Un artefacto con una carga de 50 kg de goma-2 costó la vida a Carrero Blanco y sus escoltas. EFE/aa

Cincuenta años del magnicidio maldito de Carrero Blanco: ¿Quién señaló a ETA el camino?

Sagrario Ortega |

Madrid (EFE).- Este 20 de diciembre se cumple medio siglo del atentado contra el almirante Luis Carrero Blanco, entonces presidente del Gobierno. Fue ETA quien apretó el botón, pero alguien le señaló el camino para que cometiera con absoluta impunidad un magnicidio “maldito”, como lo califica el periodista y escritor Manuel Cerdán en su nuevo libro.

“Carrero. 50 años de un magnicidio maldito” (Plaza&Janés) es el título de esta historia de 607 páginas donde se recogen treinta años de investigación de un asesinato sobre el que todavía se ciernen muchas sombras.

Aún no tira la toalla, porque “nada es imposible”, pero Cerdán reconoce, en una entrevista con EFE, que será muy difícil conocer la verdad, saber quién o qué estuvo detrás de un atentado que, en cualquier caso, fue el “arranque, con Franco en vida, de lo que ya empezaba a palpitar como un cambio político en España”.

Como todos los días, aquel 20 de diciembre de 1973 el almirante se dirigió a primera hora de la mañana a misa en su coche oficial para recorrer el corto trayecto entre su casa, en la madrileña calle de Hermanos Bécquer, hasta la iglesia de Francisco de Borja, en la calle Serrano.

Imagen del vehículo del entonces presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco, y sus dos escolta
Imagen del vehículo del entonces presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco, y sus dos escoltas encima del tejado. EFE

A la altura del número 104 de la calle Claudio Coello, Una bomba lanzó el vehículo a una altura de 20 metros hasta caer en el patio interior de la casa provincial de la Compañía de Jesús. El almirante y dos policías que le acompañaban murieron.
El comando Txikia, campando a sus anchas por Madrid

Sus autores fueron los etarras Jose Ignacio Múgica Arregui, alias ‘Ezkerra’; Pedro Ignacio Pérez Beotegui, ‘Wilson’, y José Miguel Beñarán Ordeñana, conocido como ‘Argala’.

Nunca ha dejado de sorprender a Cerdán que los etarras camparan a sus anchas por Madrid durante un año, sobre todo teniendo en cuenta que ya estaban fichados, que en España el control policial era muy fuerte y que la capital estaba blindada.

Aún así, los terroristas excavaron un túnel a escasos metros de la Embajada de Estados Unidos, acudían a discotecas, se reunían en pisos e, incluso, viajaron a Toledo el mismo día que lo hacía el Rey, en una ciudad tomada por la Policía.

 El Jefe del Estado, Francisco Franco, presidió hoy en el Palacio de El Pardo el acto de la jura del almirante Luis Carrero Blanco como presidente del Gobierno español.
El entonces jefe del Estado, Francisco Franco, durante la jura del almirante Luis Carrero Blanco como presidente. EFE

Recuerda el autor que un día o dos antes del atentado el entonces secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger, estuvo en Madrid y en la Embajada mientras ETA “estaba haciendo un simulacro del atentado”.

El ‘tercer hombre’ y ‘la sombra’

Las reiteradas lecturas del sumario del caso, con 3.000 folios pero “esquelético”; de los papeles de la CIA y de las revistas y escritos de ETA de aquella época han permitido a Cerdán descubrir a quien llama “el tercer hombre”: Ignacio Ugalde Aguirresarobe, alias ‘Kaskazuri’.

Se trata de un “personaje clave” en el que ni los investigadores ni la Justicia “se detuvieron”. Él ayudó a ‘Argala’ y a ‘Wilson’ a “preparar el atentado cuando aterrizaron en Madrid a finales del 72”, explica el autor.

‘Kaskazuri’ hizo de mediador en Madrid entre ETA y la oposición de izquierdas al régimen. Un informante que tuvo un papel “clave”, porque presentó a ‘Argala’ y a ‘Wilson” a “la sombra”, un hombre que en el hotel Mindanao de la capital aportó a los terroristas todos los datos de las costumbres cotidianas de Carrero.

Conducción de los restos mortales del presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco
Conducción de los restos mortales del presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco.- EFE

Eso le permitió a ETA diseñar su plan, primero de secuestro -que no llevó a cabo- y después de asesinato. En ese plan también participó el histórico dirigente etarra ‘Josu Ternera’, según narra el libro de manera exhaustiva.

Como lo perfiló ‘Wilson’ ante el juez, ‘la sombra’ medía 1,70 o 1,80 de estatura y tenía entre 30 y 35 años. Cerdán le invita a que le cuente lo que sucedió, si es que vive y quiere.

Y hay otro capítulo en este nuevo libro sobre el magnicidio -el primero lo escribió con motivo de los 40 años del atentado- que a Cerdán le ha “encantado” escribir: el de la venganza.

En él cuenta cómo en el quinto aniversario del atentado un “comando de cazaterroristas de extrema derecha” asesinó en Francia a ‘Argala’, el etarra que accionó la bomba que mató a Carrero.

Se trataba de un comando integrado por mercenarios, ultraderechistas, neofascistas italianos y espías del Servicio Central de Documentación (SECED), creado por el propio Carrero y antecesor del CESID.

Manuel Cerdán
Manuel Cerdán. EFE/Fernando Alvarado

Carrero Blanco molestaba a todos

“Mi marido molestaba a todos”, recuerda Cerdán que dijo la mujer del almirante. Y así lo cree también el autor cuando señala, además, que hubo “una conspiración interna del régimen que estaba en descomposición”.

Cerdán quiere ser aún más gráfico y compara la muerte de Carrero, que tenía muchos enemigos dentro, con una conocida novela de Agatha Christie en la que a la víctima la matan unos cuantos “vengadores” uno tras otro, incluso alguno la apuñala ya muerta.

El “hombre fuerte” de régimen tenía enemigos dentro, pero también fuera, “Lo que está claro -recalca Cerdán- es que al Departamento de Estado de EE.UU. no le gustaba. En aquella época Carrero no era una persona que entrara dentro de los planes de (Richard) Nixon”.

De los informes de la CIA y del Departamento de Estado que Cerdán ha conseguido desclasificar que “muy clara la postura de EEUU: le venía bien desembarazarse y quitarse de en medio a Carrero”. No obstante, reconoce que no ha encontrado un documento que señale a la CIA como “conspirador” o “si estaba detrás o no, pero sí hay un trasfondo”, asegura.

Lo que está claro -añade- es que ETA actuó “con absoluta impunidad”. Y eso que la Guardia Civil y la Policía Nacional avisaron desde el País Vasco de que la banda “iba a organizar algo gordo”.

“Hubo una conspiración para matar al presidente del Gobierno y ETA le mata, pero alguien le señaló el camino”, apostilla.

E insiste: “Unos quisieron tapar el atentado porque se quedaron con los calzoncillos al aire por la mediocridad y desidia con la que habían actuado en la protección del presidente. Y otros tiene responsabilidad de inacción porque sabían algo, no actuaron y después se beneficiaron de su muerte”.

A partir de la muerte del almirante se empezó a fraguar la transición. “La muerte de Carrero dejó expedito el camino. No sabemos si con él vivo hubiera sido tan fácil, entre comillas, o tan rápido, o hubiera puesto alguna pega. Quedan las dudas”.
Muchas dudas que Cerdán quisiera resolver. Seguirá intentándolo.