Estíbaliz Urresola (arriba 3-i), directora del film "20.000 especies de abejas", rodeada por el resto del elenco de la película posa durante la séptima jornada del XXVI Festival de Cine en Español de Málaga en el Muelle 1 de la capital malagueña. EFE/Jorge Zapata.

“20.000 especies de abejas”, mejor película española en el Festival de Málaga

Málaga, (EFE).- La “ópera prima” de Estibaliz Urresola, “20.000 especies de abejas”, ha ganado la Biznaga de Oro a la mejor película española en el Festival de Málaga, mientras que la coproducción de Panamá y Chile “Las hijas”, de Kattia G. Zúñiga, ha sido el mejor largometraje iberoamericano.

La Biznaga de Plata al mejor director es para el chileno Matías Bize por la coproducción de Chile y Argentina “El castigo”, ha anunciado este sábado en el acto de lectura del palmarés el jurado, que ha concedido su premio especial a “Bajo terapia”, de Gerardo Herrero, por el trabajo de sus actores y actrices.

Por la mejor interpretación femenina recibe galardón la actriz viguesa María Vázquez, por su trabajo en “Matria“, de Álvaro Gago, y por la mejor interpretación masculina, el actor Alberto Ammann por “Upon entry” (“La llegada”), de los venezolanos Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vásquez.

Obra que nació en 2018

Durante la semana, Estibaliz Urresola ha maravillado en la sección oficial del Festival de Málaga con su primera película, “20.000 especies de abejas”, con la que quiere lanzar un mensaje de luz y esperanza acerca de la infancia trans y mover a la reflexión.

Esta historia, con la que ya compitió en la última Berlinale, nació en su cabeza en 2018, cuando un niño transexual de 14 años se suicidó en el País Vasco, hecho que supuso “un pequeño despertar” para la sociedad vasca.

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Estíbaliz Urresola, directora del film “20.000 especies de abejas” posa durante la séptima jornada del XXVI Festival de Cine en Español de Málaga en el Muelle 1 de la capital malagueña. EFE/Jorge Zapata.

“Hasta ese momento, las infancias trans no formaban parte del imaginario del cuerpo social. Él tuvo que tomar esa decisión y dejó una carta escrita que estaba llena de luz y de esperanza. Tomaba esa decisión para visibilizar su realidad y la de otros niños, y esperaba que quienes vinieran detrás tuvieran más facilidad para habitar el mundo libremente”, explica la directora.

Empezó entonces a entrevistarse con familias que estaban “transitando esos procesos” y que le abrieron “las puertas de sus vidas y de su intimidad” para acercarse a esta realidad “de un modo más profundo”.

“Me llamó la atención el hecho de que los familiares decían que quienes habían hecho el tránsito no eran tanto sus hijos como ellos”.

Asegura que fue “un deleite” trabajar con la niña Sofía Otero, ganadora del Oso de Plata a la mejor interpretación en Berlín por su papel de Cocó, de 8 años, a quien todos insisten en llamar Aitor aunque prefiere el nombre de Lucía.

Pruebas solo para niñas

“Cuando hice la prueba vi un canal de comunicación con ella limpio y directo, y que ella era capaz de entender los matices y las modulaciones que le proponía para orientar la escena”, explica Urresola.

Tuvo claro desde el principio que para ese papel solo quería hacer pruebas de reparto a niñas y en ningún momento pensó en probar a niños, porque le parecía “una forma orgánica y sensata” de hacerles “entender qué pasa si el mundo entero te ve como un niño”.

“Es mucho más difícil de asimilar para la mirada adulta, pero los niños de la película han tratado esto con mucha naturalidad. Eso nos da cuenta de la generación que viene. En las aulas hay cada vez más compañeros que han hecho la transición, y tenemos mucho que aprender en ese sentido”, ha remarcado.

La madre de Cocó es interpretada por Patricia López Arnaiz, que ha calificado como “un placer enorme” un personaje así a partir de “un guion plástico, bello y hermoso, y además con esa parte naturalista que tiene que ver con una gran inteligencia emocional”.
Por su parte, Ane Gabarain encarna a quien define como “el personaje más libre y menos convencional dentro de esta colmena familiar” y resalta “la sensibilidad y el respeto” del guión.

“Mi personaje se siente diferente y se reconoce mucho con Lucía. Los dos personajes se encuentran y hacen su transformación juntas”, apunta Gabarain, que agrega que su papel es “poético, porque ha encontrado su lugar en el mundo de la naturaleza, en la apicultura y la apiterapia, y tiene algo ancestral, espiritual y de redención”. EFE