Baeza (Jaén) (EFE).- Licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Barcelona, Máster de Gestión Cultural por la Universidad Abierta de Cataluña, poeta…, pero, ante, todo “guardiana” del legado de Francisco Brines en su casa de Oliva (Valencia). Con solo 38 años, Àngels Gregori tiene por delante mucho más que a sus espaldas, y habla con admiración de un escritor que “entendió el Mediterráneo como un mar de entendimiento”.
En una entrevista con EFE en Baeza (Jaén), donde participa en un curso de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) que analiza la figura del Premio Cervantes en 2021, Gregori dice de Brines que luchó con “un compromiso con la belleza” desde las letras, y defiende “que se ponga sobre la superficie, al lado de la Inteligencia Artificial, la poesía, porque cada vez más necesitamos espacios de convivencia”, en alusión a cómo se expresa en este sentido el poeta Luis García Montero.
“La poesía es prestar tu propia voz para que el otro se pueda sentir reconocido”, explica Gregori, directora de la Fundación Francisco Brines, que enfatiza que “en un momento como el de ahora la poesía es muy importante, porque estamos estamos invadidos en la prensa por cómo algunos políticos usan el lenguaje de una manera tan, a veces, indecente”.
La libertad poética
En ese contexto, aboga por “recuperar y rescatar de la basura palabras como, por ejemplo, la libertad”, y lo que puede significar en la obra de Brines, “donde no es la misma palabra que puede significar en un discurso de Ayuso, por ejemplo”. Reflexiona sobre la libertad poética y personal del ser humano y viaja mentalmente en la entrevista a la casa del poeta en Oliva.
Allí, dice, se puede disfrutar “de uno de los espacios escritos más emocionantes que hay en la Comunidad Valenciana por toda la carga simbólica que tiene en la poesía de Brines, porque realmente él configuró toda su obra desde los años 50 hasta ahora alrededor de esa casa”, con lo que ese lugar, ese mismo espacio, “lo conoció en todas sus edades, es la casa donde aprendió a escribir sin prisa y a leer con tiempo, que aparece de forma permanente y persistente en toda su obra poética”.

Por eso, “tienen una carga simbólica muy importante en la literatura y en la cultura, pero también hubo un antes y un después en la entrega del Premio Cervantes”, que se le dio allí, en L’Elca, con un estado de salud muy deteriorado que hizo que los reyes se desplazasen para la entrega, y “a partir de ahí sí que obtuvo unas connotaciones muy fuertes en la gente que no tenía nada que ver en el ámbito de la cultura”.
La importancia de L’Elca
Así, ha destacado que “ahora hay gente que va a la casa y realmente se da cuenta de la importancia”, que institucionalmente tiene mucho soporte también, y ha añadido que “yo creo que lo importante es que la gente haga suya L’Elca y pienso que se está consiguiendo”.
Surge en la conversación la inevitable comparación con la casa de Vicente Aleixandre en Madrid o la de Cernuda en Sevilla, lugares de culto casi olvidados para la cultura e incluso con la ruina amenazando a sus muros, igual -aunque al contrario- que la de Juan Ramón y Zenobia ha cambiado todo el concepto de cultura en su Moguer natal. Lo que se ha hecho en Oliva con ese lugar es cumplir con la voluntad del poeta, “que a la larga fuera un equipamiento cultural de referencia y una casa de la poesía abierta a los ciudadanos”, ha indicado.
Ella misma reconoce que hace 20 años que va a diario a ese lugar, “y cada vez que entro de nuevo me emociono, y digo: ¡qué suerte tener esto tan cerca!”, y se felicita de tener apoyo institucional para mantener y fomentar su legado, con el Ayuntamiento de Oliva, el Ministerio de Cultura, la Generalitat Valenciana o la Diputación.
Brines, embajador de Oliva por el mundo
Antes de despedirse, recuerda que Brines fue un embajador de Oliva por el mundo, y a L’Elca la tenía como una referencia continua, en alguien que “entendió el Mediterráneo como un mar de entendimiento, con sus lenguas, con sus diferentes sensibilidades”, y recomienda (y es todo un aprieto) un libro indispensable de su obra, para inclinarse por ‘Ensayo de una despedida’.
De ella misma, premio Amadeu Oller en 2003 por ‘Bambolines’, pide que se lea ‘Jazz’ (Proa, 2023), “pero porque es el último”, bromea. “Lo que he hecho es intentar hacer de mi vocación mi motivo de vida”, como ya dijo en 2018 en una entrevista.