Barcelona (EFE).- A la experiencia “Macho man” se entra en grupos reducidos y con un audio guía que va dando instrucciones a través de un recorrido que se asemeja al de un juego de escape. Aunque aquí el objetivo no es saber quién lo hizo, que lo hizo un hombre, sino sentir el miedo de la víctima de la violencia machista, vivir como una mujer.
El centro de Arte Santa Mónica de Barcelona acoge hasta el 12 de marzo esta instalación comisariada por un equipo interdisdiciplinar que incluye al dramaturgo Àlex Rigola y la psicóloga Alba Alfageme.
“Se trata de una instalación que está pensada para que sobre todo los hombres empaticen con la situación en la que se encuentran la mayoría de las mujeres, una instalación para concienciar sobre las violencias machistas pues, pese a todos los esfuerzos hechos, está claro que debemos hacer más”, ha explicado a EFE Àlex Rigola.
Una propuesta “hecha y pensada por gente de teatro”, con casos reales, y con la asesoría de la psicóloga especializada Alba Alfageme, cuenta el dramaturgo, quien añade que la exposición “pretende que no salgas igual que has entrado y eso te haga cambiar tu actitud ante el machismo”.
“Hay algo que se te queda dentro al finalizar. No solo en la cabeza, sino en el cuerpo”, asegura Rigola, quien reconoce que él también se ha reconocido como “machista” pero que ha hecho por luchar contra ello con gestos como evitar reír los chistes machistas.
Durante cerca de una hora, una voz de mujer, propone al visitante leer titulares de sentencias que restan gravedad a la violencia machista, observar los dibujos reales de niños víctimas de maltrato a abuso sexual o leer parte de la declaración de la mujer violada por el grupo de La Manada y las preguntas que le formularon en el juicio.
También el relato de una madre que cuenta como su hija reproduce la violencia física y verbal que el padre ejerce con ellas hacia sus muñecas.
O el testimonio en televisión de Ana Orantes en 1997 explicando las palizas de su marido, una voz de alarma de la mujer, desesperada, que no evitó sin embargo que la asesinara su marido dos semanas después.
“A Ana Orantes le falló la sociedad”, decía entonces Irma Soriano tras dar la noticia de la muerte de la mujer que pocos días antes se había atrevido a alzar la voz tras 40 años de malos tratos.
Especialmente cruda resulta una de las últimas salas, en la que se muestran imágenes de videojuegos en los que se deshumaniza a la mujer con violencia sexual y en la que el jugador consigue más puntos si al final la asesina.
El videojuego es uno de los más vendidos, con 54 millones de copias en todo el mundo.
La exposición tiene alta demanda de visitas de centros de secundaria y Rigola ha destacado el valor “pedagógico” de la misma e incluso como “herramienta social”, pues ha contado que tras ver la instalación una joven se dio cuenta de que había sufrido violencia en casa por parte de su padre y denunció los hechos por primera vez.