El diseñador español Arturo Obegero. EFE/Nerea González

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¿Y cómo ha llegado Obegero hasta aquí? “Siendo pesado”, bromea. Trabajando desde el taller que tiene en su casa de las afueras de París, una de sus claves ha sido mandar sin descanso sus propuestas a estilistas y equipos de prensa.

Algo de ese espíritu marcó su camino hasta París, desde una España en la que creció sin contacto real con la moda. Fue internet la ventana que le reveló los desfiles de Alexander McQueen, los de Riccardo Tisci con Givenchy o los de Nicolas Ghesquière en Balenciaga.

“Descubrí un mundo que me apasionó. Era un mundo que me hacía soñar, que me hacía evadirme, y me enamoré de la creatividad e incluso de la emoción que puedes crear con un desfile, que no es meramente una chaqueta bonita”, considera.

Su madre y él empezaron a guardar dinero a sus 15 años para llegar, algún día, a estudiar en Central Saint Martins, la prestigiosa escuela británica por la que pasaron muchos de sus ídolos.

Londres le abrió las puertas de París, donde al poco de graduarse entró en Lanvin, en 2018. Allí permaneció hasta lanzarse con su propia marca en plena pandemia.

Con el sello Arturo Obegero promueve una moda ecorresponsable -trabaja con “dead stocks”, tejidos sin usar comprados por otras marcas-, porque no entiende otra forma de crear habiendo crecido junto al mar, en un pueblo que es “pura naturaleza”.

Nerea González