A Coruña, 24 jun (EFE).- La magia y el fuego han vuelto a inundar este San Juan A Coruña en la noche más corta y especial del año, a la que se han sumado más de 150.000 personas.
“Por San Juan, la sardina moja el pan”, dice el dicho popular que, un año más, se ha convertido en realidad en A Coruña y en toda Galicia, donde la emblemática celebración del solsticio de verano se convierte en un ritual sagrado.
La clave, como cada noche del 23 al 24 de junio, es asegurarse de que se espantan a las ‘meigas’ otros 365 días, para lo que se tira de fuego, agua y hierbas.
Primero fue la falla, en la playa de Riazor, con las figuras del pintor Pablo Picasso, que pasó su adolescencia en la ciudad; el mítico entrenador del Deportivo fallecido este año, Arsenio Iglesias; la actual estrella del equipo local, Lucas Pérez; o la recién reelegida alcaldesa, Inés Rey.
El fuego empezó a consumirla poco antes de las doce y, con él, empezó una tradición que se repite, pero no deja de sorprender, que siguió con fuegos artificiales.
Las playas de A Coruña empezaron a arder a medianoche, en una danza sincronizada que sale de forma natural, los asistentes empezaron a prender sus hogueras a la vez y dejaron una estampa de unos arenales teñidos de rojo y naranja, que desprendía calor entre gritos de júbilo.
La tradición exige fuego, pero también hay que trabajar con él, pues en cuanto se reducen las hogueras, hay que saltarlas hasta nueve veces para garantizar que las ‘meigas’ quedan lejos.
Pero la tradición de las hogueras y de los arenales ya se ha extendido en A Coruña a toda la ciudad, desde bien temprano.
La calle San Juan es uno de los puntos con más actividad, con música durante toda la tarde y fiesta durante toda la noche, encabezada por la estatua de una sardina que desde hace pocos años ilustra el acceso a esta mítica zona.
Y el resto de los barrios también bullen de actividad, con más de 600 hogueras y churrascadas por toda la ciudad, ningún rincón se queda sin su dosis de San Juan, con miles de personas.
En Riazor estuvieron los Celtas Cortos, aunque nadie se quedó sin fiesta, ni siquiera en el resto de la comarca, donde los fuegos se contaron por centenares y las sardinas estuvieron en cada parrilla, para soltar esa grasa que acumulan con el calor del inicio del verano y que da sentido al dicho de “moja el pan”.
Todo empezó pronto porque es la noche más corta del año, pero también la más emblemática y en la que el ocaso y el amanecer se fusionan en una suerte de paisaje teñido de naranja que hipnotiza al visitante y enamora al gallego.
La tradición termina por la mañana, con las siete hierbas de San Juan y la clásica purificación de familias completas a primera hora.
Durante la noche, ramos con malva, romero, helecho, hinojo (fiúncho), hierbaluisa, retama (xesta) y herba de San Xoán han reposado en barreños, cubos o piletas.
El agua aromática a primera hora del día es lo único que protege a Galicia, según la tradición, de las ‘meigas’, por lo que el olor a humo se acabará a primera hora para dejar paso a una fragancia mágica que marca el inicio del verano.
Miguel Álvarez