Jose Oliva
Barcelona (EFE).- Barcelona cuenta con un nuevo museo, Mater, ubicado en un edificio medieval, que conserva testimonios de 700 años de arquitectura doméstica desde el románico y que ha abierto sus puertas con la exposición “Ultralocal”, con obras de Miquel Barceló, Ocaña, Miralda, Robert Llimós, Francesc Artigau o Sergi Aguilar.
Mater, La Casa Museu de la Plaça de l´Oli, tiene como sede el espacio que ocupó en su día la galería Joan de Serrallonga, en el número 4 de la calle de l’Oli, en el barrio de Santa Caterina, en una finca que muestra en sus muros la evolución del inmueble desde la segunda mitad del siglo XIII, hasta nuestros días, pasando por los siglos XV y XVII.
Visibles son las técnicas constructivas y materiales empleados, básicamente la piedra procedente de las canteras de Montjuïc.
La singularidad del edificio reside en su arquitectura, que permite una visita siguiendo los rótulos informativos elaborados por el historiador Reinald Gonzàlez de Veclus.
La finca cuenta con un patio central en el que convergen tres edificios, las crujías y los arcos de las distintas salas, las bovedillas cerámicas del forjado superior, los arcos de piedra, su lonja medieval y un gran arco rebajado de dovelas de piedra con moldura cóncava, en cuyas impostas se hallan sendas figuras esculpidas de ángeles con escudos.
La obra de remodelación y acondicionamiento ha estado dirigida por la propietaria del edificio, la arquitecta y directora del Museo Valentina Asinari di San Marzano.
Asinari ha dicho en declaraciones a EFE que la idea del museo surgió desde su propia experiencia como ocupante de la casa: “Teníamos suficiente espacio para vivir y pensamos que sería una buena idea compartir con los demás lo que nos hemos encontrado, y por eso una parte de la exposición permanente explica la historia de la finca”.
La idea de Mater, una palabra que proviene de materialidad, es organizar dos exposiciones anuales, que trataran temas relacionados con el aquí y el hoy, que “pueden estar relacionadas con la lengua, la arquitectura, el pensamiento o la materia, pero también en relación a cualquier otra parte del mundo”, y de hecho, añade Asinari, tienen previsto hacer una exposición con Suiza y otra con Japón.
La exposición inaugural del nuevo museo, “Ultralocal”, es el resultado de “una laboriosa investigación sobre la historia del arte del barrio, llevada a cabo y comisariada por Alexia Sinoble”, que rinde tributo a su entorno vinculado con la creatividad artística de los últimos treinta años del siglo XX.
Gracias a la implicación de una treintena de artistas, galeristas y coleccionistas que desde los años 70 han formado parte del barrio, los visitantes pueden contemplar en “Ultralocal” del arte que nació en los barrios de Sant Pere, Santa Caterina y la Ribera.
Robert Llimós, Francesc Artigau, Marcos Palazzi, Javier Mariscal y América Sánchez, Humberto Rivas, Antoni Muntadas, Perico Pastor, Santi Moix, Ocaña, Xavier Serra de Rivera, Mireya Masó, Francesca Llopis, Maïs Jorba, Rosa Amorós, Sergi Aguilar, Kima Guitart, Ocaña, Leopold Samsó, Francesco Volsi, Miralda y Miquel Barceló son algunos de los artistas representados en esta exposición.
También se pueden ver el vídeo de Muntadas “Barcelona. Distrito 1” (1977), una grabación realizada por Julián Álvarez de una actuación de Pedro Almodóvar y McNamara en su época de La Movida en la desaparecida sala Zeleste (1987), o una fotografía de Francesc Català-Roca en la que aparece el pintor Joan Brotat en su taller.
A pesar de un predominio de las artes plásticas, están presentes otras disciplinas, como la fotografía, el arte conceptual y el videoarte.
Gran parte de las galerías y tiendas artísticas que abrieron en esta zona están representados por documentos, como Metrònom, La Santa, Populart, Maeght, Mec-Mec, Artual o Benet Costa y, sobre todo, la galería Joan de Serrallonga, que tomó el nombre del conocido bandolero que se hospedaba habitualmente en la entonces posada Girona en el siglo XVII.
El entramado de túneles subterráneos permitían a Serrallonga escapar de la policía cuando creían tenerlo acorralado, narra Asinari, que nunca pensó que viviría en este edificio la primera vez que lo vio en 1996.