María Ruiz I Granada, (EFE).- El distrito Norte de Granada registra tres apagones cada hora pese a que Endesa invierte de media en cada uno de sus vecinos 1.500 euros al año, una cifra muy alejada de los 18 euros por habitante en otros puntos de esta capital de Andalucía y que sirve para poner luz a un problema que combina droga, enganches y años de lucha en los barrios.
Es Granada, pero podría ser cualquier barrio humilde de Sevilla, Madrid, Almería o Barcelona, porque el distrito Norte tiene la repetida imagen de callejón sin salida, de familias que pagan una luz que no llega, de olor a marihuana y presencia policial.
Los vecinos de la zona sufren tres apagones cada hora, una cifra más dura en inviernos sin calefacción o ante olas de calor como la de estos días que convierten el barrio en un infierno.
Y aunque las cifras son incontestables, Endesa responde a las demandas de más inversiones ampliando la potencia en un barrio al que la empresa ha destinado 8 millones para reforzar las infraestructuras eléctricas y digitalizar la red, pasos que quieren dar luz a una zona que sigue a duermevela.
Esos planes de la empresa se hacen “a 360 grados” para blindar la baja, media y alta tensión de un distrito que suma la ampliación de la Subestación Pulianas, que ha duplicado su potencia, con nuevos transformadores que también multiplican su capacidad de 20 a 40 megavatios amperios.
Luces y sombras
Granada cuenta con unos 1.125 centros de transformación aunque el 97 % de las incidencias por sobrecarga vinculada a defraudación eléctrica, casi siempre unida al cultivo de marihuana, se registran en los mismos 18 centros.
Esos 18 centros lucen repartidos por La Paz, Haza Grande o Caserío de Montijo, con candados de alta gama y casetas relucientes, para atender a unos 4.800 suministros, menos de la mitad de ellos con contrato, según han indicado a EFE fuentes de Endesa.
Para combatir el fraude y blindar la seguridad que se pierde cuando los vecinos toquetean los cables para alimentar sus viviendas, Endesa ha invertido en nuevas tecnologías, ha reforzado las inspecciones y cuenta con sistemas para poder reactivar a distancia los “plomos” fundidos por enganches.
Sin embargo, esa lucha a varias bandas contra la defraudación eléctrica no cambia la realidad de familias con contratos, que pagan sus facturas y viven a oscuras en un barrio que lleva cerca de quince años en la misma lucha.
Los buenos y los malos
Endesa cuenta además con los buenos y los malos. Están los buenos, los inspectores que controlan cada vez que salta un fusible, que responden a los apagones, que charlan con los vecinos; y los malos.
Los malos destapan contadores, comprueban la fuga de suministro, aportan las mediciones a los cuerpos de seguridad del Estado y se encargan de cortar los enganches.
“Hablas con ellos y sabes que más del 80 o del 90 % de los vecinos son buena gente, que ya no se pueden ir del barrio, que intentan salir adelante, que pagan su factura… “, explica Carlos, uno de los “buenos”.
Se conoce las calles de Norte como la palma de su mano y sabe que, por ejemplo, La Paz aumenta tres veces su consumo de luz en cinco años o que el conocido como “Hotel Luz”, un edificio dedicado al cultivo de marihuana, gasta la misma electricidad que uno de los hospitales de Granada.
Iñaki es de los malos y actúa con guantes, con EPI y a cara tapada, casi siempre en los operativos especiales con agentes que entran a edificios con casi todas las viviendas enganchadas a la luz.
Iñaki y Carlos cuentan que el cultivo de marihuana se extiende por otros puntos como una mancha de aceite y deja, solo en mayo, quince intervenciones en la provincia que van más allá del distrito Norte.
De esas quince intervenciones en viviendas, en cuatro de ellas el nivel de defraudación de electricidad alcanzaba el cien por cien de lo suministrado y en otras seis superaba el 85 %.
Iluminar una salida
El distrito Norte de Granada tiene un potente movimiento social que exige mejoras, también por vía del juez, y suma una mesa institucional a la que se sientan todos los protagonistas para vislumbrar una solución que no llega.
Y se refuerza la potencia porque un contrato exige a la empresa garantizar la electricidad que algunos chupan para otros fines, un embrollo infinito que tensiona a miles de vecinos que siguen a media luz.
El volumen de electricidad que se roba en España para cultivar marihuana fue en 2022 de 2,2 teravatios, el mismo consumo que la ciudad de Sevilla según los datos de Endesa, lo que genera problemas de seguridad y suministro y choca con un castigo penal cuestionado por parte de los implicados.
El distrito Norte de Granada es el reflejo de esos barrios con más droga y menos derechos, con energía para mantener tres polígonos de industria pero que tira de velas, zonas en las que sube la tensión porque gran parte de sus problemas sigue a oscuras. EFE