El delegado de la Agencia Estatal de Meteorología en Cantabria, José Luis Arteche, durante la entrevista con EFE por el centenario en Cantabria. EFE/Pedro Puente Hoyos

Galernas, monjas y una bomba: La Aemet cumple cien años en Cantabria

Santander (EFE).- En el siglo XIX comenzaron en Cantabria las mediciones de lluvia, primero a cargo de catedráticos y más tarde de ganaderos, maestros o monjas, que han ayudado en su labor a la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), presente en esta comunidad autónoma desde hace cien años.

La Aemet ha sido testigo en Cantabria de galernas, lluvias y nevadas de récord, del incendio de Santander en 1941 e incluso ha sufrido la caída de una bomba durante la Guerra Civil en su anterior sede, explica en una entrevista con EFE el delegado de la Agencia en la región, José Luis Arteche.

Para comprender el origen de la Aemet en Cantabria hay que remontarse al siglo XIX, cuando el Estado hizo un llamamiento a los catedráticos de todo el país para realizar mediciones de lluvia y mandar los datos a Madrid, una iniciativa mundial a la que se sumó España.

Las primeras mediciones eran “muy sencillas”: básicamente lluvia recogida con pequeños aparatos pluviómetros en unas pequeñas garitas de madera para medir la temperatura y la evaporación, señala Arteche.

Con el tiempo dejó de ser un trabajo exclusivamente de catedráticos y se unieron otros “observadores” como maestros y cualquiera con interés y medios para hacer mediciones.

Hoy en día hacen mediciones ganaderos, agricultores y hasta monjas. Arteche destaca a las Hermanas Clarisas de Villaverde de Pontones (Ribamontán al Monte), que miden desde “hace mucho y muy bien”.

Hasta 1997 estuvo la Aemet en un edificio conocido hoy como “el Meteorológico”, situado entre las calles Alta y del Monte de Santander, y que, tras llegar a ser el centro meteorológico de Asturias y Cantabria, se ha convertido en un centro cívico gracias a la cesión del Gobierno de España al Ayuntamiento de la capital cántabra.

El delegado de la Aemet en Cantabria, José Luis Arteche, tras la entrevista por los cien años de la Aemet en Cantabria. EFE/ Pedro Puente Hoyos.

Vio galernas, incendios, desastres naturales de diversa índole e incluso sufrió la caída, seguramente involuntaria, de una bomba entre 1936 y 1937.

Al principio sus mediciones eran “muy básicas”, pero en los años ochenta se produjo un salto “gradual” que puso a las delegaciones españoles en la órbita de los países más avanzados, por lo que ese centro se quedó pequeño.

La forma de medir apenas ha cambiado en 200 años, lo que sí hay ahora son estaciones automáticas y otros sistemas de apoyo como radares o satélites.

“La meteorología es muy distinta a la que yo conocí en los años ochenta. Ahora hay que tener datos muy inmediatos y de mucha calidad para saber lo que está pasando”, afirma Arteche, antes de puntualizar que “las pequeñas medidas” también son “imprescindibles”, por ejemplo, para evaluar el avance del cambio climático.

Hoy, la Delegación de Cantabria, en la que trabajan unas cuarenta personas, se dedica sobre todo a las predicciones aeronáuticas del norte de España, desde Galicia hasta las Bárdenas Reales de Navarra, aunque de su trabajo se aprovechan también fuerzas y cuerpos de seguridad, instituciones, organizadores de eventos, empresas o usuarios, ya que sus aplicaciones son “inimaginables”.

Su sede se encuentra el Cueto, junto al mar, y es una mezcla de pasado y presente.

En sus instalaciones conviven modernos equipos de predicción y equipos de última generación con un museo evolutivo en el que se pueden encontrar reliquias como antiguas calculadoras u ordenadores “de los que había antes de que Bill Gates se metiera en un garaje”, bromea el delegado autonómico de la Aemet.

La meteorología como el fútbol

Mañana, 23 de marzo, se celebra el Día Meteorológico Mundial, en el que la Aemet aprovecha para homenajear a algunos de sus múltiples colaboradores en Cantabria, en este caso al ganadero Manuel Sainz, de Cabezón de la Sal, y al educador Ignacio Ibarra, del centro de educación ambiental de la Fundación Caja Cantabria en Polientes (Valderredible).

Se premia su trayectoria como medidores -por ejemplo Ibarra controla una estación automática- y también su labor divulgativa.

“Creo que de esto, como otras cosas como el fútbol, entendemos casi todos”, señala Arteche, puesto que la meteorología es una disciplina que toca de cerca a todos en su vida diaria.

Sin embargo, cree que el ciudadano, por norma general, no conoce todas las posibilidades que ofrece esta ciencia y su influencia en la economía del país, en la salud o en la prevención, por ejemplo, de desastres naturales.

“Hasta el Ejército español, cuando está en el extranjero, recibe apoyo del Aemet para que no se encuentre sorpresas adversas”, añade.

La navegación, la aeronáutica, la agricultura, la cultura o el deporte son solo ejemplos de la utilidad de la meteorología. “Me doy cuenta de que viene gente a visitarnos, que suponía yo que podría saber algo de esto, y para mi sorpresa no es así”, reconoce, antes de apostar por la divulgación para que sea una ciencia cada vez más entendida

Pablo G. Hermida

Uno de los miembros del equipo de predicción de la Aemet en Cantabria. EFE/ Pedro Puente Hoyos.