La directora del largometraje Edén, Estefanía Cortés.EFE/Nacho Gallego

El dilema de ‘Eden’: ¿Empatizarías con alguien que quiere suicidarse?



Por Adrián Arias |


Valladolid (EFE).- ¿Empatizarías con alguien que quiere suicidarse sin saber sus motivos ni su historia personal, solo por su firme decisión a hacerlo? Este es el dilema que plantea la cineasta Estefanía Cortes en ‘Eden’, su primer largometraje, que ve la luz este lunes en la 67 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid.


Despojados así de sus historias vitales, Cortés nos presenta una obra en la que sus cuatro protagonistas acuden con sus mochilas emocionales hasta arriba de sentimientos como la angustia, la desesperación, la incomprensión y el miedo, todo ello bajo la atmósfera de una cinta que trata de poner sobre la mesa uno de los problemas más preocupantes de salud pública: el suicidio, tal y como explica Cortés en una entrevista con la Agencia EFE.


En la cinta, cuatro desconocidos acuden a Edén, una empresa clandestina en plena naturaleza, para acabar con su vida. Una joven rota por la culpa; un anciano que quiere evitar el dolor de sus seres queridos; una mujer con un trastorno de personalidad; y un hombre desesperado con un oscuro secreto.


Edén les une en el momento previo a su muerte sin conocer, como el espectador, nada de sus vidas, pero ¿es tan sencillo escapar de la vida? Es el interrogante sin respuesta.


“Cuando empecé a escribir el guion hace cinco años, el suicidio aún era un tema muy tabú en los medios y en el cine”, argumenta Cortés, que reconoce que en los últimos tiempos ha habido un “cambio” en este aspecto, hasta el punto en que el suicidio ya no es un “tema tabú”, algo que considera “muy positivo”, pues es una realidad que no por silenciarla va a desaparecer, razona.


Inspirada en una noticia japonesa sobre unas personas que habían decidido quedar para suicidarse juntas, Cortés centra el problema “no en las razones que llevan a los personajes a quererse suicidar, sino en su voluntad de hacerlo”, algo que deriva en un ejercicio de fe en los espectadores, que tienen que empatizar con ellos sin saber más que sus nombres y lo rotos que están por dentro.


“No quería que los personajes verbalizaran los que les pasaba y tan poco exponer mi punto de vista sobre este tema, tan solo que eso les había llevado a querer quitarse la vida”, explica la realizadora, quien indica que uno de los objetivos de su obra es provocar que el espectador analice sus propios pensamientos en torno a la empatía y al sentimiento ajeno.


Bajo su punto de vista, “ninguna persona debería llegar hasta el punto de querer quitarse la vida por el hecho de no tener herramientas para solventar su situación”, aunque sí que comulga con la idea de que cada persona debería tener el derecho de decidir “cómo terminar con su vida”.


Algo que entronca, como ella misma reconoce, con la eutanasia, que es un “consuelo final” que, en cierto modo, da la “tranquilidad” ante el miedo y la angustia por lo desconocido, concluye.EFE