Imagen de archivo de una concentración en La Rioja, ante la agresión sexual en grupo a dos niñas de 12 y 13 años en Logroño. EFE/Raquel Manzanares/Archivo

La pornografía y la masculinidad, detrás de la violencia grupal en menores

Belén Ortiz I Granada, (EFE).- Las agresiones sexuales en grupo entre menores no tienen, según expertos en violencia de género en adolescentes, una única explicación: el fácil acceso a la pornografía unido a la falta de educación sexual y el concepto de masculinidad construido en las últimas décadas están detrás de este fenómeno que atiende a ritos y comportamientos sociales.

El aumento de casos en los últimos años, el más reciente en Logroño con la agresión sexual grupal a dos niñas de 12 y 13 años, plantea el debate sobre las causas de este tipo de prácticas que, “en ningún caso obedecen a patologías (clínicas)”, explica a EFE Carmen Ruiz Repullo, profesora de Sociología de la Universidad de Jaén especializada en violencia de género en adolescentes.

“No hay una única respuesta”, incide, sino varias, una de ellas la pornografía, “un elemento de erotización de la violencia que (los menores) están consumiendo desde edades muy tempranas, antes incluso de que les llegue alguna formación e información sexual de calidad”.

A veces esa educación sexual no se llega a recibir a ninguna edad, y ahí está la pornografía como sustituta, “algo que la industria pornográfica sabe” y que utiliza para hacerla llegar a los adolescentes, que a veces ni siquiera la buscan, según Ruiz.

Pero reducirlo todo al fácil acceso a la pornografía no atiende en su opinión a la realidad, porque sería como decir que las agresiones sexuales nacieron con el inicio del porno, y eso, mantiene, no es cierto: “Existe violencia sexual antes que pornografía, la pornografía es un elemento de erotización de la violencia”.

Miedo a la exclusión del grupo

Junto a ello, Ruiz apunta al concepto de masculinidad de las últimas décadas y que se basa fundamentalmente en estar continuamente en riesgo -“¿A que no tienes huevos de hacer esto?”- y en la demostración sexual.

Sobre lo primero, Ruiz Repullo afirma: “En la adolescencia, nadie quiere estar excluido”, por lo que cuando alguien propone una acción de ese tipo no todos son capaces de negarse y llevar la contraria al grupo.

Y sobre lo segundo, la demostración sexual, explica que de los chicos se espera que cumplan una serie de ritos, y uno de ellos es mantener relaciones sexuales.

“Erotizan algunos comportamientos, pero lo hacen siempre de manera grupal, no encontramos a un menor de trece años que agreda a una de once en soledad”, sino que cuando hay menores de por medio, la violencia sexual se manifiesta mayoritariamente con acciones grupales.

Además, “ahora no solo se pide que digas que has tenido relaciones sexuales, sino que lo demuestres, y eso se consigue haciéndolo en grupo y grabándolo”, afirma.

Cosificación de la mujer

Por todo ello, entiende que el problema no solo hay que enfocarlo en la falta de educación sexual, sino en ese concepto de masculinidad que enlaza también con la forma en la que se está construyendo el “ideal de feminidad”, en alusión a la “cosificación” de las mujeres, que hace creer a los adolescentes que una chica “está ahí para satisfacerle”.

Ruiz Repullo mantiene que en ningún caso se trata de una patología o de un gen porque, además de que no hay estudios que lo demuestren, eso sería “justificar la actitud de los agresores”, y en casos como el de la Manada, ha citado como ejemplo, había un policía y un guardia civil que debieron pasar numerosas pruebas psicológicas sin que ninguna detectara nada.

“Se trata de un comportamiento social machista y violento que se permite porque está legitimado en la sociedad, y eso es lo que es difícil de entender”, opina.

Los estudios apuntan a que el 90 % de la violencia sexual hacia las mujeres está silenciada porque hay muchas que “todavía no identifican que el hecho de que el marido las obligue a tener relaciones sexuales es una forma de agresión”.

Lo ven como “un deber”, y eso también ocurre en niñas y adolescentes, que no lo perciben como violencia porque se trata de su novio. EFE