Miguel Ramos | Santander (EFE).- La pátera de Otañes está considerada una joya única de la orfebrería romana y, tras años de estudio, aún despierta incógnitas por su fortuita aparición en una roca en Cantabria y las controversias en su datación, su origen o el significado de las escenas que describen el poder curativo del agua que emana de una fuente de montaña.
La pieza, declarada Bien de Interés Cultural, ha pertenecido desde su descubrimiento, en 1774, a la familia Otañes, un linaje nobiliario del municipio cántabro de Castro Urdiales que ha cedido la reliquia, inicialmente durante tres años, al Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (Mupac).
Allí se ha organizado una muestra temporal en la que su comisario, José Ángel Hierro, recuerda a EFE el valor de la pátera al desconocerse otros objetos similares en lo que fue Hispania e, incluso, ser «de las pocas» de esta tipología descubiertas en los dominios del Imperio romano.
Se trata de un pequeño plato circular, de unos 21 centímetros de diámetro, moldeado en plata con algunas partes sobredoradas. En su cara principal presenta una decoración figurada que alude a una fuente medicinal y unas inscripciones en latín.
Conjeturas y realidades
La primera de las discusiones sobre la pátera gira en torno a su cronología, ya que la mayor parte de los investigadores piensan que es de finales del siglo I D.C. o inicios del II, pero hay otros que lo llevan, incluso, hasta el siglo IV.
El relieve que muestra, «Salus Umeritana», genera distintos puntos de vista en la interpretación de ese mensaje: una mención a la deidad de un manantial o a un acto de curación.
También, existe cierta controversia con el propósito de la obra al considerar, algunos, que se trata de una ofrenda votiva creada para una deidad en un santuario, frente a quienes opinan que es un tipo de suvenir que alguien adquirió a modo de recuerdo.
Además de inclinarse por la primera de esas teorías, Hierro da un paso más y defiende que todas las escenas de la pátera podrían estar relacionadas entre sí y contar de forma secuencial, como «si fuera un cómic», la historia de la curación de Lucio Publio Corneliano, un magistrado que pudo pertenecer a la colonia romana de Flaviobriga (lo que hoy es Castro Urdiales).
Lo justifica en que ese nombre corresponde con las iniciales grabadas en el anverso del plato -L.P. Cornelianus-, pero otros lo relacionan con el orfebre autor de la pátera.
«Creemos que Corneliano es la persona a la que cura esta agua y en agradecimiento a la ninfa de la fuente, que es la mujer que aparece representada con un cántaro, manda elaborar este rico plato de plata y oro y se lo ofrenda, si no en el mismo lugar en el que estaba la fuente, muy cerca de donde podía brotar», argumenta.

Símbolo de identidad familiar
La pátera salió de la grieta de una roca ubicada en el pico del Castillo de Otañes -localidad que le da nombre-, cuando unos jornaleros partían piedras para construir una tapia. Dado que permaneció protegida frente a fenómenos naturales, la pieza contaba con un excelente estado de conservación.
Desde entonces, se ha convertido en seña de identidad de la familia Otañes, junto a las cinco copas de oro del escudo de armas, o la Torre, un referente en la zona desde hace casi seis siglos.
Pese a que la pátera fue hallada cerca del último cuarto del siglo XVIII, su propietario, Francisco de Lacha Otañes, sostiene la épica historia descrita por sus antepasados de que el plato estuvo con ellos «desde los primeros tiempos» cuando, en 1212, Sancho García de Otañes fundó allí la primera casa solar tras participar en la batalla de la Navas de Tolosa y traer consigo ese objeto como botín de guerra.
Cuenta a EFE que, en posteriores disputas de banderizos que asolaban Cantabria y Bizkaia, «toda la familia Otañes resultó aniquilada salvo un niño, que estaba con su ama de cría lejos de la refriega y al que fueron también a matar. Pero ella le protegió, ocultándolo bajo sus faldas, y salvando también el linaje».
Ese crío, cuando cumplió la mayoría de edad, volvió a reconstruir su hogar en el mismo solar de la familia en Otañes, «sin saber que sus antecesores habían protegido de sus enemigos el tesoro, escondiéndolo en una oquedad de la peña», concluye.
Clave para el nuevo Mupac
La pátera protagonizará, hasta finales de año, una muestra conjunta en el Mupac con otros elementos de la época romana en Cantabria, que forman parte de la colección del museo y que están conectados con las representaciones del plato.
Más adelante ocupará un lugar preeminente en la nueva sede del Mupac, que está en construcción en Santander.
Su director, Roberto Ontañón, avanza a EFE que se convertirá en un «reclamo» de la herencia clásica de una comunidad autónoma que, sobre todo, se caracteriza por el «gran peso de la arqueología paleolítica».
«No tenemos un registro romano tan maravilloso como del Paleolítico y eso se va a ver claramente compensado con piezas como la pátera de Otañes», ha apostillado.