Djenatu Intchasso, natural de Guinea Bissau, se dedica en Bilbao a sensibilizar a mujeres africanas en contra de la ablación. EFE/Luis Tejido

Africana contra la ablación: Cuesta que las mujeres asuman que tienen derecho al placer

Bilbao (EFE).- Una mujer africana que se dedica en Bilbao a informar y sensibilizar a otras de ese continente en contra de la ablación asegura que “lo que más cuesta es que asuman que tienen derecho al placer”.


“Las mujeres, y también los hombres, necesitan saber que se trata de salud sexual”, ha afirmado en una entrevista con EFE Djenatu Intchasso, natural de Guinea Bissau, sobre la mutilación genital femenina, que está considerada una violación de los derechos humanos fundamentales y violencia de género por Unicef, y que afecta a más de 200 millones de mujeres y niñas en el mundo.


El próximo 6 de febrero se celebra el Día Internacional de Tolerancia 0 con la Mutilación Genital Femenina y también se cumplen 10 años del programa de prevención sobre esta ablación que lleva a cabo el Ayuntamiento de Bilbao y a través del cual se han formado a 189 agentes de salud entre los integrantes de las comunidades afectadas para concienciar contra esta práctica.


El “corte” -tal y como lo denomina Intchasso, una de estas agentes de salud- es un “acto brutal” que no aporta “ningún beneficio de salud a la mujer”, y por contra, provoca consecuencias psicológicas y físicas, como dolor intenso, hemorragias, infecciones, infertilidad, mayor riesgo de transmisión del VIH, complicaciones en el parto y ausencia de placer en las relaciones sexuales.

Creencias falsas

La “justificación” de esta ablación se basa en “creencias, que son falsas y carecen de sentido”, como que es un rito de transición a la madurez, un control de la sexualidad de la mujer para garantizar el matrimonio y el honor familiar, o también por cuestiones religiosas, aunque “no se recoge en ningún texto sagrado”, según ha precisado esta africana residente en Bilbao desde hace tres años.


En España, la mutilación genital está tipificada como delito castigado con penas de 6 a 12 años de prisión, por lo que una de las razones que Intchasso esgrime ante las miembros de su comunidad en Bilbao es que “para integrarse en un país, primero hay que respetar las leyes”.


En su país también está prohibida desde 2011, pero aún así, se sigue practicando porque “las leyes no son suficientes, hace falta llevar un mensaje, una educación, concienciar y acompañar para que se abandone esta práctica, aquí y en los países de origen”.


Ha resaltado la importancia de la “sensibilización” porque la mutilación conlleva consecuencias en todos los aspectos de la vida, y ha recordado que en su colegio de Guinea Bissau cortaron el clítoris a cinco compañeras de clase y “nunca más volvieron a estudiar. Se quedaron en casa”.


“Vamos avanzando, nuestro trabajo es conseguir que poco a poco se abandone el ‘corte’ y parece que va teniendo efecto, pero no es inmediato”, ha dicho, y ha resaltado que “proteger a una niña de la mutilación es proteger a toda una generación”.

En este objetivo, según ha reconocido, es importante contar con la participación de los hombres.

Seydou Togola Diarra -en la imagen- de Malí, residente desde hace 20 años en Bilbao y formado también en el mismo programa municipal de concienciación contra la mutilación genital femenina. EFE/Luis Tejido
Seydou Togola Diarra, residente desde hace 20 años en Bilbao y formado en el mismo programa municipal de concienciación contra la mutilación genital femenina. EFE/Luis Tejido

Controlar a la mujer

Uno de estos hombres es Seydou Togola Diarra, de Malí, residente desde hace 20 años en Bilbao y formado también en el mismo programa municipal, quien ha afirmado que hasta que no recibió esta formación no se dio cuenta “de ciertas tradiciones que se hacen sin pensar”.

Ha relatado, entre ellas, que de pequeños “los niños nos reíamos de las niñas que no se mutilaban y no queríamos jugar con ellas”.

En su país también está prohibida la mutilación, pero se sigue practicando porque “se considera normal; la sexualidad es tabú y solo se quiere controlar a la mujer. Hay madres que no quieren esto para sus hijas, pero les puede la presión social y eso solo se contrarresta con información y con formación”, ha dicho.


“La gran dificultad” para erradicar esta práctica es, precisamente, la “presión comunitaria”, porque no hacerlo supone “la marginación automática” de la hija, según afirma el consistorio bilbaíno basándose en estudios de expertos.


En dicho estudios se destaca también que “una vez que las personas se forman, interiorizan las consecuencias físicas y emocionales para la mujer y deconstruyen los mitos asociados a ellas, ya no vuelven atrás”. EFE