Sulema Hernández Gómez, joven cubana que vende ropa para muñecas Barbie, posa para Efe en el Paseo del Prado en La Habana (Cuba). EFE/Yander Zamora

La cubana que sueña con exhibir sus vestidos de Barbie en el mundo

Por Juan Carlos Espinosa |

La Habana, (EFE).- Cuando Suly, cubana de 28 años con discapacidad intelectual, teje un vestido de Barbie, siente que está dando vida alguno de sus personajes de ánime o Disney favoritos. Pero, sobre todo, que está más cerca de cumplir sus sueños: ayudar a su madre y vender sus colecciones en el extranjero.

Es difícil pasar de largo por el puesto que la joven monta todos los fines de semana en el turístico Paseo del Prado de La Habana. Como también lo es ignorar a las pequeñas que se acercan a toda prisa a la mesa para ver el percherito con los atuendos, hechos con un crochet al detalle.

En el ropero miniatura hay una variedad propia de una tienda de tamaño real. Y lo hay de todos los gustos y sabores: Blancanieves, Cenicienta, Rapunzel, Mulán,… El trabajo en cada uno puede extenderse hasta tres días.

“¡Y mira!”, exclama Suly en entrevista con EFE al mostrar su más reciente proyecto: un vestido de la malvada -pero muy bien vestida- del clásico 101 Dálmatas, Cruella De Vil.

La vida la convirtió en la tejedora más solicitada por niños y padres en esta céntrica calle peatonal de la capital cubana casi de rebote, relata su madre, Mary, de 55.

La afición por los textiles le vino de su abuela paterna, pero ver en ese gusto una afición fue una cosa que se coció a fuego lento.

Vista de ropa para Barbie expuesta para venta por Sulema Hernández Gómez, una joven cubana con discapacidad intelectual, en el Paseo del Prado en La Habana (Cuba). EFE/Yander Zamora

Del gusto al oficio

Durante años, su habilidad quedaba confinaba en las botellas de plástico de dos litros en donde guardaba sus tesoros desde que era una niña. Incluso después de lograr una especialización en crochet, la idea de poner su obra a la venta estaba en un segundo plano.

Pero poco a poco se gestó un cambio de guion. “En el taller me dijeron que podía vender mis vestidos”, recuerda la joven.

Suly se refiere a la Confeccionadora de Papel y Cartón, un estudio en el centro de la ciudad al que entró a trabajar a los 18. En él, laboran cubanos con diferentes discapacidades para crear artículos como sobres o cajas de regalo y reciben un salario bajo.

La tejedora le muestra sus manos a EFE para subrayar los problemas de tendinitis que tuvo cuando estuvo ahí. No cuenta mucho más, pero deja escapar detalles que revelan que no hallaba mucho espacio para su creatividad.

Un viaje a Canadá, cuando fue a visitar a su padre -quien ahora vive en EE. UU. y de seguido le envía hilos por paquetería-, le cambió todo de un ‘flash’.

“(Me veo) viajando. Quiero salir del país para cumplir mi sueño y vender mis vestidos de muñeca en galerías”, dice con una sonrisa. Y remata: “Me encantaría verlos en las tiendas”.

Su madre rememora el momento en el que Suly decidió dar el salto hace poco más de un año, decidida a ayudarla luego de que empezase a dar problemas el antiguo descapotable que alquilaba para pasear turistas.

“¿Estás segura, mami?”, le preguntó a su hija. Y cuánto ha cambiado en tan poco tiempo.

“Yo esto todavía no me lo creo (…) estoy llena de orgullo por esta niña, siempre supe que ella podía (dar) más”, cuenta emocionada.

Sulema Hernández Gómez, joven cubana que vende ropa para muñecas Barbie, espera compradores en el Paseo del Prado en La Habana (Cuba). EFE/Yander Zamora

Los turistas

Suly encuentra en los turistas a sus mejores clientes. La mejor prueba es una abuela cubano-americana que le ha comprado vestidos las últimas tres veces que ha visitado La Habana.

“Me envió las fotos (por WhatsApp)”, agrega mientras se ríe.

Si es que el interesado solo habla inglés, los demás vendedores, que ya se han hecho sus amigos, se acercan para traducir.

Cuando se le pregunta sobre qué hace con sus ahorros, Suly habla de ayudar en casa, con el objetivo de poder “comprarle” un nuevo auto a su madre para que vuelva a hacer guías turísticas por La Habana.

Suly es muy consciente de que sus clientes son principalmente extranjeros y de por qué: la profunda crisis que atraviesa su país.

“(Me siento) muy tensa, porque algunas madres no tienen dinero para comprarlas”.