Zaragoza (EFE).- El músico Javier Almazán celebra quince años al frente del proyecto musical Copiloto, y 35 haciendo música, con una “excursión al pasado” que ve “no como un acto de nostalgia, sino de celebración, para coger impulso y seguir”.
Así lo cuenta en una entrevista con Efe en Zaragoza, donde toca este sábado, 17 de junio, en La Lata de Bombillas, antes de su último concierto conmemorativo, que será el 29 de julio en el Festival Aragón Sonoro de Alcañiz (Teruel).
Pregunta: ¿Cómo fueron los inicios que dan lugar a esta celebración?
Respuesta: Creo que fue el verano en el que cumplí doce años cuando decidí que esto de hacer canciones era lo que me apetecía hacer, si era posible, toda la vida y todos los días. Empecé a escribir canciones pero sin saber tocar ningún instrumento, como hace mucha gente, tarareando y grabando. Al año siguiente pude acudir a algunas clases que daban en el colegio y, con trece años y tres acordes, monté mi primera banda. Desde entonces, hago canciones, doy conciertos y he estado siempre grabando con diferentes formaciones.
P: Y 20 años después de los comienzos llegó Copiloto…
R: Con Copiloto debuté quizás un poco mayor. Ya habían pasado los 30, como Leonard Cohen. Pero con la piel de Copiloto empezó en 2008.
Parar para salir reforzado
P: En 2021 regresó a los escenarios tras cinco años de “silencio musical”. ‘Abrazos salvavidas’ tuvo muy buenas críticas, ¿cree que salió reforzado de esa pausa?
R: Sí, sin duda. Hay muchas veces en la vida en las que está bien parar, mirar un poco alrededor y saber qué es lo que quieres hacer a partir de ahora. En aquel momento lo que necesitaba era una pausa larga y volver haciendo algo muy artesanal, siendo yo responsable de cada instrumento. Creo que me vino muy bien reencontrarme conmigo mismo como autor y como músico.
Ahora, de cara a nuevos trabajos que vengan, me encontré con que llevaba quince años y dije: está bien hacer una pequeña excursión al pasado, no como un acto de nostalgia, sino de celebración, para coger impulso y seguir.

P: La próxima parada será Alcañiz, en el festival Aragón Sonoro. ¿Se siente cómodo en esos escenarios o prefiere las salas?
R: Todo tiene su encanto. Todo tiene sus cosas buenas y pocas cosas malas. Me gustan las dos. Los festivales te ofrecen la oportunidad de llegar a un público al que no llegas si no te conocen y no vienen ex profeso a la sala. Te da la opción también de estar con más músicos y compartir experiencias. Yo voy con la misma banda, aunque hay más metros cuadrados de escenario. El repertorio es quizás lo que cambia: cuando uno toca en una sala puede permitirse ciertas bajadas de intensidad y trabajar dinámicas. Según el tiempo que te dan en los festivales, tienes que ir como con un ataque de guerrillero: a por todas en poco tiempo. Además, el público tiene un temple diferente: están allí para ver qué les cuentas y tienes que ganártelos.
Hay que tragar, pero lo ideal es ser fiel a uno mismo desde el principio
P: Su último lanzamiento es ‘Cosas que no’, ¿por dónde no pasaría por el aro en el mundo de la música?
R: Hay muchas cosas que no. Hay muchas que tenías claras desde el principio, casi todas, lo que ocurre es que muchas veces no te atreves porque piensas que va a funcionar si no dices que no: te pueden proponer tocar en un sitio en el que tú piensas que va a salir mal pero vas, por una mala concepción de la promoción y, efectivamente, es horrible. Al principio tienes que tragar con más cosas para poder asentar los cimientos de una carrera, pero tampoco es obligatorio: puedes ser fiel a ti mismo desde el principio, que es lo ideal.
P: ¿Está trabajando en nuevas canciones?
R: Como Copiloto sí, estoy empezando ahora a trabajar en cosas, y también en proyectos de otro carácter que no es pop rock: estoy muy interesado en la música de cine, música documental, en nuevas texturas y sonidos más electrónicos; estoy trabajando con una música más concreta y circunstancial que cada vez me apetece más.
P: ¿Qué gusto le dejan estos 15 años bajo el seudónimo de Copiloto?
R: Quince años buenos. En general bien; he disfrutado de momentos muy buenos, he conocido a gente muy interesante que merece mucho la pena conocer. Gente muy trabajadora, gente muy talentosa; he conocido muchísimo imbécil también -que eso también te ayuda a detectarlos a distancia y a evitarlos-, pero, por supuesto, me quedo con lo bueno: con las experiencias que he vivido y el aprender de lo malo. Así que muy bien, para otros quince o veinte años más, de momento.