Un hombre observa una obra de Joan Miró durante la presentación de la exposición "La segunda vida de las cosas. De traperos y vanguardistas a comienzos del XX", este miércoles en el Museo Nacional de Escultura en Valladolid. La muestra ha sido organizada con motivo de la Presidencia Española del Consejo de la UE e incluye obras de Picasso, Miró y Ángel Ferrant, entre otros. EFE/ Nacho Gallego

El Museo de Escultura asocia la rebeldía de las vanguardias al mensaje de sostenibilidad

Roberto Jiménez | Valladolid jul (EFE).- Como el sabio de la fábula que recogía por detrás lo que otro tiraba, las primeras vanguardias del siglo XX elevaron a la categoría de arte los objetos inservibles, residuos y desechos carentes de esa “segunda vida” a la que alude el lema de la exposición inaugurada este miércoles en Valladolid.


Si las vanguardias de comienzos de XX lo hicieron con una finalidad subversiva y transgresora frente al individualismo imperante, esta exposición recoge el mismo espíritu contestatario pero con una finalidad diferente, la de reivindicar el respeto al medio ambiente, el valor de lo antropoceno.


Esa sustancia encierra “La segunda vida de las cosas. De traperos y vanguardistas a comienzos del siglo XX”, lema de la muestra inaugurada en el Museo Nacional de Escultura, donde permanecerá hasta el 17 de septiembre dentro de la programación cultural con motivo de la presidencia semestral española de la UE.


Ilustres rebeldes


Pablo Picasso, Joan Miró, Ángel Ferrant, Kurt Schwitters, Leandre Cristófol, Claude Cahun, André Papillon e incluso Charles Chaplin y Buster Keaton -el humor y la ironía al servicio de la crítica- son algunos de esos transgresores y rupturistas cuyas obras engrosan este muestrario que ha seleccionado y coordinado la historiadora María Bolaños, exdirectora del Museo Nacional de Escultura.


“Hace más de cien años se produjo ese gran ‘salto mortal’ cuando los artistas más radicales del momento introdujeron en sus obras objetos rescatados de las calles, buscando la inspiración en el suelo”, ha apuntado Bolaños delante de la subdirectora general de Museos y Archivos Estatales, Mercedes Roldán.


“Pero no lo hicieron con intención de denuncia o de reciclaje sino por un espíritu subversivo, con una mirada nueva sobre lo real, para cambiar los códigos del arte”, ha añadido la comisaria de esta reunión de pinturas, esculturas, fotografías, collages, ensamblajes y cintas cinematográficas.


Autores de diversos países


Reúne una treintena de piezas de autores de España, Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia o Hungría, al compás del espíritu europeísta que demanda una de las citas culturales de la presidencia española de la UE, en este caso con el mensaje de la responsabilidad social ante la emergencia climática a la que se ha referido el director del Museo de Escultura, Alejandro Nuevo.


“Vivimos un desafío, un reto que nos exige la sostenibilidad, la economía circular, el consumo responsable y el respeto a nuestro entorno, que son imprescindibles”, ha apuntado durante su intervención en el patio del antiguo Colegio de San Gregorio, sede principal del Museo Nacional de Escultura.


Un recorte de periódico, una lata, un fragmento de vidrio, un alambre, un cabo de cuerda o un trocito de madera o de tela cobran así nueva vida desde el genio estético de Picasso (De la guerra al Senado/1921-collage), Walker Evans (Residuo de estaño grabado/1929) o de Claude Cahun (Objeto, maniquí, pez sierra/1935), entre otros ejemplos.


De esta forma, ha proseguido la comisaria, “lo inútil y despreciado vuelve a la vida con dignidad a comienzos del XX cuando la sociedad emprendía una carrera imparable hacia la afirmación del individuo”, dentro de una disputa, una controversia o una llamada de atención sobre otros planteamientos menos materialistas.


Elogio de la materia


Fueron ellos quienes desviaron hacia el territorio del arte la tarea de rescate que los traperos emprendieron a partir del siglo XIX de una manera más profesional y ordenada institucionalmente, con los desechos de las revoluciones industriales de los países más avanzados.


Con ese material, las vanguardias protagonizaron “la celebración y el elogio de la materia que nos lleva a la naturaleza y nos recuerda que vivimos en la tierra, es el elogio de lo frágil al que ellos imprimieron un sentido plástico muy notable”, ha resumido.


El Museo Thyssen (Madrid), el IVAM (Valencia), la Fundación Miró (Barcelona) y el TEA (Santa Cruz de Tenerife) son algunos de los centro que han prestado obras para esta exposición que finaliza, con un giro inesperado, un túnel del tiempo que conduce al visitante a un yacente (1627) de Gregorio Fernández, porque los imagineros del Barroco también emplearon objetos y material orgánico para sus obras. EFE