La educadora Cristina Baldoví de la entidad 'Per Elles'. EFE/ Andreu Dalmau

Las adolescentes del Raval también quieren salir solas a la calle como hacen los chicos

Lara Malvesí | Barcelona (EFE).- «¿Tú también has querido salir con las amigas y tu familia te ha dicho que no? Escríbenos», se puede leer en carteles cercanos a centros educativos y parques del barrio del Raval.

Tras esa llamada está un grupo de psicólogos y educadores que han puesto en marcha la asociación ‘Per Elles’ de ayuda a las adolescentes en el barrio del Raval tras años observando que las jóvenes estarían siendo objeto de control y restricción de movimiento, una prohibición de salir de casa que no sufrirían sus hermanos varones.

Entre esos educadores está Cristina Baldoví, quien ha contado a EFE que en las extraescolares y actividades comunitarias para adolescentes «hay un 95 % de chicos y un 5 % de chicas. Si es que se presenta alguna…».

Detrás de esa brecha, explica, hay «todo tipo de excusas», aunque ellos observan, sobre todo, un «enorme control patriarcal» pues «sus hermanos sí pueden venir a la piscina, a la plaza o de excursión, sin ningún problema».

«Es violencia machista»

Tanto Baldoví como Huma Jamshed Bashir, presidenta de la Asociación de Mujeres Pakistanís del barrio, afirman que se trata «sin duda» de casos de «violencia machista» ante los que la administración debería tener «una actuación más contundente» porque «todos los niños y adolescentes merecen el mismo tratamiento».

La presidenta de la Asociación de Mujeres Pakistanís del barrio de El Raval EFE/Marta Pérez

Ciutat Vella, de la que forma parte el barrio del Raval, cuenta con un 54 % de personas de origen extranjero de 40 nacionalidades, entre las que priman Pakistán (16 %), Filipinas (16 %), Bangladesh (12 %), Marruecos (6 %) e India (5 %), según datos del consistorio.

Baldoví cuenta que «en muchas ocasiones» les han echado en cara levantar la voz sobre un asunto que, reflexiona, «puede aprovechar la extrema derecha».

Sin embargo cree que es la obligación de entidades y administración mover ficha y no mirar hacia otro lado. «Está claro que no tenemos que ver nada con esos discursos xenófobos. Nuestro punto de partida son los derechos y el principio de igualdad y coeducación», apunta.

«Llegar a casa y cambiar de realidad»

«Además, no señalamos a ninguna nacionalidad concreta ni ninguna religión en particular. Algunas de las familias con las que hemos tenido contacto ni siquiera procesaban ninguna religión», apunta.

Jamshed Bashir, nacida en Pakistán, doctorada en Química y vecina del Raval desde hace veinticinco años, va más allá y critica que a la administración «le dé igual» lo que pasa con las chicas porque «lo que les importa es estar a bien con los líderes de las comunidades».

«Estas chicas están encerradas en casa y deprimidas (…) Cuando llegan del colegio y se cambian de ropa también se cambian de cultura y realidad. Deben ser puras y sagradas porque así se borran los pecados de toda la familia», denuncia.

Las chicas hablan bajo anonimato

Salma (nombre ficticio), una adolescentes de 17 años de familia procedente de Bangladesh, ha explicado a EFE que es «habitual» discutir con sus padres porque quiere salir de casa por la tarde, con sus amigas, más allá de ir al instituto.

EFE/Marta Pérez

«Me dicen que no puedo por la excusa de la religión o porque no es nuestra tradición», narra la joven, quien asegura querer «rebelarse» en casa para no llegar a los extremos que asegura haber visto en otras chicas.

«Sé que hay hasta quien es obligada a casarse con un familiar y van de viaje a su país y ya no regresan», cuenta esta estudiante que denuncia que en su colegio «no era la única» que sufría el control de su teléfono móvil y no podía salir a la calle por las tardes.

«Hay chicas ya mayores de edad que solo pueden salir de casa con su hermano a pesar de que él sea bastante más pequeño. No tiene sentido».

Leila, de 24 años y estudiante de Medicina, reconoce haber tenido que ir a «terapia» y explica que el control a las chicas es «estructural» y «difícil» de atajar porque transcurre en el ámbito privado.
«Si una niña no va al colegio es un escándalo pero, si no va a extraescolares ni sale de casa por la tarde para nada, eso es más complicado de denunciar. Hace falta educación para todos, para abrir la mente», añade. EFE