La actriz sevillana Miluka Suriñach posa para EFE en Sala Cero Teatro de Sevilla. EFE/Fermín Cabanillas

‘María Milagros’, una dramedia para llorar y reír con la Macarena o Britney Spears

Fermín Cabanillas | Sevilla (EFE).- Cuando la actriz sevillana Miluka Suriñach se puso al frente del proyecto de ‘María Milagros’ con Carlos Martín-Peñasco tenía algo claro: quería contar su propia vida, pero no como un monólogo cualquiera, sino como una obra de teatro que hiciera, sobre todo, pensar al público. Así nació ‘María Milagros’.

La obra se ha podido ver durante dos noches consecutivas en la Sala Cero de Sevilla, con todas las entradas vendidas en las dos funciones, y ahora -por obra y gracia de Alumbrar Producciones- sigue su gira este montaje definido como una “dramedia” en torno a una mujer que convierte su cocina del barrio madrileño de Carabanchel en un palio de Semana Santa.

“Es una procesión autobiográfica que reflexiona sobre la pérdida de la inocencia, la opresión masculina, las jaulas sociales y las complejidades de la maternidad”, explica la actriz a EFE sobre un trabajo en el que da la impresión de que termina agotada cuando acaba cada representación, que protagoniza a pulmón, sin micro añadido a su voz.

Miluka, de hecho, no es una actriz a la que asusten los retos porque, entre otras cosas, fue la protagonista de la pieza autobiográfica de teatro efímero ‘Alumbrar’ (2016), en la que, embarazada de ocho meses en la vida real, llevaba al teatro los tabúes, las expectativas y las frustraciones en la búsqueda de un primer hijo.

Visión de una mujer a los 40 años

Ahora, bucea en las “cárceles mentales y sociales” que habitan abuelas, madres e hijas “en universos dominados históricamente por figuras masculinas”, y así lo plantea en un montaje valiente, en el que varias mujeres salen al escenario para explicar su propia experiencia, entre ellas la Esperanza Macarena, que, además, reprocha a los cofrades que la quieran enfrentar “con mi mejor amiga”, como define a la Esperanza de Triana.

Para el cocreador de la obra, Carlos Martín-Peñasco, este montaje “ofrece una visión muy personal de un momento vital de una mujer a los 40 años” en el que sus expectativas no se han cumplido del todo, y da voz “a muchos tabúes o vergüenzas y a temas que normalmente no decimos en voz alta”.

Tal vez por eso parte del público sale llorando de la sala, aunque ha llorado de risa momentos antes: “combina lo que dice con el universo de otras ocho mujeres muy distintas, que muestran lo que tienen en común”, apostilla.

Toda la biografía vital de la actriz pasa por el escenario, donde empieza contando cómo afrontó una decisión cargada de simbolismo: cambiar su nombre de bautismo (María Milagros) por su nombre elegido (Miluka), y sufriendo a lágrima viva al relatar cómo sufre las separaciones de su hijo mayor cuando su padre se lo lleva cumpliendo con la custodia compartida.

La Macarena en su basílica

Sobre la presencia de una de las vírgenes más simbólicas de la Semana Santa de Sevilla, dice que a la gente le parece muy interesante ver “cómo sería la Macarena sola en su basílica, qué nos contaría”, y resalta que, precisamente, los cofrades son los que más la han felicitado por ese personaje dentro de la obra que, admite, no fue elegido por casualidad, sino por la gran devoción que desde siempre ha sentido su familia.

Martín-Peñasco explica que la obra parte de la expresión andaluza ‘llorar como la Macarena’ y, a partir de ella, se ha creado su propia liturgia teatral, una procesión que, “lejos de buscar la penitencia, es una celebración de la mujer”.

La palabra “catarsis” puede definir lo que se vive en el escenario durante más de hora y media, con una actriz que se vacía en las tablas y un público que no se queda con una idea clara de si ha sufrido o gozado, como en la vida misma: puro teatro. EFE