Adrián Arias | Valladolid (EFE).- Desde que el primer homínido puso el primer pie fuera de la cuna de África hace casi dos millones de años, la condición de errante y expedicionario ha acompañado a nuestra especie que, como la propia evolución, ha transmutado esta cualidad en un arte: el de publicitar tu asentamiento.
No en vano, una de las especies humanas más icónicas y tipificada en territorio nacional, el Homo antecessor, lleva por nombre el apelativo de “explorador”, porque el explorar, el conocer lo ignoto y ampliar nuestros horizontes es una necesidad vital que siempre anhelamos cubrir.
Con esa premisa, el turismo se ha convertido con el paso del tiempo en la principal fórmula de ocio de la humanidad y, con ella, en una de las principales fuentes de dinamización económica que encuentra en espacios como la Feria Internacional de Turismo de Interior (Intur) -Valladolid del 17 al 19 de noviembre- uno de sus principales motores.
Con más de 1.200 destinos, todos ellos alejados del reclamo de sol y playa, el interior peninsular se erige en esta Feria como un incentivo a descubrir ese patrimonio que nos rodea, pero que muchos no llegan a explorar.
Desestacionado, especializado e internacionalizado

Las nuevas formas de ocio y mutaciones del mercado laboral, unido a la continua e imparable transformación digital, ha desembocado en un turismo ajustado y cortado a medida de todas las posibilidades bajo tres premisas: desestacionalización, productos especializados y proyección internacional.
El primero de ellos fue el que dio origen, hace ya 26 ediciones, a Intur que, del folleto y el pincho, ha evolucionado hacia experiencias más innovadoras, guiadas bajo la premisa de la sostenibilidad y el mimo al detalle.
Así es cómo llega la segunda de las premisas: los productos especializados, que son, cada vez más, un abanico de posibilidades adaptadas a una sociedad con continuas prisas y a la que todo entra por los ojos.
Fiestas, gastronomía, tradiciones, naturaleza y patrimonio monumental empaquetado y enlazado a través de talleres, presentaciones, catas, desgustaciones y viajes de realidad virtual.
Y todo ello, con el objetivo de cubrir una necesidad no solo de los terruños, sino de un turista internacional al que se trata de concienciar de los atractivos de un turismo interior alejado de las masificaciones del litoral.
La Península Ibérica, un destino histórico

Celtas, griegos, fenicios, romanos, germanos y árabes no llegaron, ciertamente, de turismo a la Península Ibérica, pero todos ellos sí legaron a este territorio un patrimonio por el que este trozo de tierra cercado por agua pero unido al continente es uno de los principales destinos turísticos del Globo.
Y, en esta 26 edición de Intur, una Península Ibérica más unida que nunca, ya que Portugal, además de país vecino, es el invitado de una edición en la que también se brinda con vino de Oporto y se degusta queso de Serra da Estrela.
Sin embargo, otra de las grandes cualidades de esta feria Intur es que ha conseguido impulsar la cultura de la cooperación entre territorios e instituciones, donde pueblos, ciudades y provincias comparten espacio y compiten sanamente por publicitar sus bienes.
Y es que, en tan sólo seis años, desde 1997 hasta 2003, esta Feria logró reunir a todas las comunidades y ciudades autónomas como demostración del peso cada vez mayor del sector en el PIB de cada una de ellas, y que en el caso de Castilla y León ha pasado del 7,5 a más del 16 por ciento durante los últimos veinte años, con 75.000 personas afiliadas a este sector en la Comunidad, como ha destacado este viernes el consejero de Cultura y Turismo de Castilla y León, Gonzalo Santonja.EFE