Voluntarios del grupo tortuguero '7 quillas' miran a una tortuga tinglar en la playa de Condado, en San Juan (Puerto Rico). EFE/Esther Alaejos

Los nidos de la tortuga tinglar en Puerto Rico, protegidos por patrullas de voluntarios

Por Esther Alaejos |

San Juan (EFE).- Los tinglares, las tortugas marinas migratorias más grandes del planeta y en peligro de extinción, dejan sus primeros huevos en Puerto Rico, donde patrullas de voluntarios se afanan por proteger los nidos de las marejadas y los humanos.

Tras migrar desde el norte del Atlántico, la tinglar Esther, de 1,5 metros de longitud, fue la primera en arribar a San Juan. Para desovar el 20 de marzo a la playa de Ocean Park.

La tortuga tardó tres horas en este proceso y, desde entonces, ha anidado tres veces, con una media de 80 huevos en cada nido. Alrededor de los cuales la organización sin ánimo de lucro 7 quillas estableció un cercado para que no sean dañados por los humanos.

Voluntarios del grupo tortuguero ‘7 quillas’ miran a una tortuga tinglar en la playa de Condado, en San Juan (Puerto Rico). EFE/Esther Alaejos

“Cuando entra la tortuga que anida puede poner entre 100 a 110 huevos de media, entre ellos están los fertilizados y los no fertilizados, que son lo que llamamos falsos”, explica a EFE Rosa Ceballos, enfermera y coordinadora de patrullajes de ‘7 Quillas’ Grupo Tortuguero San Juan.

Las hembras de tinglar regresan al lugar donde nacieron para depositar los huevos de sus crías en la temporada que abarca de marzo a julio. Suelen elegir para el desove las playas de la costa norte de la isla. Dado que su mayor oleaje les facilita el acceso a la arena y el posterior regreso al mar.

Ceballos detalla que una misma tortuga tinglar, que está incluida desde 1970 en la lista de especies en peligro de extinción, anida un promedio de 8 a 11 veces cada dos años y desova varias veces en la misma temporada. Luego aprovecha su largo viaje migratorio.

Una labor “crucial” para salvaguardar la especie

La organización ‘7 quillas’, que se creó en 2014 y cuyo nombre hace referencia a las siete líneas blancas longitudinales que tiene el tinglar en su caparazón, recorre las playas para informar a la población con el fin de proteger a las tortugas y sus crías.

Hilda Benítez, de 62 años, fundadora y directora ejecutiva del Grupo Tortuguero de San Juan ‘7 quillas’, compuesto por 25 voluntarios, indica que la labor de la organización es “crucial” para salvaguardar la especie, ya que a veces tienen que relocalizar nidos en peligro.

La fundadora y directora ejecutiva de ‘7 quillas’, Hilda Benítez, posa para EFE frente al nido de la tinglar Esther, en San Juan (Puerto Rico). EFE/Esther Alaejos

Tanto ellos como otros 13 grupos tortugueros de Puerto Rico, hacen turnos para patrullar las playas en temporada de anidación. Cuidan a la tortuga, ubican el nido en lugares seguros y ayudan a los neonatos a llegar al mar.

La directora de la organización informa de que entre los 55 y los 60 días después del desove, los huevos eclosionan y las tortuguitas tardan tres días en salir a la superficie.

Según los datos del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), en la última temporada de anidación se batió un récord en la cantidad de nidos de tinglar en las playas del área metropolitana de San Juan, con un total de 34.

Los plásticos y las aguas no tratadas amenazan a los tinglares

El grupo 7 quillas, que comaneja su labor con el DRNA, denuncia que la descarga de aguas no tratadas en las playas puede dañar los nidos de tortugas y los arrecifes que se encargan de reducir las marejadas.

“Toda la sedimentación, toda la contaminación, que si las bolsitas, que si la colilla, todo desemboca en el mar y eso daña el arrecife que es lo que para el 90 % de la energía de las olas entrantes”, asevera Benítez.

La fundadora y directora ejecutiva de ‘7 quillas’, Hilda Benítez, posa para EFE en la playa de Ocean Park, en San Juan (Puerto Rico). EFE/Esther Alaejos

Los residentes de los edificios adyacentes a las playas de Puerto Rico y las autoridades puertorriqueñas han modificado las luces, de color blanco a rojo. Con el fin de evitar que las tortugas se desorienten y puedan ver con facilidad la espuma blanca de las olas.

Ceballos explica que de esta formas les dan “pistas” a los neonatos en sitios turísticos donde hay contaminación lumínica para que puedan llegar al mar y continuar así el ciclo que permita la supervivencia de esta especie.