La periodista María Jesús Peregrín se ha especializado en el género negro, tal y como demuestra en su tercera novela, 'El año de la sal' (Binomio Editorial). .EFE/María Jesús Peregrín

‘El año de la sal’, un “estremecedor thriller rural” sobre la “tierra ensangrentada”

Miguel Martín Alonso | Almería (EFE).- La periodista María Jesús Peregrín (Larache, Marruecos, 1956) se ha especializado en el género negro, tal y como demuestra en su tercera novela. Es ‘El año de la sal’ (Binomio Editorial). Se trata de un “estremecedor thriller rural” sobre la “tierra ensangrentada”.

En una entrevista con EFE, la escritora explica que la historia se desarrolla en “tierras de Almería”. Sus abuelos maternos nacieron en Pulpí, municipio almeriense en el que pasaba los veranos de su infancia, años en los que transitan las “incertidumbres”, “miedos” y el “deslumbramiento”.

“La localidad de Pulpí quedaba a trece kilómetros de las playas de Terreros, pero en el corral de mi abuela había conejos y gallinas y yo prefería oírlas cacarear antes que quemarme al sol”, asegura.

Peregrín considera ahora que ‘El año de la sal’ es una novela que “tenía pendiente” desde aquel entonces, aunque no lo supiese.
El protagonista es Ginés. Se trata de un niño de quince años al que el “patrón” de un cortijo obliga a sustituir a su padre enfermo en la recogida de la alcaparra.

“Estamos en plena posguerra. Mi madre me contó que mi abuelo recogió tápena en aquellos campos. En condiciones muy duras. Porque debía saldar una deuda. Poco a poco fue creciendo en mí la idea de reflejar cómo fue la vida de hombres como él”, dice.

Por tanto, Ginés es el sosías de esos “jornaleros, labradores, campesinos, pastores, muleros o aguadores, tuvieron que enfrentarse a esa época horrible”. “Dejándose la piel en los cortijos para ganarse cuatro perras gordas”, incide.

Un lenguaje de la época y el territorio

Una lectura a la novela permite descubrir numerosos localismos en el habla de Ginés y el resto de protagonistas. Estos “levantan” el libro, al hacer que los diálogos sean ”convincentes y reales”.

“Cuando comencé a escribir la novela supe que debía recuperar las expresiones en las que se hablaba entonces. Durante mi investigación me encontré con un trabajo previo de dos historiadores almerienses -Dolores Muñoz Navarro y Francisco Martínez Parra- que han sido un regalazo absoluto”. Así lo afirma la periodista.

“Cuando estás leyendo, escuchas las voces de los protagonistas tal como fueron aquellos días. De hecho, en parte de Almería y Murcia aún se utilizan palabras como ‘esmayao’ por hambriento. Se dice que alguien tiene ‘azogue’ porque está nervioso, o usa ‘guita’ para hablar de cuerda”, resalta.

Una obra dura

Peregrín cree que ‘El año de la sal’ no tiene pasiones o sentimientos más duros que ‘La visión Harper’ (Círculo Rojo) o ‘El límite de Roche’ (Letrame Editorial) . Se trata de mundos “diferentes”.

“En este caso el libro es un estremecedor thriller rural. Es la primera vez que escribo sobre la tierra ensangrentada. Estoy hablando de años amargos como la hiel. 1945. Un tiempo de injusticia social, hambre y miedo”, afirma.

Algo que convierte a un cortijo en un escenario “descarnado” en el que un amo sin piedad explota a sus trabajadores, y al propio Ginés, lo que provoca que el rencor se haga “fuerte” en su corazón. Esto sucede al encontrarse “desamparado en medio de una tierra hostil”.

“Cuando nos vapulea la injusticia solemos tirar de lo que nos queda más a mano: y a veces es el ojo por ojo”, advierte.

La dura Almería de posguerra

“En las tierras de Almería durante la posguerra, al igual que en otras zonas de España, apenas había de dónde tirar. Como en un dibujo en blanco y negro, todo era luto, dolor y hambruna. Las cartillas de racionamiento no eran suficientes, así que el estraperlo nació para intentar suplir lo que no llegaba al estómago”, recalca la escritora de ‘El año de la sal’

Peregrín sostiene que “para conseguir cuatro duros los hombres de aquella zona solo tenían tres cosas: el campo, la mina y las salinas”.

Aunque las humillaciones del patrón hacen crecer en el protagonista un odio de “consecuencias dramáticas”, la autora confiesa que no le resultó fácil, literariamente hablando, “resolver el final de la novela”.

“Espero que cuando el lector la termine, llegue a comprender que, a pesar de su dureza, era necesaria. Es un libro que escuece, duele mucho y hace daño. Es ficción, sí. Pero al mismo tiempo creo que hace reflexionar sobre lo que ocurrió en un tiempo de silencios, hambre y melancolía”, dice, a la vez que invita a leerla hasta el final para descubrir por qué se llama ‘El año de la sal’.