La psiquiatra Mar Ramos, del Programa de Psiquiatría Transcultural del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, atiende a los medios de comunicación este martes momentos antes de participar en las jornadas "Niñas y mujeres que migran solas" con la ponencia "Salud mental, migración, violencia y género". EFE/ Elvira Urquijo A.

La competencia cultural, clave para entender la diversidad y la expresión de su dolor

Las Palmas de Gran Canaria (EFE).- La experta en psiquiatría transcultural del Hospital Vall d´Hebron de Barcelona Mar Ramos ha destacado este viernes en las jornadas “Niñas y mujeres que migran solas” la importancia de que los profesionales que asisten a este colectivo vulnerable posean una competencia cultural que les permita entender la diversidad y la expresión de su dolor.

La especialista del Programa de Psiquiatría del citado hospital público de la capital catalana ha ofrecido en Casa África la ponencia inaugural de estas jornadas, en la que ha disertado sobre “Salud mental, migración, violencia y género”.

En su exposición, en la que ha aludido a las buenas prácticas que desarrolla desde 2018 la Unidad Municipal contra la Trata de Seres Humanos del Ayuntamiento de Barcelona, Ramos ha destacado los beneficios que tiene capacitar a la red sanitaria convencional que opera en territorios con un importante volumen de población de origen cultural diverso, como son la zona norte de Barcelona o Canarias.

Porque ello, ha continuado, ayuda a prestar desde el ámbito público una atención lo más precoz posible a la salud mental de personas, en su mayoría mujeres, que pueden sufrir traumas diversos para evitar que se cronifiquen.

La psiquiatra ha precisado que los problemas de salud mental son siempre los mismos, si bien lo que varía en este tipo de pacientes es la patoplastia, es decir, cómo y cuándo cuentan lo que les pasa, de ahí la importancia que también cobra la comunicación no verbal a la hora de ayudarles a exteriorizar su dolor.

“Se necesitan profesionales que tengan competencia cultural y perspectiva de género porque sin vínculo no hay tratamiento”, de ahí que resulten de vital importancia, ha dicho, la comunicación intercultural, la alianza terapéutica con este tipo de pacientes y la posibilidad de trabajar con mediadores, personas cercanas a los contextos de los que proceden, más allá de la ayuda que pueda prestar un traductor.

Ramos ha recordado que la Organización Mundial de la Salud ha estimado que una de cada cuatro personas en el mundo está abocada a padecer un problema de salud mental, unas patologías a las que las mujeres están más expuestas, no por una cuestión genética, sino por el hecho de serlo, más aún en los contextos de conflicto, donde, tanto ellas como los niños, suelen ser víctimas de diferentes formas de violencia sexual motivadas por objetivos políticos, militares o económicos, además de ser objetivos de una táctica terrorista, como la ejercida en África por Boko Haram.

“Hay que estar atentos porque puede haber pasado, esta violencia sexual es muy prevalente y genera vergüenza y estigma para toda la vida. Muchos conflictos armados, como los de Bosnia, Siria, Ruanda o República Democrática del Congo han mostrado que es más barato violar que usar armas”, ha apostillado.

Mar Ramos ha lamentado que el derecho internacional haya reconocido la violencia sexual como un crimen contra la humanidad cuando forma parte de la política de un gobierno o de atrocidades cometidas, toleradas o condonadas por un gobierno, una autoridad de facto o un grupo armado organizado “cuando ha ocurrido a las puertas de Europa”, como ocurrió en Bosnia entre 1992 y 1995, y no antes.

Sin embargo, ha valorado que este reconocimiento ha dado pie al “reconocimiento del daño”, a la consideración de los afectados como víctimas, lo que, además de facilitar el tratamiento del trauma, permite agilizar la solicitud de una protección internacional.

La especialista ha advertido de que los profesionales de los diferentes ámbitos (policial, judicial, sanitario o social) que asistan a las víctimas de violencia sexual o trata, que ha considerado la esclavitud del siglo XXI, han de estar bien coordinados para saber cómo les preguntan y cuándo acerca de lo que han pasado, con el fin de detectar el impacto que han tenido estas experiencias vitales en su salud mental.

“No salen embarazadas de su país de origen. La ruta central es terrible, pueden estar dos años en Libia retenidas y siendo objeto de violaciones. Si acompañamos bien y hacemos intervención precoz muchas saldrán adelante, otras no podrán porque vienen de sufrir historias muy antiguas y lo que sufren son somatizaciones”, ha referido.

Por eso, Ramos ha abogado por “no revictimizar” a estas mujeres y por reforzar su identidad como “supervivientes” para facilitar su sanación. EFE