Alberto Santacruz
Mérida, 7 nov (EFE).- Un día, no hace mucho, ‘Martín Mostaza’ se subió a un escenario a dibujar canciones con su guitarra. Hasta ese momento, Fermín Solís, ilustrador de la novela gráfica «Buñuel en el laberinto de las tortugas’, llevada al cine y ganadora de un Goya, solo cantaba en la ducha. Dos nucleótidos, la música y el dibujo, para un mismo ADN.
Ese día, ‘Martín Mostaza’, personaje que creó hace un cuarto de siglo para sus primeras publicaciones como historietista e ilustrador, se subió a un escenario porque ya no podía más.
«Es mi alter ego. Se llama Martín porque fonéticamente se parece a Fermín». Lo de ‘Mostaza’ tiene una carga algo dura. En el colegio sufrió bullying «diciéndome que era el tomate frito Solís», relata a EFE con algo de apuro.
El eterno sueño
«Soy un músico frustrado que ahora cumple su eterno sueño de ser cantante». El trabajo de Fermín Solís es el dibujo y «la música de ‘Martín Mostaza’, mi pasión», desvela este cacereño en una entrevista concedida a EFE con motivo de su primera gira con trastes.
Reconoce que a veces tiene dificultades para saber quién es en cada momento, pero a continuación -con una pausa de no más de tres segundos- asevera que se está definiendo como ‘Martín Mostaza’, una persona que «dibuja canciones».
De hecho, ‘Martín Mostaza’ le ha robado a Fermín Solís las historias cotidianas y costumbristas de gente anónima que pincelaba en sus cómics. «Estoy haciendo un poco lo mismo, pero en vez de coger el lápiz, utilizo la guitarra».
Sus canciones apenas tienen estribillo, son narraciones, lo que las convierte en un pequeño relato. Uno de sus referentes, el poeta estadounidense Raymond Carver, «contaba mucho en poquitas páginas».
En ellas hay un poco de introspección, algo de ileísmo, mucho de «la calle» y senderos de situaciones ficticias «que te gustaría que fueran». «Me dejo llevar y cojo la guitarra… es más fácil dibujar una canción que cantar en un cómic», sostiene sin dudar mucho.
Autodidacta
Acompañando a esa narrativa sobre los escenarios está la música, «una pasión» que siempre le he acompañado en las voces y compases de decenas de cantantes, guitarristas y grupos. Su madre tenía en casa un pequeño taller de costura donde la radio sonaba siempre y donde grabó sus primeros cassettes de ferricromo con canciones de Madonna, Opus, Battiato, música americana de los 60 y 70, Hendrix, Bowie y a saber cuántos más.
Lo que no se le puede negar a ambos es la valentía de afrontar lo que ambos aman, pues los dos son autodidactas. A Fermín no le admitieron en Bellas Artes y ‘Martín’ no salió de la ducha hasta que cumplió los 50 años. «Ambos hemos necesitados referentes -afirma- para iniciar sendos caminos».
En el camino
A las puertas de publicar su primer trabajo musical, ‘Martín Mostaza’ se ha echado a la carretera en una gira por lugares tan diversos como fascinantes: de galerías de arte y librerías de diversas ciudades españolas al mítico Lemon Rock (Granada), el festival CineBeat (Mérida) y el Hard Rock de Ereván (Armenia), entre otros.
Su alter ego ya prepara una nueva novela gráfica cuyo título se asemejará al de una «historia de un músico de mierda», en la que narrará con ilustraciones su camino por la música y por varios grupos «sin lograr el éxito», una reflexión que también define su humildad, pues Fermín Solís ya ha despegado con su banda ‘Hombre Tigre’.
De la gira quiere volver como Robert Johnson, el joven de Misisipi que vendió su alma al demonio para poder ser músico; en su caso, el no ya tan joven de Cáceres que orientó sus tortugas hacia un escenario.