Combo de fotografías de Federico Moya, secretario de AB Hispalis. EFE/Cedida por Federico Moya

Vivir con 90 kilos menos: “Te operan el estómago, no la cabeza ni el corazón”

Adaya González

Madrid (EFE).- “Te operan el estómago, pero no la cabeza ni el corazón”. Federico Moya llegó a pesar 187 kilos y ahora está en menos de la mitad después de un largo peregrinaje cargando con el estigma de la obesidad: “Entras por muchas consultas y, nada más verte, sin saber ni siquiera a lo que vas, ya tienen la frase: ‘Cierra la boca y anda'”.

“Esto empieza en el vientre materno”, dice a EFE el secretario de la Asociación Bariátrica Híspalis Nacional, Asociación de Pacientes Bariátricos y Obesidad, desde la que trabaja codo con codo con las sociedades científicas dedicadas al estudio de la obesidad para que las instituciones y la sociedad la reconozcan como una enfermedad crónica.

Federico empezó a nadar a los 6 años y llegó a entrar en competiciones escolares, pero las dos décimas que le separaron de un certamen nacional le hicieron colgar el bañador a los 12. Ahí empezó: “Nadie te enseña que, si hasta entonces habías comido así, a partir de ahí tenías que empezar a hacerlo de otra manera”, relata.

La estigmatización de la sociedad y los profesionales

Y en 2008, cuando falleció su madre, “vino el ‘boom’. Me llegué a comer 18 donuts con dos litros de Coca Cola, y eso el lunes, el martes, el miércoles, el jueves, el viernes, el sábado y el domingo, y vuelta a empezar”. Lo hacía en su habitación después de cenar. “Era como mi refugio”.

Por la mañana, salía con una mochila con los restos de la comida que se había dejado. “No lo hacía conscientemente, pero mi mente se sentía feliz comiendo”.

Con 30 años, y 187 kilos, algo se activó en su cabeza cuando su padre tuvo que ayudarle a atarse los cordones de los zapatos; así que se fue a su médica de cabecera, que le sacó “la dieta fotocopiada de 1.500-2.000 calorías” y no accedió a derivarle a un endocrino hasta un año después.

“Entras por muchas consultas de médicos y, nada más verte, sin saber ni siquiera a lo que vas, ya tienen la frase: ‘Cierra la boca y anda’ o ‘Adelgaza y entonces vuelve’. La estigmatización es evidente, de la sociedad en general y de los profesionales de la salud”, censura.

El 30 % de las personas que se operan recaen

Cuando por fin se sometió a una cirugía bariátrica en 2014, habían pasado dos años y medio desde su primera visita en Atención Primaria y un año y medio desde la consulta con el endocrino. Es la cirugía con mayor lista de espera, cercana a los 400 días.

El Hospital Marqués de Valdecilla donde se le practicó no cuenta con una unidad multidisciplinar especializada en obesidad como la que piden expertos y pacientes, y eso ellos lo notan.

Del quirófano se fue con un folio en el bolsillo “con 15 días a líquidos, 15 a purés y 15 a sólidos” como única estrategia. Nadie le dijo que su primer vaso de agua tenía que beberlo en un tapón y a sorbitos y él lo hizo como siempre, de un largo trago, así que salió tal cual entró.

El 30 % de las personas que se operan recaen, pero no ha sido su caso; su especialista le aconseja aún perder otros 10, pero Federico cree que ya está en lo que llama “un peso saludable”, que “no es el que marque la báscula, es donde tú te sientes bien”.

“Tampoco nadie te ayuda psicológicamente para un cambio de imagen”; de hecho, al mirarse en el espejo, se tapaba el cuello con una venda por el impacto de ver el hueso de la clavícula que los kilos le habían ocultado durante 20 años. “Parecerá una tontería, pero es así”.

Al entorno de personas con obesidad: Apoyo y comprensión

Buena prueba de todo lo que dice se vio recientemente en la gala de los Goya, cuando el aumento de peso de la actriz Berta Vázquez copó los comentarios de las redes sociales durante tres días. La gordofobia es tal que en su asociación ve a “gente que incluso se vuelve al otro lado y pasan a una bulimia o una anorexia por miedo a volver a engordar”.

Precisamente el cine está visibilizando el estigma que los pacientes con obesidad acarrean: “Es tal cual”, responde rotundo a la pregunta de si los protagonistas de “Cerdita” y “La Ballena” -una adolescente víctima de bullying interpretada por Laura Galán y un profesor con obesidad mórbida que vive recluido en su casa al que da vida Brendan Fraser- reflejan una realidad. Eso sí, los títulos elegidos le chirrían un poco.

¿Qué le diría a las personas como él? “Lo primero, reconocer que tienen un problema serio de salud, es una enfermedad crónica y multifactorial que va a ser para toda la vida y son ellos los que tienen que querer poner cartas en el asunto”.

A su entorno, “que mucho apoyo y comprensión”.

¿Y a los profesionales sanitarios que aún culpabilizan a sus pacientes? “Que vayan a una tienda de deporte, compren una mochila de acampada, la llenen de botellas e intenten estar una hora con ella puesta. Que se acuesten y se levanten con ella. A ver si así les siguen diciendo que cierren la boca y caminen”.