hijos menores. Atrás dejaban su hogar, su familia y un país tomado por los talibanes, sabían que no sería fácil, pero casi 18 meses después no se arrepienten: “Cuando veo que mis niñas hablan de su futuro, me da satisfacción, tienen libertad total para decidir, era lo que quería y lo que merecían”.

La familia Baloch llegó a España por su cuenta, un par de semanas antes de que el Gobierno pusiera en marcha la operación Antígona, que ha permitido evacuar a cerca de 3.900 afganos desde agosto de 2021 cuando los talibanes tomaron el poder.

En una entrevista con EFE, Sofia y Ahmad, que ha trabajado para la Administración española cerca de 20 años, primero con las tropas y después como traductor en la embajada de España en Kabul, relatan las circunstancias de su llegada y sus dificultades para encontrar trabajo y un piso en el que vivir de forma autónoma.

“Tenía la posibilidad de ir a otros países para pedir asilo, pero conocía España, había trabajado 18 años con españoles, sabía cómo son y siempre he encontrado mi segunda casa aquí”, reconoce Ahmad, que estudió Filología Hispánica en la Universidad de Kabul.

Refugiados afganos cuentan su experiencia.
El 2 de agosto de 2021, Ahmad y Sofia aterrizaban en Barajas con sus cuatro hijos menores. En la imagen, estos refugiados afganos cuentan su experiencia. EFE/J.P. Gandul

Dónde dormir hasta entrar en el sistema de acogida

Su primer obstáculo al llegar fue dónde alojarse. No podían pagar un hotel, así que gracias a un amigo, alquilaron su casa hasta que comenzaron a tramitar su solicitud de asilo y pudieron acceder al programa de acogida que gestiona el Ministerio de Inclusión en colaboración con diversas ONG.

El sistema de acogida pasa por un itinerario que puede durar entre 18 meses y dos años, aunque hay una fase previa -que no puede exceder de 30 días- en la que se valora el perfil del demandante para derivarlo al recurso más adecuado.

Entonces, los solicitantes pasan a una primera etapa de acogida en centros, donde tienen cubiertas todas las necesidades básicas, dinero de bolsillo, asistencia jurídica, cursos de español y formación y orientación para el empleo. Dura seis meses, aunque puede prorrogarse en caso de perfiles muy vulnerables.

La siguiente fase, la última, es la de autonomía, se gestiona con ayudas económicas para que los refugiados puedan alquilar su propia vivienda y ser más autónomos.

Casi 2.500 afganos atendidos en la red estatal

Ahmad y su familia están actualmente en la fase uno, la de acogida, aunque han transcurrido bastante más de los seis meses que marca la norma. Según datos de Migraciones facilitados a EFE, actualmente hay 2.457 afganos en la red de acogida: 286 están en la fase de valoración inicial, 1.419 permanecen en acogida y 752 han pasado a la fase de autonomía.

El matrimonio y sus cuatro hijos -dos chicas de 16 y 14 años y dos niños de 11 y 8- viven en un piso en un barrio al sureste de Madrid que les ha facilitado Accem (una de las ONG que gestionan de forma directa la acogida de refugiados), ya que al ser una familia numerosa era más complicado alojarlos en un centro.

“Es muy difícil abandonar tu país, dejamos una casa que tenía de todo y al llegar al piso solo había unas camas y un sofá, poco a poco hemos ido comprando cosas”, explica Sofia con un limitado castellano que está aprendiendo en los cursos a los que asiste. “Antes no entendía ni una palabra, ahora entiendo mucho, aunque hablo poco”, dice.

La solicitud de asilo de los seis miembros de la familia ha sido aceptada, tienen permiso de residencia para los próximos cinco años, los hijos se han adaptado al colegio, tienen amigos, juegan al fútbol… pero Ahmad, de 46 años, y Sofia, de 44, no encuentran trabajo y a finales de marzo tienen que dejar el piso.

“Estamos en una situación muy difícil, no podemos predecir qué va a pasar. Miedo al trabajo no tengo, pero con mi formación es difícil encontrar un empleo. He pedido a todo lo que encontraba, limpieza, bares… Es importante para poder ser autónomo y cubrir todos nuestros gastos, en España es difícil mantener una familia numerosa. No digo ahorrar, sino llegar a fin de mes”, explica Ahmad.

Alquilar un piso: Misión imposible para los refugiados

Desde el pasado mes de octubre buscan un piso para alquilar porque con la resolución de asilo favorable pueden pasar a la fase de autonomía, pero las condiciones “son difíciles de cumplir”: los precios desorbitados, los requisitos imposibles y la oferta escasa.

Las “tremendas dificultades” para encontrar una vivienda es uno de los problemas más graves con los que se están topando los refugiados afganos, y también los ucranianos, según advierte a EFE la directora de Proyectos en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Mónica López.

Refugiados afganos cuentan su experiencia.
El 2 de agosto de 2021, Ahmad y Sofia aterrizaban en Barajas con sus cuatro hijos menores. En la imagen, refugiados afganos cuentan su experiencia. EFE/J.P. Gandul

Como les ocurre a Ahmad y su familia, al no encontrar una casa a la que puedan mudarse, tienen que quedarse en los dispositivos de la fase de acogida, lo que se convierte en un “hándicap” para que puedan evolucionar en su itinerario de inclusión.

López lamenta que de forma recurrente se incumplan las fases y se retrase todo el proceso y que no haya plazas suficientes, sobre todo cuando se deniega el asilo. “Hay que hacer mucho trabajo con los servicios sociales municipales. Intentamos que la gente no quede en situación de calle”, indica.

Pese a las dificultades, Ahmad es optimista: “Vamos a encontrar un piso, tomará su tiempo, no será de hoy para mañana, pero lo vamos a encontrar”. Es consciente que su situación difiere de la de muchos de sus compatriotas, que están estancados también en la primera fase, pero residiendo en centros de acogida en condiciones muy diferentes a las suyas.

“Les echo una mano de vez en cuando con temas de traducción o trámites administrativos”, asegura Ahmad, que comprende que esas circunstancias les hagan pensar en regresar a su país. “Se les pasa por la cabeza dejar todo y volver, pero volver adónde, a un infierno no pueden regresar”, asevera.

Mil afganos han renunciado a su plaza

Un año y medio después de la evacuación de ciudadanos afganos por parte de España, más de 954 han dejado el sistema de acogida, muchos de ellos para emigrar a terceros países donde tienen redes familiares.

A los Baloch no se les pasa por la cabeza regresar a Afganistán. Cuando salieron de Kabul, Ahmad y Sofia contaron a sus hijos que iban de vacaciones a España, les iban a enseñar el mar y la playa, y una vez aquí les plantearon la opción de ir a un nuevo colegio y conocer amigos nuevos.

“Dejarlo todo de repente y decirles que no van a ver a sus amigos, a sus primos hasta dentro de 10 años, era un choque. A mi hija mayor le costaba más porque ya sabía por dónde iban los tiros, pero los niños pequeños son esponjas y al poco de llegar ya estaban jugando al fútbol con sus nuevos amigos”, recuerda Ahmad.

No estaba dispuesto a que sus hijos vivieran una infancia como la suya, acostumbrado a cambios “de la noche a la mañana” porque durante 40 años de conflicto han caído muchos gobiernos. “Prefiero tener una vida normal donde puedan elegir su futuro”, comenta.

“Dejamos el país por las niñas y cuando veo que hablan de su futuro, me da satisfacción, tienen libertad total para decidir, era lo que quería y lo que merecían”, asegura orgulloso Ahmad, que cuenta que el primer día cuando llegaron les comentó a su mujer y a sus hijas que eran libres para decidir si querían ponerse el velo o no.

Aquel 2 de agosto de 2021, Sofia, que decidió no llevarlo, y su marido se marcaron un objetivo: “Educar bien a nuestros hijos para aportar buenos ciudadanos a la sociedad española. A partir de ahí, ellos decidirán su futuro”, afirma el matrimonio.

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